Casi 20 mil puestos de elección popular estarán en juego el próximo 6 de junio en lo que han llamado, las elecciones más grandes de la historia.

Quizá por esa razón, porque nunca habíamos tenido una campaña en donde participara tanta gente, es que han proliferado los perfiles de candidatos improvisados que parecen apostarle al escándalo, más que al verdadero debate de ideas y la construcción de un proyecto serio de gobierno.

En México, hoy padecemos una profunda falta de cultura política, que ha ido alimentándose a través de los años, bajo la observancia de la clase política gobernante, a quienes les resulta mucho más cómodo tener votantes ignorantes, que personas que analicen y razonen su voto, y en consecuencia, exijan cuentas y mejores resultados.

La proliferación desmedida de partidos que no aspiran realmente a gobernar sino a vivir de las prerrogativas otorgadas por el INE, provocan un exceso de candidatos que lejos de ayudar, contaminan una elección en donde el ruido predomina y la confusión del electorado reina.

Muy pocos son los ciudadanos que conocen a sus candidatos por sus propuestas, y mucho menos aún, los que las analizan y sopesan para ver su viabilidad y conveniencia. Es por eso, que los candidatos y los partidos invierten poco, casi nada, al desarrollo de proyectos de gobierno que convenzan al electorado; y prefieren destinar sus recursos a los mítines, spots y la movilización el día de la elección.

La clase política que perdió “clase”

En esta campaña más que en ninguna otra, hemos visto una decadencia absoluta de una clase política que perdió la “clase”, y en donde no hay ni un requisito mínimo para poder entrar, más allá, del aplausometro de la popularidad.

Cualquier persona tiene derecho a votar y ser votado, pero no a costa del presupuesto público que le cuesta a todos los mexicanos, quienes seguimos pagando shows que no ayudan en nada a que el país mejore.

Ningún partido político tuvo el interés de construir una plataforma seria de cara a esta elección, a la cuál todos, absolutamente todos, tacharon como las más relevantes para el futuro del país, pero que no estuvieron a la altura para actuar en consecuencia.

Y es que si bien, las dirigencias nacionales han hecho algunos efímeros esfuerzos por presentar unas cuantas propuestas en un marco nacional; no hubo instituto político que pusiera como requisito para ser candidato a algún cargo de elección, que los aspirantes presentaran un proyecto de trabajo serio y sujeto a evaluación, que garantizará su capacidad y por lo menos conocimiento sobre la problemática y posibles soluciones a las que se deberá enfrentar en caso de ganar su contienda.

Es así, como cada partido o reciclo viejos perfiles, o catapultó al estrellato a figuras nuevas y sin preparación alguna, que pudieran causar revuelo y llamar la atención del electorado con base a ocurrencias o payasadas.

La elección se ha convertido en “Un circo”

Esta elección ha sido como un circo en donde todos los boletos ya están vendidos, el público está atento, y los dueños del espectáculo optaron por meter la mayor cantidad de payasos, malabaristas y fenómenos para entretener al pueblo.

Mientras esto sucede, la sociedad mexicana se polariza, se desanima, y deja todo en manos de personas a las que lo menos que les interesa, es el bienestar de todos.

Y aunque hay algunos candidatos que pudiéramos rescatar, realmente lo que ha reinado en esta elección ha sido el circo, la maroma, y el teatro; muy por encima de un verdadero trabajo. ¿Qué le espera al país si no cambiamos esto?