Hace dos años, el sueño de Maxim Molokoedov de ganar dinero fácil mediante el transporte de drogas se derrumbó estrepitosamente, pero ahora sus condiciones futbolísticas le dan una nueva oportunidad en la vida y la posibilidad de rehabilitarse nada menos que en un equipo profesional de la segunda división chilena.
El rubio de 24 años, delgado, de pelo corto y de aspecto eslavo abandona diariamente el penal capitalino donde purga su condena para entrenar con el equipo profesional de Santiago Morning, un cuadro de la segunda división.
Maxim es ruso —"de San Petersburgo, la capital de la cultura de Rusia", dice con orgullo— y en julio de 2010 fue sorprendido en el aeropuerto de Santiago con seis kilos de cocaína ocultos en libros infantiles que le habían encargado trasladar desde Ecuador hasta Moscú con escalas en Santiago y Madrid.
Dos años después, goza de una autorización especial que le otorga el servicio penitenciario para salir de su prisión durante varias horas al día. "El servicio está dando posibilidades de rehabilitación", dijo el director del organismo, Luis Masferrer, al explicar el permiso especial.
Acompañado por un gendarme de civil, viaja unos 30 minutos hasta el campo de entrenamiento de Santiago Morning, situado en un sector rural de la comuna de Quilicura, en medio de vacas que mugen, gallos que cantan y patos que retozan en una pequeña alberca. Lo único que altera el ambiente bucólico son los aviones que aterrizan y despegan del cercano aeropuerto internacional.
Las condiciones atléticas del joven despertaron el interés del equipo, que lo acaba de contratar por seis meses para que juegue la Copa Chile, un torneo por eliminación directa que comenzó en junio pasado y se desarrolla hasta mayo de 2013. Su debut todavía no se produjo, pues el club está a la espera que la federación rusa envíe el pase.
"Estoy aquí en Chile por tráfico de drogas y me castigaron con 3 años y un día", agrega luego de su presentación.
Tras vencer una reticencia inicial a conversar con periodistas, alentado por el técnico de Santiago Morning, Hernán Ibarra, Maxim cuenta que le gustaría retornar a su ciudad natal, donde jugó en el equipo de la segunda división rusa Pskov 747, pero que también desea seguir en el fútbol chileno.
"Me gustaría regresar a San Petersburgo, pero también quiero jugar al fútbol. Son las dos cosas que quiero. Si hay posibilidad de jugar en un equipo de Chile, voy a intentar traer a mi familia", señala en un español limitado que aprendió en el penal capitalino.
Maxim Molokoedov es hijo de un mecánico del ejército ruso y de una madre profesora. Las razones por las que se metió en el mundo de la droga no quiere comentarlas.
"No quiero hablar de esto. Quiero hacer otras cosas. Es un mal recuerdo y quiero vivir de la vida que me gusta", precisa.