Los momentos históricos de nuestra vida democrática en el país, revirtieron sustancialmente hace un año cuando Andrés Manuel López Obrador se instaló en el poder; inició un proceso de transición y reestructuración que pone fin el modelo tradicional del conservadurismo político en la estructura que- sumaban el binomio partidista del PRI y del PAN, pero de igual forma el PRD: un movimiento que puso fin a la ola social que promovía las causas populares.

Naturalmente existen desafíos innegables antes las dificultades que fueron producto de la herencia que inequívocamente señalaba las prácticas más antidemocráticas. Hoy por hoy, el país está experimentando un giro que finalmente se comenzó a instalar precisamente hace un año, cuando al ahora mandatario pone en marcha el programa de la cuarta transformación. Con lo anterior, se dio el primer paso a desaparecer el esquema de privilegios para aquella camarilla poderosa que desde la cúpula del poder ponía en práctica los hechos penosos y ominosos de la clase dominante, pero final irracional y acríticos

Lo anterior no se trata de un hecho impredecible, al contrario, seguimos observando que los sectores se han volcado a favor del cambio paradigmático que ha propuesto el mandatario. No solo el Zócalo de la ciudad de México fue abarrotado por familias, militantes, actores de la vida social e internacional como el caso de José Mujica, un personaje que ha sido la expresión y el hilo conductor de una corriente de opinión que generó grandes transformaciones en América latina. Esa inercia y arrastre de López Obrador, también se sustenta con altos índices de aceptación y popularidad. Según EnKoll, el 72% aprueba la gestión de Andrés Manuel; asimismo, El Financiero revela un sondeo donde el tabasqueño obtiene un 68%; igualmente, El Universal matiza que el partido que llevó al presidente al poder, se mantiene fuerte con un 36% de simpatías entre la sociedad; pero la que modifica considerablemente las anteriores, es Parametría que con un porcentaje de 75% de aprobación, que lo que constituye un acto histórico para nuestro territorio.

Hay reacomodos cuantitativos que prevalecen, pero lo cierto, es que ha sido fundamental el atributo de la imagen que produce Andrés Manuel López Obrador; se ha convertido no solo en el principal referente de México como mandatario, sino el rostro más competitivo en términos políticos; asimismo, podemos enumerar el dominante control de los temas del poder público; como el dato anterior, hay un sinnúmero de hechos que han pasado a convertirse medulares por la gran dependencia que tiene el retrato del jefe del ejecutivo.

A pesar de que se ha fraguado el continuismo de una guerra sucia y de desprestigio al presidente, esta llega en un momento sumamente potencial de su imagen. Para lograr lo anterior, han echado andar fabricaciones de flagelo que no han logrado ni siquiera a impactar la elevada popularidad de Andrés Manuel. Los que forman parte de ese pequeño bloque, han intensificado el tono porque la realidad apunta- a que viven una etapa de supervivencia, sobre todo de credibilidad. Ante el desdibujamiento, no han sido capaces de construir un contrapeso que realmente tome el papel responsable en las políticas públicas. Más bien, su participación se encamina a una exclusión de crecimiento impresionante. Según la encuesta que recientemente publicó el diario de circulación Nacional El Universal, muestra una decadencia que poseen en consecuencia de la crisis profunda que ocupan los partidos; apenas con un 7.2% de las preferencias se encuentra el PAN, seguidos por el PRI, y muy lejanamente el PRD, que claramente justifica su irremediable forma de sobresalir de ese agujero enorme en el que han caído.

La misma sociedad reconoce que hay abundantes complicaciones que el mismo López Obrador ha matizado; pero el reflejo de la oposición, sigue mostrando el recelo y resentimiento por una imagen que los aplastó en términos políticos en las elecciones del 2018. Esto sustenta las explicaciones de desvirtuar cualquier tema social, político y económico, para sacar provecho y, provocar una polarización. No podemos negar que en la marcha que convocó “los chalecos amarillos” hubo activistas con una ideología distinta; sin embargo, se politizó en el hecho, en virtud de que fue escalando la oportunidad de salir a las calles a mostrar el enorme rechazo que sienten por Andrés Manuel. Desciframos: una convocatoria que estuvo sesgada por el acarreo de las militancias panistas, pero de igual forma perredistas; cabe añadir que el sostén principal había que aportar la narrativa de esta manifestación fue precisamente las razones de incursionar las políticas sociales, donde prácticamente no tienen ni injerencia.

Sin embargo, el desempeño de algunos personajes sigue siendo pobre. No podemos negar que aprovechan estas coyunturas a envanecer y ensalzar sus figuras; aparentemente muestran un efecto de descontento que abraza la pérdida que ellos denominan: alarmista. Pero, más que una marcha, es sumarse anticipadamente a un proyecto que ya- llamamos emergente- por el clima de descrédito y desconfianza que poseen cada uno de ellos. Pero ¿Qué aporta Fox?, ¿qué suma Cortés?, ¿qué impacto genera Calderón?, ¿cuánto puede sumar Quadri?, ¿cuánto produce el PRD? En términos políticos nada, al contrario, han contribuido sustancialmente para pulverizar sus partidos. Restan, dividen y patológicamente son mentirosos.

Podemos resumir que ciertamente AMLO obtuvo los reflectores y abarrotó el Zócalo de la Ciudad de México. La oposición desvirtuó la movilización “apartidista” para politizar con claridad, esa realidad que día con día se ha ido agudizando y ha ilustrado la crisis que no ha pasado por alto la enorme desconfianza que sienten por ellos.