Según la Real Academia Española, un ismo […] “forma sustantivos que suelen significar ‘doctrina’, ‘sistema’, ‘escuela’ o ‘movimiento’.

Mientras que el lopezobradorismo podría encuadrar en una doctrina, pues se trata de un conjunto de ideas y falacias sustentadas por una persona -en este caso, Andrés Manuel López Obrador-, por su parte, el segmento dentro del oficialismo que encabeza Claudia Sheinbaum Pardo, probable sucesora de AMLO en la presidencia de la República, representaría más bien un movimiento en gestación.

Existen múltiples y diferencias significativas entre el lopezobradorismo y el claudismo.

En primer lugar, los lopezobraodistas profesan el culto a la personalidad y pregonan una fe ciega hacia un liderazgo que se yergue sobre cimientos conformados por una serie de engaños, una nostalgia confusa y la rabia.

A diferencia de los lopezobradoristas, los simpatizantes y allegados a Claudia Sheinbaum mantienen identidad propia y avanzan de manera horizontal. No existe una verticalidad en la estructura del movimiento. Dentro del claudismo, la politiquería pasa a segundo término. El proyecto de Sheinbaum no depende de carismas ni discursos, sino de resultados, argumentos y definiciones claras y precisas, fundamentadas en la razón, la filosofía y la ciencia.

A López Obrador siempre se le ha juzgado por sus intenciones. A Sheinbaum Pardo se le juzgó por sus resultados.

Durante la jefatura de gobierno capitalina de Claudia, hubo avances inequívocos en materia de movilidad, cuidado al medio ambiente, infraestructura, tecnología; mas, sobre todo, en seguridad. No por nada, acto seguido de haber recibido de parte del presidente de México el bastón de mando simbólico, lo primero que hizo fue proponer a Omar García Harfuch, su secretario de Seguridad Ciudadana, como su sucesor en el gobierno de la Ciudad de México.

Los problemas empezaron cuando las huestes lopezobradoristas comenzaron a boicotear lo que se dilucidaba como el primer esbozo del proyecto político que promovería Sheinbaum como candidata a la presidencia.

Al final, el pejismo logró arrebatarle a García Harfuch la candidatura a jefe de gobierno de la CDMX.

Motivados seguramente por voceros de Andrés Manuel, los radicales difundieron una campaña de odio, cargada de encono y resentimiento social, contra a quien denominaban, “El Policía”.

Aseguraban que un policía no podía suceder a Sheinbaum ni a Batres.

Seguramente lo hicieron confiados de que el manto protector de López Obrador los protegería a perpetuidad. Ingenuos. No serían los primeros a quienes el tabasqueño utiliza como herramientas políticas para después desecharlos.

Nadie les advirtió a los detractores del proyecto claudista sobre un inminente brillante futuro que le depara a García Harfuch.

Ya sea en el senado o en el gabinete presidencial, los lopezobradoristas se han ganado un enemigo muy fuerte.

Es por esto que aseguro que con García Harfuch se termina el lopezobradorismo y empieza el claudismo.

Si Claudia Sheinbaum llegase a la presidencia acompañada de Omar en su gabinete, quizás representaría el inicio de la desmilitarización del país.

Una probable administración del claudismo será científica, sin grilla, sin autoritarismo. Se trataría de un gobierno sensible e inteligente, culto y apegado a las leyes y a la ética.

Por eso Claudia y Andrés encarnan un antítesis. La científica y el político; la académica y el hablador; la investigadora y el inculto; la pacifista y el militarista; la intelectual y el carismático; la gobernante y el remedo de emperador.

Se viene una división dentro del oficialismo, fruto de la angustia presidencial de la inexorable pérdida del poder. El futuro para el claudismo es muy probablemente Palacio Nacional, mientras que para el lopezobradorismo es la selva.