“Peligro. Reduzca su velocidad, edificio dañado. Si es posible, no pase”.
-Con una chingada, que si puede, es mejor que no pase-.
Pues la verdad es que no la inventé (solo lo último)... La frase con que inicio esta colaboración me la encontré mientras paseaba este fin de semana en un letrero colgado en una calle de la colonia Roma, de la Ciudad de México.
Y pues qué les digo, al principio, después de ver que el letrero colgaba frente a un terreno baldío en que era evidente que acababa de ser demolido un edificio, pensé que nadie se había tomado la molestia de retirar el ahora innecesario letrero...
-Digo, no está de más recordar que han pasado prácticamente 18 meses desde los terribles sismos de septiembre del 2017.
De pronto, noté que entre los edificios que colindaban con el baldío, había al menos dos notoriamente dañados y deshabitados...
Y unos metros adelante, noté también que había más edificios dañados a ambos lados de la calle.
Y sí... Claro que sonaba prudente hacer un llamado a no circular a altas velocidades por esa calle e incluso a no pasar por ahí... Esto a pesar de que en un conmovedor ejemplo de resiliencia, era evidente que había gente que seguía viviendo en otros edificios ubicados justo al lado de los dañados, y que ahí también había locales comerciales de todo tipo que seguía dando la batalla por seguir adelante; la vida buscando su cauce.
Pero el caso es que los sismos de hace casi dos años seguían ahí... Casi tan presentes como lo estaban en aquellos días inmediatos a la tragedia, y en que desde todos los órdenes de gobierno se gritaba que la reconstrucción sería una prioridad.
Pero el hecho es que la reconstrucción ha avanzado muy lentamente en la capital del país... Mucho más lentamente que en otras entidades afectadas, donde quizá porque el daño se concentró en vivienda para grupos poblacionales fundamentalmente rurales y de bajos o muy bajos ingresos, la reconstrucción asistencial ha sido mucho más eficiente que la reconstrucción fifí que se necesita en la Ciudad de México.
De hecho, esta misma semana distintas notas periodísticas señalaban que el anterior gobierno capitalino pagó copeteadas algunas partidas relacionadas con la reconstrucción, como es el caso de una serie de demoliciones; exceso o ineficiencia que hay que agregar a los apoyos otorgados para pago de rentas a falsos damnificados.
Pero el caso es que es común ver grupos de paseantes que salen en verdaderos safaris fotográficos por los diferentes barrios chilangos que resultaron más afectados por los sismos.
Se les ve dando vueltas en sus bicis o monopatines por las colonias Roma y Condesa, tomando fotos o tomándose sus chai lattes desde algún café de moda en tanto conversan sobre el estilo de la zona y el que pudo tener el edificio que ya no está.
No hay duda de que hasta antes de los sismos del 2017 nadie, o casi nadie, googleaba el Centro SCOP para saber más del edificio o de los murales que éste albergaba.
Hoy se tienden cadenas de oración pidiendo la conservación del inmueble y las obras de arte que atesora.
Era –y sigue siendo- tan evidente este falto de sensibilidad turismo postsísmico, que durante meses vimos en las colonias afectadas letreros pidiendo no tomar fotos de lugares en que hubo víctimas mortales...
Un día cualquiera es común ver las caras, de susto primero, de interés después, de turistas sorprendidos por pruebas de las alarmas sísmicas o simulacros en que la gente abandona edificios y toma las calles y banquetas para efectuar coreográficos protocolos.
Caras que se repiten con los avisos que se dan al inicio de las funciones de cine, en que se explica a los asistentes qué hacer ante cualquier emergencia.
En tierras chilangas se pueden comprar camisetas con leyendas como: “Yo Sobreviví el Temblor”, o la clásica y chicochesesca frase: “¿dónde te agarró el temblor?”.
Pero es un hecho; va a volver a temblar y debemos estar preparados para ello.
Al margen del morbo que todo esto pueda generar, esa certeza tendría que verse traducida en eficientes programas de prevención y respuesta a las diferentes etapas que seguirían a este fenómeno.
Va a volver a temblar y seguramente algún edificio saldrá dañado... De eso no hay duda.
Pero la duda que quisiéramos eliminar es la de la eficiencia de programas de reconstrucción, que tengan dispuestos recursos económicos, financieros y legales.
No puede volver a pasar que después del temblor se pongan a inventar programas emergentes para canalizar recursos para atender a los damnificados.
Debe haber total claridad de cómo se reconstruirán los diferentes tipos de inmuebles, de dónde saldrán recursos y en qué casos el damnificado puede esperar un subsidio o un crédito preferencial para atender su emergencia.
Debe haber diagnósticos muy claros sobre los obstáculos legales y financieros que implica la reconstrucción... Y los consecuentes instrumentos que permitan superarlos.
No lograremos ni que deje de temblar, ni que dejen de venir turistas para ver cómo se vive en una ciudad expuesta a estos fenómenos.
Lo que hay que esperar es que estos turistas vengan y vean la forma en que son debidamente atendidas las diferentes vertientes de la emergencia. Que vengan a ver cómo se prepara y cómo actúa una ciudad que sabe que está en una zona sísmica y está preparada para ello.
Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos
Correo electrónico: hurbano@centrourbano.com
Twitter: @horacio_urbano