Después de la humillación viene el relevo. Veamos las cosas como son hoy en día en la política mexicana versión 4T.

Humillación para el canciller Marcelo Ebrard, sin duda. Eso representó el hecho de que mientras él andaba de gira en Asia, en México un enviado especial del presidente Joe Biden (John Kerry) y 20 empresarios de Estados Unidos le echaban montón al presidente López Obrador para intentar obligarlo a cambiar de última hora la reforma eléctrica.

Si el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores no está para asesorar el mandatario mexicano en los momentos de verdadera importancia, ¿entonces para qué sirve? Porque, hasta donde se sabe, a Ebrard no se le paga como publirrelacionista contratado para viajar a la sede de la copa mundial de futbol, donde, desde luego, su presencia no aportó nada para nadie.

Es un hecho que Ebrard ya no está en el ánimo de quien manda en Palacio Nacional. Lo estuvo en otro momento del sexenio, por supuesto, cuando inclusive fue considerado todo un poderoso vicepresidente.

Pero, como en la canción, de aquel chorro de voz del canciller Ebrard —en tiempos en que sus mensajes se escuchaban fuerte y lejos—, ya solo queda un chisguete.

No han sido pocas las veces en que AMLO ha descalificado a Marcelo, y el colmo fue la visita de Kerry y de los empresarios estadounidenses, a la que no se convocó al titular de la SRE.

Ello significa que ha perdido relevancia como precandidato presidencial, no en las encuestas —sigue en segundo lugar entre quienes aspiran a la grande por Morena, cerca de la líder Claudia Sheinbaum—, pero sí ha caído donde seguramente más importa: la opinión de Andrés Manuel.

Entonces, podría en cualquier momento Ebrard dejar vacía su aspiración de llegar a la candidatura presidencial de Morena en 2024, es decir, podría tomar la decisión de abandonar el barco de la 4T para buscar mejor fortuna en las otras opciones políticas.

Ya se verá el destino de Ebrard. Mientras se define, se ha apuntado para llenar ese hueco el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien sin venir mucho al caso tomó un vuelo a Torreón, Coahuila —no desde el AIFA, desafortunadamente— donde participó en un evento de Morena para promover la consulta de revocación de mandato.

Adán Augusto López aprovechó el viaje y también visitó Sonora, en un evento encabezado por el gobernador Alfonso Durazo sobre la Reforma Energética y en donde el actual secretario de gobernación aseguró que los consejeros del INE “ya se van”, y lo harán “con la cola entre las patas”.

Ya el INE dirá si el funcionario cayó en algún tipo de desacato —no sería raro que lo condenen: las autoridades electorales han sido severas al juzgar a Sheinbaum por hablar de la revocación—, pero por lo pronto lo comentable es que Adán Augusto se puso el traje de precandidato.

Evidentemente el secretario de Gobernación quiere ser el caballo negro: el que estaba oculto, llegó tarde a la carrera y ganó.

Para lograrlo necesita, en primer lugar, la confianza del presidente AMLO —la tiene evidentemente—, pero no basta, y Adán Augusto lo sabe; entonces, necesita otra cosa y va por ella: crecer en las encuestas nacionales.

El titular de Gobernación solo será popular en todo México si sale de su oficina y viaja por la nación. Ha empezado, se le desea suerte.

Mucho tendrá que trabajar para subir sus números en los sondeos, ya que en los realizados por MetricsMx para SDPNoticias sigue muy bajo, tanto que no es posible —todavía no— ubicarlo gráficamente al nivel de quienes encabezan la carrera por Morena, a saber: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.

Debe apurarse Adán Augusto, el tiempo pasa y no espera.