Girar una nueva orden de aprehensión contra Javier Duarte y Juan Collado tiene una ventaja: difícilmente pueden darse a la fuga, puesto que ya están resguardados en la cárcel.
Me imagino que a Collado y Javidú los van a hacer cruzar la reja de salida, y en cuanto pongan un pie fuera los van a volver a meter (con suerte llevándose un macanazo, cortesía del custodio de la entrada).
Me parece un acto misógino que a Rosario Robles no le dicten nuevas órdenes de aprehensión como a los hombres, ¿acaso la discriminan por ser mujer? Es la Yoko Ono de la corrupción; ni siquiera Carlos Ahumada la visita, en cambio Yadhira Carrillo y Leticia Calderón son la delicia del Penal de las Estrellas.
Detener a los que ya están detenidos no tiene chiste, hay muchos “pájaros de cuenta” revoloteando libremente, dignos de un apañón. Carlos Salinas de Gortari está ligado con Collado y Duarte (pero no con Javidú, sino con el otro Duarte, el que agarraron en Estados Unidos, país de Keith Raniere, creador de la secta sexual Nxvim, de la que hablaré más adelante). ¿Por qué no detienen a Salinas por primera vez para que se vaya acostumbrando?
Felipe Calderón está abogando para que no apañen a los ex presidentes; yo le recomendaría que tome la tribuna en la ONU y se defienda (de esa manera, la ONU exigirá el encarcelamiento inmediato de Calderón).
Peña Nieto hace bien en ser un imbécil: si lo encarcelan pensará que saldrá en un año (o menos, como en 70); si no lo encarcelan, en un futuro podría convertirse en presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Pero además de los ex presidentes, hay otros delincuentes que podría apañar un nutrido cuerpo de policía: Romero Deschamps, por ejemplo (en vez de otras dos órdenes de aprehensión contra Emilio Lozoya); o hacer válida la orden de aprehensión contra Mario Marín, quien se dedica a publicar fake news en diarios poblanos sobre supuestos amparos que impiden su detención, para que así pueda libar unas pasitas en el Callejón del Sapo, sin que lo moleste “la tira”.
No olvidemos que Mario Marín, además de (supuestamente) ser buscado por los delitos de tortura e intento de homicidio de la periodista Lydia Cacho, también está ligado a la trata de menores y pornografía infantil; quizás el prófugo priista tenga el mismo poder que tuviera Jeffrey Epstein (pues la clientela poderosa de los tratantes de menores forman una sociedad secreta que se protege con todos los medios jurídicos, políticos y delictivos que estén a su alcance). El góber precioso (como le decía Kamel Nacif, el empresario poblano también prófugo y socio del detenido Jean Succar Kuri por pedofilia, tratante de menores y prostitución infantil) quizás evada el bote por la protección de clientes pederastas poderosos, pero mínimo hay que pegar su foto en todos los periódicos murales de las escuelas y pasar su retrato durante las clases de la SEP por televisión, diciendo: “Este señor es un cerdo”.
Quizás el emporio de tratante de blancas de Mario Marín esté ligado al tráfico de esclavas sexuales y marcadas con hierro en NXIVM, secta ligada a Emiliano Salinas, hijo de Carlos Salinas de Gortari, el Illuminatti, enano y reptiliano empeñado en adueñarse del mundo. Y mientras tanto, la justicia se ocupa en detener a los que ya están detenidos. Chale.