La ciencia de gobernar

En un evento en Ecatepec, Estado de México, el presidente dijo: “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad; la política tiene más que ver con el sentido común que es el menos común, eso sí, de los sentidos...” Y, casi como queriendo corroborar dicha afirmación, el sentido común ha resultado un bien poco común —valga la redundancia— en las acciones emprendidas por el actual poder ejecutivo federal.

La frase pronunciada por el presidente refleja a la perfección lo que va de la presente administración gubernamental: el desprecio a la ciencia (al conocimiento, a la información y a las evidencias). Si acaso, recupera el método científico de “prueba y error”, pero el resto de la gestión ha sido privilegiar los prejuicios, la religión y la ideología sobre la argumentación.

La 4T ha puesto la voluntad por encima de la razón, característico de equipos necios que creen que todo lo pueden y que consideran que de nada sirve hacerse de otras voces.

Para muestra, algunos “botones”...

√ Construir un aeropuerto: estuvo mudo el sentido común que dictaba que era más “barato” concluir Texcoco que cancelarlo (y eso sin contar los costos de hacer viable Sta. Lucía). Nunca se alcanzó a realizar una auditoria seria, integral y transparente de lo ya realizado, y se prefirió cancelarlo.

√ Combatir la corrupción: mucho se ha dado a conocer sobre las fechorías de pasadas administraciones y funcionarios que las integraban, pero nulo ha sido el sentido común de perseguirlos y procesarlos para, entre otras cosas, disuadir la reincidencia o dar un ejemplo a las futuras generaciones de servidores públicos.

√ Aplicar la normatividad: el “nadie por encima de la ley” se ha vuelto presa (en el discurso y en la práctica) de los delitos y crímenes de otros que no llegan a ser castigados. Así, por puro sentido común se promueve la impunidad en el país.

√ Derrochar soberbia (y recursos públicos): al no pedir asesoría cuando se ignora un tema.

√ Tener salud pública de primer mundo: el sentido común se encuentra moribundo, cuando en el sector salud se dan retrasos y recortes en medicamentos e insumos básicos.

√ Mudar a Palacio Nacional: se dilapida el sentido común con la mudanza de Los Pinos a Palacio Nacional, pues es más caro el cambio, que haber vivido en Los Pinos o en una de las “cabañas” contiguas que ahí se tienen.

√ Comer fifí: falla el “sentido común” cuando el CONACYT no quiere becar a niños genios para asistir a las olimpiadas de las matemáticas, pero puede gastar millones en comida gourmet para algunos de sus empleados.

√ Promover la energía limpia: el sentido común brilla por su ausencia cuando el novel secretario del medio ambiente dice que los molinos generadores de energía eólica (abundante y cero contaminante) se roban el oxígeno de las comunidades.

√ Impartir el inglés: el sentido común se ruboriza cuando cuando oye a los docentes decir que no hablan inglés, pero lo pueden enseñar… Esa clase merece explicación.

√ Proveer luz: el sentido común se escandaliza cuando se quiere construir una 3ª planta generadora de electricidad en Yucatán, cuando esta (junto con las dos primeras que no están produciendo al 100%) lo que requieren es de gas natural para su funcionar.

√ Y los ejemplos pueden seguir: extraer crudo, construir una refinería, combatir la inseguridad, enfrentar el problema del sargazo, capacitar a la Guardia Nacional, etcétera.

Réquiem por el sentido común

Señalar la falta de sentido común de la 4T no es sinónimo de solapar los sentidos abusos de regímenes anteriores. El problema es que en esta administración no hay ni sentido común, ni ciencia pues los programas sociales de corte asistencialista (que esta administración sí ha privilegiado de forma notable) no tienen nada de científico.

Efectivamente, el sentido común “es el menos común de los sentidos”, como escasas también son las señales de que la 4T cuente con ese sentido.