De austeridad republicana a pobreza franciscana, ha dado la metafórica instrucción el Presidente López Obrador a su gabinete, en cuánto a la forma de conducirse en el gobierno, que seguido ha dado públicamente el ejemplo, no sólo con el estilo de vida cuasi monacal y cercano a la vocación pastoral que siempre ha llevado, el que la generación de liberales de la Reforma, encabezados por Juárez, zurcían ellos mismos sus trajes y/o uniformes militares, resumiendo la vida republicana (y austera por definición) a un carruaje itinerante con los archivos, el Presidente y el tesoro nacional con el a su resguardo.

La llegada de los primeros frailes franciscanos, entre los que sobresalen en la Historia los “12 apóstoles de México”, en el año de 1524, miembros de la orden entre los que se encontraban Bernardino de Sahagún y Toribio de Benavente ‘Motolinia’, cuyo último apellido no era tal, motivo por el cual lo entrecomillo, sino que los naturales que sobrevivieron al trauma del choque de dos mundos (guerras en inferioridad numérica por alianzas con Pueblos que eran tributarios al Imperio Mexica, epidemias y abusos de toda índole) lo comenzaron a llamar de esa manera al exclamar dicha palabra.

Al ver la contrastante sencillez y humildad de esos frailes con la de los atavíos pretenciosos de los bestiales conquistadores encabezados por Hernán Cortés el vocablo náhuatl “¡motolinia, motolinia!”, pues, que significa algo muy cercano a “¡mira su pobreza!” en idioma español, forma de vida que llegó a ser considerada por algunos mexicanos antiguos cómo enfermedad de locura, dado su total renuncia a los asuntos mundanos y el apego a la contemplación y exaltación de lo espiritual.

A los franciscanos debemos el que buena parte de nuestra Historia prehispánica se preserve (los informantes de Sahagún son icónicos en la historiografía prehispánica), y que también se haya permitido introducir la religión cristiana sin tantas dificultades, permitiendo la conservación de ciertas costumbres e incluso deidades, dando cómo resultado el sincretismo que tiene cómo sello nuestro catolicismo.

De entrada, la idea novedosa de un Dios que se había sacrificado por ellos y no a la inversa, Dioses que demandaban sacrificios humanos agradó a los naturales; los frailes actuaron casi siempre en defensa de los indígenas, a los que consideraban “genus angelicum”, es decir gente sencilla Inclinada a hacer el bien y con muy poca proclividad al pecado, que por su naturaleza estaban sus almas encaminadas a cosas de esencia divina.

Tanta confianza se puede demostrar en el sitio en el que se construyó el primer convento franciscano, ni más ni menos que, levantado fundamentalmente en madera, en el sitio del recinto del Templo Mayor de los mexicas; a los franciscanos se debe también la preservación del conocimiento médico ancestral de estas tierras, el cuál utilizaban en los primeros centros hospitalarios que levantaron en la llamada Nueva España.

Pasados algunos años, y con el arribo de otras órdenes y también de clérigos seculares, los principales de muchos pueblos se movilizaban con la finalidad de demandar a favor de la prevalencia de monjes de la multicitada orden franciscana, es decir, la permanencia de sus primeros maestros.

Gracias a los franciscanos, además, se conoce lo que se puede denominar cómo la primer utopía mexicana en época ya hispánica, encabezada por un nativo de Cholula de nombre Baltasar, fundando con la bendición de los frailes, una especie de comunidad llamada Chocaman, dentro de lo que hoy es el estado de Veracruz en los límites con Puebla, que significa “lugar de lloro y penitencia” que emulaba el ideal místico franciscano, y que giraba en torno a una gran escuela o monasterio.

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La alabanza a San Francisco de Asís, patrono de la orden franciscana fue digna del canto de una alabanza en lengua náhuatl, que en idioma castellano reza en una de sus partes:

“... Echamos de menos ya nuestro canto, nosotros, niños pequeños mexicas, llega hasta el, a él, San Francisco, nuestro padre estimado, allá en el interior del cielo..., Libro de colores es tu corazón, lo que son tus cantos que a Jesucristo entonados, tu los haces llegar a San Francisco, el que vino a vivir en la tierra”.

Sin duda, los niveles de aceptación y popularidad del Presidente Andrés Manuel López Obrador, no pueden sino evocar a lo vivido por nuestros antepasados originales dueños de estas tierras mexicanas, ya que el modo de vida y la prédica de Andrés Manuel (nada alejado a las prácticas franciscanas que aquí relatamos), a lo largo y ancho del país y durante ya tantas décadas, sin pausa ni descanso, contrasta con la clase política tradicional, tan venida moral y éticamente a menos en las últimas tres décadas

A la manera que los frailes franciscanos lo hicieron con los hombres sucios de a caballo, espada y armadura que tantos inenarrables daños causaron hace 500 años.

Y que a manera de otro canto de la época los mexicanos de hoy expresan su sentir en forma de efusivos abrazos, cariño, respeto y tumultos para obtener un saludo o una foto de su tan entrañable Presidente, lo que bien que equivaldría al canto referido que así se enuncia: “... Con la presencia de rostros y corazones que habían llegado, los ‘motolinianih’, pobres de verdad, pero dueños de gran bondad y sabiduría: tu corazón es eso, un libro de pinturas”.