México vive entre el anhelo y la zozobra. Guarda la esperanza del México que Andrés Manuel prometió mientras reza por las noches que sus hijos no sean acribillados, que sus hijas vuelvan a casa, que el trabajo brinde céntimos más, que por las calles no haya acecho y que no haya enfermedad.

La esperanza alimentó cinco años a un pueblo que nunca se había sentido con el poder elector de controlar un país; pero a la vez, se han administrado los errores del pasado, se han iniciado las obras que auguraron paz y progreso con sobreprecios y retrasos, han muerto activistas, autodefensas y mujeres que hace unos años acompañaban marchando por la salida del PRI.

Los anhelos de la transformación se integran en una multitud que continúa llena de expectativas y aprobación al discurso que analiza con exactitud los malestares, errores, quistes y grandes cánceres del país. No hay una sola alternativa que se constituya contra ellos, por el contrario, es la oposición una mezcla de resabios negativos que acumulan corruptos entre las filas de los empresarios convertidos en activistas odiando a los pobres y estigmatizando indígenas.

Probablemente, el mayor logro de Andrés Manuel López Obrador será entregar la banda presidencial a una mujer y cristalizar los sueños que las mujeres guardaron desde la primera que se atrevió a querer votar y ser votada. El reto a su llegada será grande: hay heridas causadas por la inseguridad y los criminales, hay un llamado de las madres buscadoras a la paz, dirigido hacia aquellos que han desaparecido y aniquilado a sus hijos, hay un acumulado de expedientes de desaparición forzada, miles de víctimas buscando la verdad y un poder judicial que parece rebasado. Un clima que llora por comisiones de la verdad y la justicia que brinden algo de calma, comunidades autónomas que piden ser rescatadas con el mismo ahínco que con el que fueron rescatadas las empresas del Estado como Pemex y CFE.

Son cinco años de promesas, pero también de culpas, del super peso y la super inflación, de la tranquilidad pacífica que es temporal y que, en medida de aceptar los pendientes se podrán atender.

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POR CIERTO, el viernes, un juzgador de carrera que lucha contra la marea y encabeza el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, Rafael Guerra Álvarez, exhortó a sus pares, presidentes de los poderes judiciales de cada entidad, a tomar acción sobre las terribles condiciones que enfrentan las mujeres para acceder a la justicia en un país que transporta en carretilla notificación entre un poder judicial y otro. Les invitó a escuchar y trabajar de la mano a las madres para combatir la violencia vicaria, hacer que “las madres de la plaza de Juárez” tengan que dejar de transportarse a otras jurisdicciones por la vieja estrategia de iniciar juicios paralelos en otras entidades donde se alcance el precio de la justicia o el maniqueo de las sustracciones.

El Magistrado presidente del Poder Judicial de Coahuila, Miguel Felipe Mery Ayup, recibió una comitiva de mujeres durante la Segunda Asamblea ordinaria de la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos, anunciando el trabajo sobre un Sistema de comunicación electrónico entre poderes judiciales que permitirá registrar exhortos, demandas, órdenes de aprehensión así como juicios de guarda y custodia que logren generar convicción en el ánimo de los juzgadores para desechar demandas improcedentes o asuntos que tengan su competencia en otros sitios diversos a aquellos donde los agresores, en términos de la Ley de Acceso a una vida libre de violencia para las mujeres, pretendan hacer de las suyas.

Enhorabuena, pues sin justicia cotidiana y justicia abierta no hay paz social. Son los jueces y juezas los verdaderos pacificadores al emitir resoluciones contra la impunidad, que no le fallen a las víctimas ni a las madres.