I.

Ahora que para un proyecto muy personal releo la tetralogía juvenil de los diálogos socráticos de Platón, me tomo descansos durante los cuales veo fragmentos del youtube; entre estos, entrevistas a políticos (las entrevistas a escritores son una afición muy anterior). Así, llegué al encuentro de Adela Micha con la comunicadora Lilly Téllez, que además de colaborar hoy día en el medio en que lo hago, SDPnoticias, es candidata a senadora por el Estado de Sonora por el partido al que daré mi voto el 1º de julio de 2018, Morena.

De la entrevista, me llamó la atención que Téllez citara a Jorge Luis Borges. Y más aún el contenido de la cita en relación a la “valentía” y el “reto” de aceptar la candidatura política teniendo construida ya una carrera en los medios: “Hay que tomar el reto. Como decía Borges, que la vida vale la pena vivirse por los momentos de arrojo”.

De inmediato, la frase la sentí ajena a Borges, a su estilo y espíritu. De entrada, ni hablar de política, que al escritor le resultaba execrable. Y en términos generales de su pensamiento y a menos que alguien o la propia Téllez ubiquen la cita exacta, esta me parece extraña a su literatura y su poesía. A su ánimo vital. La ocasión me da la oportunidad de abordar un tema rezagado.

El sentido de la frase me recordó más bien a un famoso poema atribuido durante muchos años a Borges, “Instantes”, que es una y otra vez enviado en mensajes masivos y compartido en las redes sociales; alguien ha dicho que está pegado en todas las oficinas burocráticas de Hispanoamérica. Poema llano, vulgar, sin valor literario, de inspiración “psicologista” para el mercado de autoayuda y superación personal. Indignada y negando en absoluto la autoría borgiana, María Kodama dice que invirtió 8 años en la búsqueda del autor del texto. Y la encontró, a Nadine Stair, una gringa anciana. (El crítico literario Omar González, en un profuso texto, “Borges y México. Entre negligencias, elogios y frijoles en la sopa”, sugiere que se trataría del seudónimo del caricaturista estadounidense Don Herold; 1888-1966).

Al menos es lo que Kodama concluye, porque autores varios han rastreado versiones primigenias del poema tan lejanas como 1935. Una de ellas, la de Herold, en el célebre Selecciones de Reader’s Digest, en 1953. Y no sólo eso, se ha establecido que junto a la versión castellana atribuida a Borges, hay variantes en distintos países e idiomas respectivos con múltiples autorías y aun anónimos.

En el poema de Stair no se encuentra la frase citada por Téllez, pero sí el estilo y el espíritu y hay una línea que se le acerca: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida…. Correría más riesgos, haría más viajes,…” (otra, hilarante, dice: “Iría a más lugares a donde nunca he ido/comería más helados y menos habas”).

Quien haya leído a Borges con claridad, sabría ipso facto que es imposible que “Instantes” lo haya vaciado su genio. Pero por increíble que parezca, Elena Poniatowska no sólo se lo atribuyó al escritor sino que dijo que ella se lo había leído en 1973, cuando lo entrevistó, y lo publicaría como tal en 1990 en su libro Todo México. Pero allí no acaba la historia. En 2012 tuvo que ser retirado de librerías Borges y México, publicado por Lumen y coordinado por Miguel Capistrán, porque incluía la entrevista de la escritora al poeta y el poema en cuestión.

En México para la presentación del libro de Capistrán en medio de la celebración de la relación entre el escritor argentino y el país, una indignada Kodama exigió el retiro y tuvo que cancelarse la presentación en Bellas Artes. Ha argumentado en diversas entrevistas que se trató de una invención de Poniatowska, a quien no conoce, porque en la entrevista de 1973 en tres entregas, nunca aparece el dato del poema ni de su lectura a Borges. Como tampoco aparece el poema “El remordimiento”, ese sí de Borges, pero dictado por éste a su mujer 3 años después de la entrevista referida tras la muerte de su madre en 1975; esto es algo que la escritora mexicana agregó en su publicación de 1990. Es decir, se trató no sólo de una ridiculez de Poniatowska al no tener juicio para valorar semejante poema, también de una “licencia literaria” al agregarlo. Un desbarre total. Random House Mondadori aceptó suspender el libro y extirpar el infortunado texto de Poniatowska para volverlo a lanzar. No obstante, Omar González señala que solicitó Borges y México por internet y ¡allí seguía el texto de La Poni y el poema de Borges! Como una ficción borgiana fantástica o una historia de terror.

No cito aquí “Instantes” no sólo porque es una vergüenza, también porque se encuentra en el internet o en las redes sociales fácilmente. Pero ofrezco en descargo un poema de Borges que, según el escritor Gordon Milcham, citando a otro, a Benjamin Rossen, pudo haber contribuido a la confusión, “El instante”, publicado en Nueva antología personal. Lo saco de la página 35 de la versión de Siglo XXI Editores; se agradece el peso borgiano: 

EL INSTANTE

¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño

de espadas que los tártaros soñaron,

dónde los fuertes muros que allanaron,

dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?

El presente está solo. La memoria

erige el tiempo. Sucesión y engaño

es la rutina del reloj. El año

no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo

de agonías, de luces, de cuidados;

el rostro que se mira en los gastados

espejos de la noche no es el mismo.

El hoy fugaz es tenue y es eterno;

otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.

II.

Después de ver la entrevista de Adela Micha a Lilly Téllez vino al fin el sueño. Al dormir alguien me decía que había una exposición maestra de fotografías blanco y negro gigantes de Jorge Luis Borges en el centro de la Ciudad de México. Fotos tomadas al escritor anciano en 1915 (lo cual es imposible, pues entonces apenas cumplía 16). Recorrí en efecto la exposición y al final encontraba a Borges acompañado por María. Conversamos. Nos tomamos fotografías; algunas “selfies”. Al despedirnos al pie del pequeño avión en que regresarían a Buenos Aires, tomé la mano del escritor mientras la mujer me decía o yo le decía a ella, “me mandás las fotos, por favor”. Acordamos.

Pero el arte del sueño se impuso. No obstante el adiós, viajaba ya con ellos en la nave. Hablamos de tantas y laberínticas cosas. Borgiano, el sueño se reiniciaba una y otra vez desde que alguien me informaba de la exposición, y al regresar al punto del vuelo un nuevo dato se incorporaba; y otra vez desde el principio.

Después de horas de vuelo y sueños llegó al final, sí, la despedida. A la distancia quedó Borges, la mirada perdida, ciego con su abrigo y su mano en el bastón; en blanco y negro, como un otoño. A color, se me acercó María y, como despedida, sorpresiva y claramente arrimó, literalmente pegó su pelvis a la mía o ¿acaso ambas se juntaron de improviso? (o acaso fuera la pelvis de Téllez disfrazada de Kodama; un meandro del cerebro registraría más tarde). Y quedó como vaguedad flotando en el ambiente sombrío del sur invernal un cuento escrito hace algún tiempo –y antes de conocer la versión poética de Parra- del cual no diré el título, pero sí su contenido: Oh, envidia de Borges, todos querríamos una bella, leal y lúcida María Kodama.