Dice el refrán: “en cojera de perro, lagrima de mujer –y agrego, en promesa de político— no hay que creer”. Aunque aún falta tiempo para que la oposición defina a su candidato a la Presidencia de la República, hay varios apuntados, el primero: Ricardo Anaya.

Ricardo Anaya quiere victimizarse, pero no sabe como hacerlo. Ante su derrota en 2018, cambió su residencia a Estados Unidos. Después de un año de silencio, volvió a actividades privadas, al poco tiempo puso en marcha una estrategia de promoción en redes sociales, con mensajes y videos. Vimos a un Anaya comiendo tacos, viajando en camión o molesto porque la “banda” compra caguamas antes que artículos de primera necesidad, que lo convirtieron en material para memes y burlas. Después dijo que seguiría con sus recorridos. No aspiró a ningún puesto de elección popular el año pasado.

Cuando Emilio Lozoya fue extraditado a México, en una larga lista de nombres apareció el de Ricardo Anaya. Más allá de los cargos que se le imputan, este joven y ambicioso político vio la oportunidad de victimizarse. Las autoridades los citaron, Anaya respondió con videos en sus redes sociales, presentándose como un perseguido político y el presidente Andrés Manuel López Obrador le respondió en sus mañaneras, con lo cual le dio la notoriedad que buscaba, pero muy a su pesar, dicha notoriedad no se tradujo en apoyo social o partidario.

El caso Lozoya naufraga. Nada de lo que prometió Lozoya fue cierto, lo cual representa una enorme oportunidad para los mencionados de lavarse la cara en este complejo caso de corrupción y tráfico de influencias.

Las investigaciones en contra de Anaya provinieron originariamente del PRI, en el contexto de la campaña electoral de 2018 y su pleito con José Antonio Meade. La implicación de Lozoya en el caso Odebrecht era sólo de oídas, hasta que el ex director de Pemex fue detenido en España y mencionó su nombre.

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El problema para Anaya es que no quiere correr ningún riesgo y sí capitalizar todos los beneficios. El miedo no anda en burro, no quiere verse en el espejo de Rosario Robles o de Jorge Luis Lavalle y pasar una temporada en la cárcel. El 14 de febrero, día del amor y la amistad, faltó a su cita al juzgado. Dijo que compareció, a través de sus abogados, falta ver lo que dice y hace la Fiscalía.

Anaya es un opositor de chocolate. Nada que ver con los cuadros históricos del PAN como Luis H. Álvarez, Manuel J. Clouthier, Salvador Nava, inclusive los propios Vicente Fox y Felipe Calderón, que por años utilizaron la resistencia civil pacífica en contra del régimen.

¿Anaya logrará victimizarse y ser nuevamente candidato a la Presidencia? Hasta el momento se ve complicado. Pero necesita mucho más que videos para lograrlo. Una manera de serlo sería que fuera detenido injustamente por las autoridades.

Hasta el momento, su principal promotor, voluntario o involuntario, ha sido el propio presidente, quizá lo siga siendo. La política es de bronce.

Onel Ortíz Fragoso en Twitter: @onelortiz