<br>“Jamás entraría a un club que me acepte como miembro”.<br>

Groucho Marx

La “oposición” que hoy se opone a la 4T no debería llamarse oposición. Oposición es una palabra que evoca rebeldía, transgresión, contracorriente (aún recuerdo los Festivales de Oposición de antaño, con música de protesta); “oposición” es un apelativo que les queda tan grande como el uniforme militar que alguna vez portara Felipe Calderón; lo correcto, para referirse a quienes perdieron sus privilegios (en su gran mayoría ilegales e inmorales) es: “la derecha en el exilio”.

Sin embargo, esa “fifiriza” se autodenomina “oposición” como la que más, y con una gran ingenuidad (y/o como último recurso desesperado), invita al pueblo a protestar contra el único gobierno que les está prestando atención; son como vendedores de disco de música country afuera de un concierto de rap.

Hace muy poco, surgió en Twitter un grupo autodenominado Frente de Oposición Nacional, invitando a todos los compatriotas a sumarse a su movimiento reaccionario, Frente “fifí” que desapareció unas cuantas horas después, cuando varias celebridades se deslindaron de dicho Frente, al ver sus rostros publicados en su cartel de propaganda, que rezaba: “Ellos son la verdadera oposición; líderes de opinión, activistas, influencers, empresarios, intelectuales y artistas que hoy están haciendo contrapeso al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. ¡Unidos en un mismo Frente para defender a México!”, (en realidad debieron decir: “¡Unidos en un mismo Frente para defenderse los unos de los otros!”).

Es lógico. Para faulear al jugador del equipo contrario, hay que hacerlo donde no te vea el árbitro, solo un energúmeno patea las espinillas delante de todos (más adelante hablaremos del único energúmeno que se quedó en el grupito). Un auténtico Maquiavelismo requiere discreción. Ningún miembro de un grupo de choque va por ahí, pregonando: “Hola, soy golpeador. ¿Me invita a su mitin?”

La reunión de todos aquellos rostros, en un mismo cartel, me recordó la boda de la hija de Juan Collado, que parecía más bien una invitación a una redada (que de hecho, ocurrió días después, con las detenciones de Juan Collado, Rosario Robles y Emilio Lozoya Austin, más algunas otros pájaros de cuenta que ya tienen o tendrán orden de aprehensión).

Varias de estas personalidades se sintieron ofendidas al haberlas puesto junto a otras, de igual o peor calaña (yo, al menos, por muy “antipeje” que fuera, me sentiría ofendido que, como intelectual, me pusieran al lado de un influencer).

Todas parecen poseídas por el Demonio, y no ocultan su principal estrategia mediática: la violencia, llegando al grado de buscarle los aspectos más siniestros a la pandemia que nos aqueja, para culpar a López Obrador de ellos, vanagloriándose de las muertes y el desempleo, como si estas desgracias fueran provocadas por el Estado, y no fueran resultado de una emergencia sanitaria a nivel mundial.

El caso más patético es el de Javier Lózano, cuyo aspecto es decadente y lastimero (el otro día subió una foto a Twitter, portando una guayabera, presumiendo que estaba escuchando a Eric Clapton, dando más miedo que Britney Spears con sus sonrisas mecánicas, probablemente poseída por los Illuminattis).

Hace unos días, Gustavo de Hoyos invitó a Javier Lozano a ser vocero especial de la Coparmex, y éste respondió como de rayo: “agradezco mucho tu confianza, Presidente, y puedes estar seguro de que estaré en primera línea para defender, con todo, nuestro régimen democrático, de libertades y Estado de Derecho. Un saludo a la comunidad @Coparmex. Es un honor ser parte de la misma”.

Pocas horas después, lo sacaron de la primera línea y lo mandaron más allá de la retaguardia, al retirarle la invitación.

Supongo que hubo una conversación posterior entre dicho sujeto y los empresarios, para no dejar tan percudida su reputación, dejando en claro que debía conservar su imagen de duro cancerbero (que en realidad es de risa), pues al día siguiente, declaró: “@gdehoyoswalther pensó que yo me iba a quedar conforme. Después de tantos años no me puedo conformar a que me den migajas. Yo así no juego”. ¡Huy, qué malo! Jaja.

Con el Frente frío le fue peor, pues todos se salieron y lo dejaron solo en el salón. Quizás en unas horas reniegue de su tuit: “Gracias por incluirme en tan selecto grupo. Cuenten conmigo para defender, con todo, la democracia, el régimen de libertades y el Estado de Derecho de nuestro país”, y lo cambie por: “Después de tantos años no me voy a quemar, perteneciendo a un Frente chafa de hambreados, que no me ofrecen más que migajas. Yo así no juego”.

Lo último que falta es que México Libre lo nombre su candidato presidencial y, cuando acepte, le retiren la candidatura para dársela a Chumel Torres.

No sé si Javier Lozano tenga amigos, pero si no los tiene, le sugiero que contrate a una escort que lo lleve a un grupo de Energúmenos Anónimos, y se desahogue en tribuna todo lo que pueda.