“Nunca ha existido una buena guerra…” (frase que se le atribuye a Benjamin Franklin). Frente a los comicios electorales del próximo año en nuestro país, parece haber oídos sordos a esta máxima, sobre todo de parte de ciertos estrategas de campaña que están decididos a desatar una guerra negra” para promocionar a sus candidatos, rumbo a junio de 2024. Y en esas campañas, los medios de comunicación jugarán un rol fundamental.

A nadie debiera sorprender el papel que tienen dichos medios en la definición y diseño de preferencias electorales, especialmente en el periodo de comicios. Los medios se han convertido en agentes ideológicos y activistas preponderantes, al actuar, en muchos casos, más como actores propagandísticos, que informativos.

En días pasados se publicó en la revista semanal The Economist un muy interesante artículo titulado “Los medios y el mensaje”, de frente a las elecciones presidenciales que habrán de celebrarse en EU, también en 2024. Varias de las premisas que sostiene aplican en el ambiente electoral que habremos de vivir en México, que anuncia tambores de guerra, en un tono que nos debiera alertar como votantes. Seremos el blanco de mensajes cuyo objetivo será direccionar nuestro voto a favor de uno u otro candidato, a través, por ejemplo, de la creación de “realidades alternativas”.

Algunas de las tesis de The Economist se resumen en lo siguiente:

  • La difusión de información es fundamental en la arena política.
  • Los medios se han distanciado del “centro” político.
  • La disrupción informativa alimenta la fragmentación política (ya que cada vez hay más medios informativos, como las redes sociales).
  • Los mensajes de los medios de comunicación responden principalmente a los intereses del modelo de negocios que los sostienen. Las elites tienen un gran peso en las democracias. Cuando hay campos políticos diferentes en universos de información separados unos de otros, estos tienden a demonizarse.
  • En el mensaje, los medios delinean la realidad que buscan transmitir.
  • El electorado encuentra en el medio de su preferencia la confirmación de sus ideas preconcebidas, y la verdad que quieren oír, más allá de los hechos y datos que lo sustenten, que pueden ser interpretados y manipulados a favor o en contra de los candidatos que han decidido apoyar.
  • La polarización aviva la desinformación.
  • Con la inclusión de la inteligencia artificial (IA), la era de la posverdad se agudiza y se amenaza aún más la veracidad, alimentada por la confusión vía videos, voz e imágenes.
  • El uso de la IA solo contribuirá a enrarecer el ambiente de confrontación electoral.

En 2024, habrá que ser, como electorado, muy cuidadosos para discernir las intenciones y motivaciones de los comunicadores que busquen orientar y apoyar a una determinada posición política.

Se dice que nunca circulan más mentiras en los medios que cuando hay una guerra, o se presentan elecciones. En 2024, más allá de una contienda que confronte posiciones políticas de una y otra candidata (o candidato), se anticipa un bombardeo de descalificaciones, soundbites, sensacionalismo, amarillismo y escándalo, dirigidos a explosionar, que pueden afectar la vida democrática del país.

Seguramente será difícil encontrar equilibrio informativo entre los medios que hoy, en México, en su mayoría, se orientan a difundir el mensaje de las fuerzas de la oposición, frente al mensaje diario matutino del presidente López Obrador, desde Palacio Nacional (lo que se ha categorizado como el mensaje conservador frente al progresista). En 2024 se anticipa un enfrentamiento de estas posiciones donde los ciudadanos deberemos ser muy cautos para no incidir aún más en la polarización.

La guerra sucia, también definida como un tipo de violencia política, no es nueva en nuestro país, y los votantes cada vez somos menos vulnerables a la manipulación. Lo que debe quedar muy claro es que, en 2024, el peso de la voluntad del electorado debe definir las elecciones, más allá de los medios de comunicación.