“El que cree que en el mundo los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles, será siempre víctima o juguete de ellos.”

ARTHUR SCHOPENHAUER

“There was a time

When they used to say

That behind every great man

There had to be a great woman

But in these times of change

You know that it's no longer true

So we're coming out of the kitchen

‘Cause there’s something we forgot to say to you (we say).”

ANNIE LENNOX / ARETHA FRANKLIN

¿Se habrá dado cuenta? El andar en campaña —mismo en periodo vedado por ser de intercampañas— no le ha permitido enterarse de lo que está construyendo el inquilino de Palacio Nacional.

Veamos: mientras Claudia Sheinbaum retoma las iniciativas de reforma dictadas por López Obrador y por él presumidas como testamento (mimetizándose así, siguiendo el guion que le han impuesto), suceden dos cosas a la vez. Por un lado —algo que ya he establecido—, cada vez se desdibuja más; ella misma se borra. Por el otro, las propuestas de reforma funcionan como cortinas de humo inclusive para ella, pues no terminan de dejarle ver otro asunto, el principal: López no ha alentado el acercamiento de ella con las Fuerzas Armadas (algo sumamente extraño para un gobierno tan volcado… al militarismo).

Hace apenas un par de días que el mandatario se volvió a ufanar de la lealtad del Ejército que él ha construido —y que sigue construyendo— en torno a su persona (esto es, no para su movimiento, menos aún para el país). El orgullo de las Fuerzas Armadas, el de servir a México, en especial en los momentos de desastres naturales, lejos ha quedado. Hoy los vemos construyendo y administrando carreteras, aeropuertos, puertos, trenes, líneas aéreas, “manejando” las aduanas del país y lo que se sume esta semana. Siendo entes discrecionales, lo que nunca.

Las Fuerzas Armadas mantienen fideicomisos que López Obrador ni siquiera menciona; carantoñas que les hace con cada nuevo presupuesto, pues en todos se incrementa la participación dada al Ejército. Una “lealtad” que no piensa compartir…

Y en esa línea de pensamiento —y en el supuesto de que gane la elección—, la pregunta que debe ser la más importante para Claudia Sheinbaum es si ella podrá con el Ejército o si este ‘la podrá’ a ella…

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La lealtad de las Fuerzas Armadas debe ser al país, más allá de sus gobernantes. Pero el muy poderoso ejército obradorista —no en poder bélico, sí en lo económico—, solo escucha la voz del tabasqueño. Olvida la institucionalidad y en la práctica forma parte de un gobierno paralelo que López Obrador edifica.

Giros de la Perinola

1.- Claudia Sheinbaum veta al ITESO (para aquello de su posible participación en administrar las preguntas ciudadanas destinadas a plantearse en los debates presidenciales organizados por el INE). Pobre. Ese no es problema. SU MAYOR problema, en cambio, serán las Fuerzas Armadas. Sigue sin entenderlo.

2.- Además de todo el poder antes comentado, la Sedena maneja también el spyware Pegasus, así como los principales aparatos de inteligencia del país.

Más allá de que la ley establece que el Ejército no puede espiar a civiles (en realidad a nadie, a menos que este cuente con órdenes judiciales), es un hecho que prácticamente todas las Fuerzas Armadas del planeta tienen algún tipo de centro de inteligencia para proveer de información al Ejecutivo Federal.

Lo que sí carecen los demás centros de inteligencia es que dependan directamente del secretario de la Defensa (en este caso, de Luis Crescencio Sandoval), como ocurre en México, y que otro (el Centro Nacional de Fusión de Inteligencia, CENFI), el cual concentra información de inteligencia generada en todo el territorio nacional, sea dirigido por Luis Rubén Sandoval Medina, HIJO de Luis Crescencio, quien además no es militar (Guacamaya Leaks; en otras palabras, el dato se obtuvo del propio Ejército)…