El exgobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, bien puede considerarse de los pocos políticos que se atrevió a enfrentar el poder de Andrés Manuel López Obrador. Su denuncia sobre el huachicol fiscal, una de las tramas de corrupción más costosas y escandalosas del régimen, lo convirtió en objetivo político, pero también en símbolo de resistencia frente al autoritarismo lopezobradorista.

En una entrevista que concedió al programa de Miguel Quintana “El Trol”, acompañado por la panista Adriana Dávila y un servidor, Cabeza de Vaca narró los orígenes de su enfrentamiento con el expresidente. Recordó que el 28 de agosto de 2020, durante una conferencia matutina realizada en Reynosa, entregó personalmente al presidente una carta en la que denunciaba la operación de redes de huachicol en Tamaulipas, con nombres, rutas y complicidades.

“No somos tapadera de nadie”

El documento, que también entregó la exsecretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, incluía información sobre líderes del crimen organizado y casos de delincuentes liberados por autoridades federales. En pocas palabras, destapaba ante López Obrador la cloaca del contrabando de combustibles.

Sin embargo, la respuesta fue inmediata y brutal. El 23 de febrero de 2021, Alejandro Gertz solicitó a la Cámara de Diputados el desafuero del gobernador para procesarlo por supuestos delitos de delincuencia organizada y lavado de dinero. Un día después, López Obrador, intentó deslindarse del golpe político con una frase cínica: “No es venganza, pero no somos tapadera de nadie”.

Desde entonces comenzó una persecución implacable que el propio Cabeza de Vaca califica como una represalia por haber tocado los intereses más oscuros del régimen.

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Durante la entrevista, el exmandatario tamaulipeco dio detalles de cómo se gestó el huachicol fiscal con el respaldo de figuras de Morena. El protagonista, Sergio Carmona, un empresario que había sido contratista de Pemex, quien, en colusión con en el nuevo gobierno dieron inicio a la operación del huachicol.

Carmona se acercó en 2018 a Américo Villarreal, y para 2019, junto con Mario Delgado, líder nacional de Morena y Ricardo Peralta, entonces titular de Aduanas, tejieron el entramado que colocó al hermano de Carmona al frente de la Aduana de Reynosa. Desde ahí, comenzó el ingreso ilegal de combustibles sin pago de impuestos, cuyos beneficios pararon en campañas de Morena. “Todo está documentado en investigaciones de Estados Unidos, con testimonios y videos”, advirtió.

Cabeza de Vaca relató que su gobierno decomisó 30 pipas con pedimentos alterados y duplicados, con una carga de medio millón de litros de gasolina. Todo fue entregado a la FGR, pero el fiscal Gertz Manero guardó silencio. Ante la presión estatal, los operadores del contrabando cambiaron de estrategia y comenzaron a usar ferrotanques, un método fuera del alcance del gobierno local.

El panista asegura que hubo protección y complicidad y que, en lugar de frenar el crimen, el gobierno federal lo fortaleció.

La red también operaba por mar. En los puertos de Altamira, Tampico y Pánuco, los barcos cargados con hidrocarburos entraban con permisos alterados y documentación falsa.

“Nos estorbábamos porque las autoridades sanitarias del estado eran las primeras en subir a los buques y revisar la carga. Ahí supimos todo lo que traían”, recordó. Según su versión, la presión aumentó hasta llegar al punto de la amenaza: primero lo invitaron a “entregar el estado”, luego el desafuero y, finalmente, la persecución judicial, un entramado que Cabeza de Vaca bautizó con una frase que resume su visión: “crimen político organizado”.

El exgobernador sostiene que AMLO y su grupo más cercano orquestaron y protegieron la red de corrupción y contrabando más grande de la historia moderna de México, en la que participaron altos funcionarios y operadores políticos.

De acuerdo con sus datos, las cifras oficiales de importación y exportación de combustibles entre México y Estados Unidos, no coinciden. “Las autoridades norteamericanas registran con total transparencia lo que exportan, pero los números mexicanos no cuadran. La diferencia representa una evasión fiscal de más de 500 mil millones de pesos”.

Pese a la gravedad de las denuncias, AMLO negó la existencia del huachicol fiscal e intentó reducirlo a simples “rumores políticos”. Sin embargo, Cabeza de Vaca insiste en que la red involucró a dependencias clave: el SAT con Antonio Martínez Dagnino, la UIF con Santiago Nieto y Pablo Gómez, Cofepris con Hugo López-Gatell, Aduanas con Ricardo Ahued, Horacio Duarte y Ricardo Peralta, la Guardia Nacional, la Sener de Rocío Nahle, la CFE de Manuel Bartlett, Pemex con Octavio Romero y, por supuesto, la FGR de Gertz Manero, que “prefirió hacerse de la vista gorda mientras se dedicaba a perseguir a los adversarios de AMLO y Sheinbaum”.

Las revelaciones vuelven a colocar al centro del huracán político a Cabeza de Vaca, quien representa el valor del que se atreve a desnudar el rostro corrupto del régimen.

“AMLO y su grupo de more-narcos fueron descubiertos. Denuncié la red criminal de corrupción y complicidad política más grande de la historia”. Con crudeza y aportando datos, expone la doble moral de un gobierno que, bajo el discurso de la honestidad, habría construido un sistema paralelo de impunidad y poder económico junto al crimen organizado.

En un país donde el silencio suele comprarse y la justicia se acomoda a conveniencia, la voz de Cabeza de Vaca se mantiene incómoda: sus acusaciones cimbran los muros de Palacio al dejar al descubierto que el “combate a la corrupción” pudo ser en realidad: la fachada del crimen político organizado.

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