La Real Academia Española da varias definiciones de pillo: (i) persona pícara que no tiene crianza ni buenos modales; (ii) sagaz, astuto, y (iii) ladrón.

Carmen Aristegui sabrá cuál de tales definiciones aplica al empresario para el que trabaja —su patrón, pues— o con el que está asociada quién sabe de qué manera, el señor Francisco Aguirre, de Radio Centro.

Lo menciono porque, con todo el respeto que me merece la periodista, hoy le puso excesiva crema a sus tacos de pureza periodística.

En respuesta al presidente Andrés Manuel López Obrador, Carmen dijo que a ella no la apoya Roberto Madrazo, el perverso priista patrocinador de Carlos Loret; que no colabora con Ricardo Salinas Pliego, de TV Azteca; que no tiene relaciones con Emilio Azcárraga, de Televisa —empresa que posee el 50% de la propiedad de SDPNoticias: el otro 50% es mío, viva la transparencia—, y al último añadió que ella nada tiene que ver con compañías extranjeras.

Creo que la señora Aristegui olvidó varios detalles:

1.- Para empezar, a Carmen se le borró de la memoria el pequeñito detalle de que ella está respaldada por Pancho Aguirre, singular empresario de medios, propietario de Radio Centro y el canal de TV La Octava, que no ha dudado en recurrir al poder político para resolver los múltiples problemas en los que se ha involucrado.

2.- Carmen Aristegui no quiso recordar que Aguirre, cuando no pudo pagar el excesivo monto que ofreció por una cadena nacional de TV que había licitado el IFT, fue castigado por el órgano regulador con el pago de una garantía por 415 millones de pesos.

3.- Carmen olvidó asimismo que su patrón o socio Aguirre tampoco pagó más de de 140 millones de pesos que había ofrecido por tres estaciones de radio que había ganado en otra licitación.

4.- Qué mala memoria de la respetada Aristegui: no se acordó de que su jefe o aliado Aguirre tiene fuertes adeudos con la Sociedad de Autores y Compositores de México a la que debe grandes sumas, a pesar de haber firmado un convenio propuesto por él mismo y para el que no dudó en pedir el apoyo de la Secretaría de Gobernación, a la que solicitó fungiera como intermediario o facilitador de tal acuerdo.

5.- Carmen también olvidó que su patrón Pancho Aguirre es ampliamente conocido en la industria de la radiodifusión porque, como resultado de su deficiente gestión administrativa, se ha visto obligado a desprenderse de prácticamente todas sus estaciones de radio fuera de la Ciudad de México.

6.- Qué pena que Carmen no recordara las malas prácticas administrativas y malas apuestas de negocio que orillaron a Aguirre a dejar de pagar en 2020 la amortización de diversos certificados bursátiles que representaban en ese momento un adeudo de 1,650 millones de pesos. Debido a esa suspensión de pagos, la Bolsa Mexicana de Valores suspendió la cotización de sus acciones en aquellos días. Hoy su grupo le apuesta al canal de TV La Octava que tiene en la Ciudad de México, en el que el programa de noticias de Carmen Aristegui es su principal apuesta. Aun así, se sabe que es un proyecto que le ha costado mucho dinero a Pancho Aguirre.

7.- Carmen Aristegui tampoco recordó que por los problemas financieros que el mismo Aguirre ha gestado y el oportunismo que siempre lo ha caracterizado, hoy se le ve apurado tratando de conseguir apoyos políticos para recuperar una estación de radio por la que no quiso pagar en tiempo y forma al IFT para obtener la prórroga de esa concesión.

Ese el personaje que sí está detrás de Carmen Aristegui. ¿Ya recordó la periodista para quién trabaja?

Posdata 1:

Carmen dijo que nada tiene que ver con empresas extranjeras, pero trabaja para la gringa CNN. Y si se trata de recordar inmoralidades de dueños de medios de comunicación, algún día la señora Aristegui contará la historia de la chingadera que le hizo a su padre don Alejandro Junco de la Vega, presidente del consejo del diario en el que ella publica artículos, Reforma.

Posdata 2:

A pesar de lo anterior, Carmen me cae bien y admiro su trabajo. Y no, no es como Loret; en esto AMLO exageró bastante. Pero quizá la destacada comunicadora debe bajarle varias rayitas a su presumida pureza periodística.