Cuenta la leyenda que estaba Dios inspirado y atareado en la creación del Universo, de los mundos, allí lo tienen, con su barba y pelo cano, ojos enormes, con túnica de un blanco impecable, que contrasta con la obscuridad del espacio infinito, ya saben con ese semblante tan suyo que lo hace ver todo poderoso, con sus manos hinchadas del poder que concentraba, moviendo elementos de vida, oxígeno, hidrógeno, acomodando planetas, soles, asteorides, meteoritos, en fin, todo un complejo sistema?

Con un movimiento daba orden a una galaxia, con el cerrar de los ojos creaba constelaciones, seguía mezclando elementos, carbono, nitrógeno, usaba el fuego y por supuesto hacía presente su aliento divino para completar el todo, sí ya sé que eso parece más bien un hechicero de la edad media, pero no me culpen a mí, culpen a la leyenda.

Aquello era espectacular, fue tanta la gloria que Dios sintió al ver esa maravilla que estaba creando, que su cuerpo se vio envuelto en un impulso narcisista que le obligó a celebrar lo hecho, así que de inmediato se le ocurrió la grandiosa idea de preparar una bebida, a la que llamó vino, que por cierto el origen de la palabra vino es amor, claro que para hacerlo se necesita fermentar, pero bueno para algo es Dios, ya saben, así que en un parpadeo el brebaje estaba listo, tomó la luna como copa y celebró su obra.

Todo pintaba bien, pero, se dio cuenta que le faltaba contraste a su creación, vida, intensidad, por lo que tuvo la fantástica idea de crear el día y la noche, los colores, los olores.

Miraba su creación extasiado, tanto le gustó experimentar semejante placer que se dijo así mismo: ?Esta sensación debe ser compartida, no puede ser que nadie además de mí, pueda contemplar esta creación? fue entonces que tuvo la que hasta hoy ha sido su mejor idea? creó a la mujer. Qué mejor manera de inaugurar el universo, celebrando por un lado con una copa de vino, por el otro, con una mujer, la llamó Venus, su Diosa.

Al estar presente en el día a día, como toda buena mujer que se jacte de serlo, comenzó a querer hacer sentir su presencia en la vida de Dios, o al menos eso intentaba, dándole sugerencias al trabajo que el todo poderoso realizaba. ?Mira, qué te parece si aquí le pones pasto verde y le pones unas flores amarillas y otras lilas, quita el polvo estelar de por allá, mira que dejaste un agujero negro por aquel lado, qué cómo le piensas poner a aquella galaxia, ¿Andrómeda? Seguro terminará de teibolera?. Pero Dios con su paciencia infinita solo sonreía.

Hasta que un buen día, como recuerdan ya existían los días, Venus, mujer al fin de cuentas, sintiéndose desplazada, algo muy raro en las mujeres, se puso frente a él para decirle: ?Oye Dios, siempre estás muy ocupado, que si le falta una estrella al universo, que si ahora le voy a poner vacas al mundo, o anillos a Saturno, que si Marte se ve mejor de rojo, que si la luna mejor la hago de queso,  que si a Andrómeda? a todo esto, ¿por qué sigues insistiendo en ponerle ese nombre? En fin, necesito que me dediques tiempo, que me hagas sentir importante, que compartas qué es lo que haces, cómo lo haces, así que hazme el favor de organizarte, porque no habrá pretexto que valga y terminaremos en universos diferentes y muy muy lejanos.

El reclamo no fue una sola vez, fue una ráfaga constante, interminable, algo que nunca jamás en la historia se ha vuelto a repetir? (ajá) ante semejante descarga de reproches, Dios tuvo temor de que sus orejas se convirtieran en coliflor ante semejante insistencia, así que ante la necesidad de no tener problemas con su Diosa, tuvo la brillante idea de crear el tiempo. Y con el tiempo, los días, con los días, las horas, y con las horas la agenda organizativa, porque esa facultad tienen las mujeres.

Pensaba Dios, cuántos días serán suficientes, dos, tres, cinco? ¡Qué dilema!

Al final decidió que siete, ¿por qué siete? Solo Dios sabe.

Se organizó de tal manera que cinco de esos días los dedicaría para trabajar, -me falta muchos mundos por crear, por corregir- se decía para sí, así que esos cinco días se los dedicaría al trabajo fecundo, -me agarro sábado y domingo para descansar, digo, está bien que sea Dios, pero también uno se cansa, pero qué día le dedico a Venus, se me va a armar sino elijo uno en especial? ya sé, se contesta él mismo, con eso de que cinco días le voy a chambear y dos a descansar, que haya una transición, en el que comience uno a relajarse, a ponerse en ánimo, que vayas despejándote de la chamba, que le diga a mi lady, sabes qué mi Diosa, aquí estoy para lo que se te ofrezca, nos tomamos unos vinos, es más, deja ver qué se me ocurre e invento algo de botana, quesos, y unas papas y cacahuates del Oxxo, cómo no, ya con el calor del vino vemos qué sale- sonreía de manera pícara al imaginarse el momento.

Tanto le gustó la idea, que de inmediato se la comentó a Venus.

-Sabes qué mi reina, ya estuve pensando y tienes toda la razón (desde entonces las mujeres siempre tienen la razón, aunque no la tengan, es palabra de Dios), te dedicaré un día a ti, para ti nada más, no sé qué nombre le pondré a los demás días de la semana, pero ese día, el día de hoy, que será para ti lo bautizaré como Viernes (Venus) en tu honor, ¿qué te parece?-

Los ojos de Venus se encendieron como amaneceres de primavera, quedó encantada con la idea, se sintió tan especial que de inmediato sirvió ese vino que había fermentado Dios, había que celebrar tan significativo regalo, el vino corrió en sus cuerpos llenándolos las venas de fuego, al embriagarse se dieron cuenta de que el universo entero era para ellos, que podían entregarse el uno al otro, fue así que ese mismo día los labios encontraron su verdadera razón de ser, la de poder besar, y los besos llevaron a las caricias y las caricias el encuentro de los cuerpos y con ello a descubrir el gozo verdadero. A partir de ahí se escuchó una frase que se escucha hasta hoy: ?Me haces sentir en el cielo?.

Fue así que Dios creó esta mezcla de universo, mundo, vino, mujer, lo que dio lugar a la veneración del viernes y a la sobrepoblación de este mundo. Amén.

P.d. Dios también creo el retweet para que compartieras esta columna. ¡Gracias!