Nada más en la última semana que acabó ayer domingo, 13 civiles y un policía estatal fueron asesinados en Nuevo León.

Los números no mienten y contradicen a quienes quieren ver una escena naif en lo que es una historia pintada de sangre.

Los expertos en la materia nos quieren consolar: “la mayor parte de los homicidios fueron consecuencia de aparentes ajustes entre grupos de la delincuencia organizada”.

¿Y el terror quién nos lo quita?

Todos los municipios del estado tienen sus propias historias de violencia: El lunes fue asesinada a balazos la dueña de una estética de la colonia Balcones de Santa Rosa, en Apodaca. El martes se registraron dos asesinatos, en la Unidad Habitacional Independencia, en el mismo municipio de Apodaca, y en Rincón de las Palmas, en Santa Catarina. El miércoles se sumaron a la cuenta otros dos homicidios, entre estos el de una bebé de tan sólo 1 año de edad que fue asesinada a golpes por su propia madre en el municipio de García.

Pero en las cuentas señalan como “el día más violento”, al jueves, cuando se registraron cinco asesinatos. Dos asesinatos ocurrieron en la colonia Hacienda El Palmar, de Santa Catarina.

Y el viernes ocurrieron tres crímenes: Los dos primeros por la madrugada en Monterrey, en las colonias La Primavera y Torremolinos. Y por la tarde la conductora de una camioneta fue ultimada a tiros en la avenida Churubusco, en el oriente de Monterrey.

Para rematar la semana, ayer domingo un policía de Fuerza Civil cayó abatido durante una persecución que comenzó en el municipio de Anáhuac y acabó en el Municipio de Lampazos.

Otros dos oficiales acabaron lesionados y los delincuentes lograron escapar.

Al ver estas cifras la primer impresión es que “está fallando la estrategia”.

Pero los maloras dirán: “¿Cuál estrategia?”