Borges le dijo a Sabato que el gran descubrimiento de los políticos es que no necesitan ser coherentes.

Sabato le respondió que desde luego no, que no necesitan ser coherentes porque los políticos apelan al corazón.

¿Tienen valor jurídico los pollitos, las chivas y las gallinas que Andrés Manuel López Obrador ha presentado (este martes lo hizo ya por segunda ocasión) como pruebas de que hubo un gran fraude el pasado primero de julio y que, por lo tanto, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación debe anularlas? Claro que no.

Los pollitos, las chivas y las gallinas solo sirven para que los rivales de López Obrador se burlen de él y, por otra parte, para cohesionar a sus seguidores.

Cuando un grupo es atacado, se cohesiona. Es el propósito de los pollitos, las chivas y las gallinas: que los anti AMLO ataquen para que los pejistas se unan todavía más.

En algún libro publicó Bertrand Russell que la historia del mundo es la suma de todo aquello que hubiera sido evitable.

Todo este espectáculo de los pollitos, las chivas y las gallinas lo pudimos haber evitado. Pero no pudimos o, quizá, ni siquiera quisimos.

La pobre política mexicana.