Hace unos días, en El Financiero, su director editorial, Enrique Quintana, planteó con buen criterio analítico cuál es la gran diferencia entre la crisis más grave que enfrentó Enrique Peña Nieto, la de de 2014 —en la que murieron asesinados 43 normalistas de Ayotzinapa—, y la actual del presidente López Obrador, la de los 39 migrantes fallecidos en el incendio de un centro de reclusión.

La diferencia entre ambas situaciones radica en “los anticuerpos que tiene el presidente López Obrador”. Cito a Quintana:

  • “Enrique Peña era un presidente al que iba a infectar cualquier bicho. Y no fue cualquiera. Fueron los 43″. Entonces, el gobierno de EPN a partir de ese momento se volvió inviable y perdió toda posibilidad de ganar las presidenciales de 2018.
  • Andrés Manuel López Obrador está inoculado”.
  • “Hay una amplia base de su electorado que está dispuesta a endosarle la responsabilidad de la tragedia a cualquiera que no sea el presidente o sus allegados”.
  • “Este episodio debiera levantar todas las alertas de la oposición”.
  • “Y si hay quienes piensen que con los 39 muertos de Juárez van a generar una respuesta equiparable a los 43 de Ayotzinapa, más vale que lo piensen dos veces”. Es decir, a pesar de la crisis de los migrantes muertos, el partido de AMLO sigue siendo el gran favorito para imponerse en las presidenciales de 2024.

De acuerdo, no hay tragedia que sea capaz de quitarle a Andrés Manuel López Obrador puntos en las encuestas de aprobación, y por lo tanto no habrá nada que impida la victoria de Morena en 2024.

Pero, si conozco a AMLO, eso no le satisface. Andrés Manuel busca algo más —y mucho más difícil de conseguir— que nuevos triunfos electorales de su movimiento, que ya lo ha ganado todo.

Lo que pretende el presidente López Obrador es un lugar de privilegio en la historia de México. Y, me parece, esto si lo pone en riesgo la tragedia de los migrantes.

Sin duda, existe la posibilidad de que los y las cronistas del futuro, cuando juzguen el drama migrante de estos años, sean menos amables con Andrés Manuel que la ciudadanía actual.

No veo responsabilidad directa de AMLO en la tragedia de Ciudad Juárez, pero… A veces el jefe excesivamente bueno termina por dañarse a sí mismo.

Andrés Manuel ha sido en este caso demasiado protector de tres de sus subordinados:

  • El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien evidentemente no hizo nada para supervisar que las cosas marcharan en forma correcta en el Instituto Nacional de Migración, cuya operación depende de él.
  • El titular del INM, Francisco Garduño, un hombre que sin duda falló en su trabajo.
  • Y el canciller Marcelo Ebrard, este uno de los diseñadores del proyecto migratorio que no tenía viabilidad alguna y al que se lanzó el gobierno de México porque no hubo capacidad para decir NO al gobierno de Estados Unidos; una capacidad que por cierto sí ha existido en las relaciones comerciales.

Lo que he dicho de Adán Augusto, Garduño y Marcelo es mi opinión, no la de AMLO. Pero algo debe ver Andrés Manuel de incorrecto en lo realizado por los tres funcionarios. Es la única explicación al hecho de que la responsabilidad de atender la tragedia el presidente no la dio a ninguno de ellos, sino a una mujer absolutamente fuera de toda sospecha, Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad.

Sin duda Rosa Icela es competente y aportará credibilidad a las investigaciones de la Fiscalía General de la República y de otras dependencias del gobierno. Pero, desde luego, lo que más le pesa es tener que cargar con el enorme desprestigio de tres funcionarios —para colmo, dos de ellos corcholatos— a quienes se ha pedido que se hagan a un lado para no provocar daños mayores.

Hay detenidos y qué bueno que rápidamente se hayan planteado castigos para los responsables de más abajo en la estructura administrativa. Pero esto no basta, claro que no. ¿Por qué solo ir contra los de abajo? ¿Por qué siempre es así en la política mexicana?

Si no cae nadie de más arriba, la crisis no se superará del todo. Es decir, en algún momento pasará factura. Seguramente, como dijo Enrique Quintana, ello no ocurrirá en 2024 —sin duda son dignos de admiración los anticuerpos de AMLO—, pero el momento de pagar podría llegar después, cuando la historia que suele ser menos apasionada, dicte su sentencia.

Andrés Manuel, por favor, que las ganas de proteger a tres subordinados tuyos no comprometa tu reputación futura. Alguno habrá actuado mal —en lo personal pienso que los tres—, y una investigación rápida e imparcial lo determinaría sin lugar a dudas. No es posible que muera tanta gente y la culpa sea solo de los siempre, los de abajo.

Más que a tus subordinados, defiende tu lugar en la historia, presidente López Obrador. Ese lugar que mereces y que el exceso de cariño a tu gente no debe poner en riesgo...