Desmayarse, atreverse, estar furioso,<br>áspero, tierno, liberal, esquivo,<br>alentado, mortal, difunto, vivo,<br>leal, traidor, cobarde y animoso;<br>no hallar fuera del bien centro y reposo,<br>mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,<br>enojado, valiente, fugitivo,<br>satisfecho, ofendido, receloso...<br>
Lope de Vega
Si me tenías<br>¿Por qué perdiste el equilibrio y te alejaste de mi vida?...<br>Muy buena suerte<br>Yo te deseo un paraíso de mentiras<br>Un universo con estrellas que no brillan<br>
Mijares
No es menor ni pasa desapercibida la cantidad de obligaciones, tareas y proyectos que el ejecutivo federal ha encomendado al ejército mexicano. Distribuir libros de texto, transportar dinero y drogas, manejar bancos, —próximamente— administrar vacunas, construir un aeropuerto, un tren y unas sucursales bancarias, encargarse de los puertos y sus aduanas, del suministro de combustible, de la seguridad pública.
El último planteamiento es crear una empresa militar para que esta controle los aeropuertos del país y el Tren Maya. ¿Todo para amedrentar a las comunidades y grupos de la sociedad que se oponen a su construcción?
No solo eso, se piensa que la locomotora a diésel tendrá ganancias y que estas servirán para pagar pensiones a militares y marinos... Nuestros impuestos financiando este sueño presidencial y, en específico, el retiro de un selecto grupo de mexicanos...
¿Habrá rendición de cuentas? En una opaca Cuarta Transformación, la respuesta es no (¿o alguien ha sabido algo del caso Cienfuegos? El general nunca más volvió a aparecer después de que fue extraditado por los Estados Unidos).
Por ello, y hablando de privatizaciones, ¡estamos atestiguando una!
Pero volviendo al tema central que me ocupa: pareciera que poco importa que con todo lo anterior México cada día se asemeje más al Estado militar que los miembros de la hoy CuatroTé tanto juraron terminar. ¿Ocurrencias? Muchas.
López Obrador prometió mandar al ejército a sus cuarteles en menos de seis meses y, contrario a su compromiso, todos los días tenemos un ejército más empoderado, con mayores atribuciones y generando más dudas que certezas sobre su verdadero poder... mismo incluso sobre el titular del poder ejecutivo.
¡Qué lejos estamos de cuando la 4T era oposición y clamaba por la no militarización del Estado mexicano! Basta ver algunas publicaciones en las redes sociales de connotados miembros de Morena (y demás “parásitos”) para ver lo mucho que han cambiado en su percepción en tan solo dos años.
Obviamente no solo de los miembros de la 4T. También de críticos de antaño de la militarización del país, quienes ahora guardan silencio sepulcral. Y eso que ni siquiera se ha mantenido igual, sino que se ha multiplicado la presencia militar en la vida diaria del país...
Es paradójico que siendo Felipe Calderón quien sacó al ejército de los cuarteles para plantarlos en la calle, López Obrador fuese su más feroz crítico. A la vuelta de los años, él no solo sigue el ejemplo de su némesis, sino que apuesta en todo momento por las Fuerzas Armadas y les da un poder ilimitado.
No solo superó lo que tanto criticó, hoy no se puede concebir el gobierno de la 4T sin todas las funciones que realizan los militares. De seguir así, pronto veremos a estos en otras carteras del gabinete y no sólo en la Marina, en la Defensa Nacional y —de facto— en las secretarías de Seguridad Pública y Comunicaciones y Transportes.
Siendo López Obrador admirador del general Lázaro Cárdenas, debería leer en los libros de historia (no recetarnos la que inventa) que el general inició la desmilitarización del Estado mexicano, quitando la mayor parte de las secretarías de mandos exmilitares. Su sucesor fue Manuel Ávila Camacho, el último presidente castrense.
Como en muchas ocasiones, hay una línea muy delgada entre confiarse y entregarse. En el primer caso, se confía en los militares para coadyuvar en la estrategia de seguridad; entregarse es cuando se les da la cantidad de tareas encomendadas como lo que sucede actualmente. Y de una situación de militarización no se sale fácilmente. Ahí están más de un ejemplo solo en latinoamericana para recordárnoslo.
Ante lo cual, cabe la pregunta: ¿por qué dar tantas responsabilidades a un cuerpo especializado en velar por la defensa del país de ataques del exterior? La interrogante acepta varias respuestas, todas bastante tétricas.
La primera es suponer que en todo el aparato burocrático del país no hay quien pueda realizar las tareas encomendadas a ellos dadas sus responsabilidades. Si esto fuera cierto, todas las secretarías tendrían que desaparecer. ¿Hacía allí nos dirigimos? Obviamente esto es falso, hay varios —aunque cada vez menos— servidores públicos capacitados y comprometidos con México.
Podría ser también que, con su usual desconocimiento de las leyes mexicanas y al no entender un ápice del servicio público y cómo funciona este, cada vez que se le ocurre algo a López Obrador, sea el ejército a quien decida acudir.
Pero hay más explicaciones. La visión de que en los Estados próximos a convertirse en dictaduras, el presidente en turno se rodea de militares y les da poderes ilimitados, independientemente de que el ejecutivo acabe siendo traicionado o no.
En todo caso, difícil en nuestro país y más con Joe Biden a la cabeza de nuestro vecino en el Norte.
O, bien, que quienes persiguen, capturan y logran decomisos fuertes de droga en nuestro país son los militares. Y, para que sean “abrazos y no balazos”, ¿qué mejor táctica que tener ocupada a las Fuerzas Armadas en otros menesteres?
Los decomisos de drogas realizados por el ejército en 2019 fueron los más bajos los últimos seis años: en algunos casos (mariguana, amapola y metanfetaminas) hasta 10 veces menor. Con tantas actividades adicionales, esta cifra no sorprende. Así, los militares destinados en distintas tareas para no distraerse con en el combate al narco...
Sea lo que sea, se puede dimensionar la gravedad del problema: por un lado Ejército y Marina con cada día mayor poder de decisión, descuidando sus obligaciones primigenias, y por el otro, una policía y una administración gubernamental deficiente; de capa caída y en picada. Y los resultados pueden ser catastróficos. Tanto en las actividades básicas de las Fuerzas Armadas, como en la vida civil de la nación.
Por eso la pregunta: ¿quién gobierna a quién? Esto es, ¿quién está ‘comprando’ la voluntad de quién?