Marcelo Ebrard Casaubón no pudo ser candidato presidencial de la izquierda mexicana. Lo derrotó, en un par de encuestas, Andrés Manuel López Obrador.

Pudo Ebrard, y ha sido su último éxito político, influir, en forma decisiva sin duda, para que uno de los suyos, Miguel Ángel Mancera, fuera candidato del PRD, el PT y Movimiento Ciudadano a la jefatura de gobierno del Distrito Federal.

Ebrard piensa, así lo ha dicho, trabajar para lograr la candidatura presidencial de izquierda en 2018. ¿Tiene posibilidades? Dependerá en gran medida de que logre dejar a alguien muy cercano a él como coordinador de los diputados federales o de los senadores.

¿A quiénes enfrentará Ebrard como rivales en la lucha por la candidatura presidencial de izquierda en 2018? A dos personas que lo superarán en recursos políticos y en carisma: Andrés Manuel López Obrador y Miguel Ángel Mancera.

El movimiento de López Obrador se consolidará, sobre todo si el tabasqueño no se equivoca después de que el Tribunal Electoral valide la elección presidencial del pasado primero de julio, es decir, si se convierte en lo que debe ser: el líder de la principal fuerza opositora al gobierno de Enrique Peña Nieto.

Para Ebrard, que no contará con ningún cargo público de importancia, resultará muy difícil derrotar a López Obrador.

Tampoco será sencillo para Marcelo Ebrard derrotar al carismático Mancera quien contará, para convertirse en una figura nacional de primer orden, con los reflectores que da la jefatura de gobierno del DF.

Ebrard, si no se ha mareado de más, debe ya entender que Mancera ha dejado de ser su subordinado y que el próximo gobernante capitalino legítimamente aspirará a la Presidencia de la República.

¿Qué le queda a Ebrard? Buscar hacerse fuerte apoyado por los leales que tendrán posiciones políticas relevantes, como los senadores y diputados electos.

La principal corriente del PRD, Nueva Izquierda, es decir, la de los chuchos, ha decidido que le conviene más coordinar la Cámara de Diputados que la de Senadores. Ebrard no tiene fuerza para impedirlo.

Pero los chuchos, a pesar de su influencia, no son tan poderosos para controlar, además de la de Diputados, la Cámara de Senadores. Esta, entonces, es la única que puede pelear Ebrard.

Conscientes de que solo mediante el engaño pueden mandar en el Senado, los chuchos han mandado a uno de los suyos, Armando Ríos Piter, a sumarse de última hora al equipo de Ebrard, de tal modo de convencer al todavía jefe de gobierno de que lo apoye para coordinar a los senadores perredistas. Si Ebrard lo hiciera, cavaría su tumba política, ya que los intereses de Ríos Piter dependen fundamentalmente de Nueva Izquierda.

Ebrard intentó que su principal aliado, Manuel Camacho, coordinara a los senadores. Pero no lo consiguió. Camacho no superó el veto de Nueva Izquierda y de las otras corrientes del PRD que no terminan de aceptarlo como perredista.

Derrotado, Camacho no se registró para buscar, en una votación que se celebrará este martes al mediodía, la coordinación del PRD en el Senado. Solo se registraron Alejandra Barrales, el mencionado Ríos Piter, Dolores Padierna, Miguel Barbosa, Luis Sánchez, Alejandro Encinas y Mario Delgado.

Ríos Piter y Barbosa son del grupo de los chuchos, que controlarán la Cámara de Diputados; Encinas, del de López Obrador, el líder social que no está interesado en influir en lo que pase en el Senado; Padierna es del equipo dirigido por su esposo René Bejarano, el más desprestigiado en el PRD; Sánchez es de otra de las tribus perredistas, y solo Barrales y Delgado son cercanos a Ebrard, mucho más este último.

Si Ebrard quiere seguir vivo en la política, esto es, si aspira a competir por la candidatura presidencial de 2018 con Mancera y López Obrador, tendrá que aplicarse para que Mario Delgado sea el coordinador de los senadores perredistas. Delgado es el único que, por una relación de muchos años, le garantiza a Ebrard un espacio político para no morir después de que se quede sin los reflectores y, sobre todo, sin los recursos de la jefatura de gobierno del DF.