¿Quién es Violeta Dávalos?

I.

Si un concepto logra definir a cabalidad a la soprano mexicana recién fallecida, Violeta Dávalos Lara (1969-2021), ese es el de la precocidad. Un ser precoz en la música, el arte y la existencia; incluso en la muerte.

Su debut temprano como solista en la Escuela Nacional de Música de la UNAM (hoy Facultad) y su participación en obras corales, conciertos y sobre todo ópera, entre los 15 y 22 años de edad, cimentaría su solidez y su confianza. Los solos para la soprano en el Requiem y la Misa de Coronación, de Mozart, los personajes de “Voz de Plata”, en El Empresario, y “Constanze”, en El rapto en el Serrallo, ambas óperas de Mozart, contrastaron desde esa edad temprana con roles dramáticos como “Leonore” en Fidelio, de Beethoven, “Santuzza” en Cavallería rusticana, de Mascagni, y “Floria Tosca” en Tosca, de Puccini; regularmente para cantantes ya maduras.

Los anteriores elementos musicales y escénicos se complementaron con premios en diversos concursos nacionales de canto (Carlo Morelli y Fanny Anitúa, entre otros) que le permitirían acceso a importantes presentaciones, entre ellas, su debut en Bellas Artes en 1991 como “Doña Ana” en Don Giovanni, de Mozart, y posteriormente “Mimí”, en La bohéme, de Puccini.

El inicio de la década de los noventa es clave para Dávalos porque, además del debut en Bellas Artes, hace su aparición con dos personajes polémicos en obras importantes. El director orquestal y “empresario” italiano Giuseppe Raffa (acusado de fraude en varios países), quien la audiciona y contrata para cantar el papel estelar en Aída, de Giuseppe Verdi, en la “superproducción” del Palacio de los Deportes; y el director Enrique Bátiz, con quien cantará el Requiem de Verdi y la 9ª. Sinfonía, de Beethoven, entre otras obras.

A partir de este inicio intenso e inusual, su carrera se desarrollará básicamente en México, con escasa participación internacional. Habrá pocas sorpresas ya y su trayectoria tratará más bien de algunas adiciones de repertorio estándar y la reiteración de obras muy de acuerdo a la tónica de la ópera en México. Al prestigio inicial (no ausente de críticas dada la extraordinaria precocidad), se le unirá una capacidad individual para formular y establecer relaciones tanto públicas como personales; serán el sustento de su itinerario. Otra característica básica será la búsqueda de una presencia escénica atractiva al grado del sacrificio físico.

Estudios

II.

Pero falta destacar un elemento sustancial. Ese inicio poco ortodoxo, sorprendente y aun brillante no se sustenta solamente en las clases de su principal profesor de canto, Enrique Jaso Mendoza, como normalmente se refiere. Es producto de un proceso musical anterior. Minimizando la importancia de la escolaridad formal, Dávalos inició estudios de flauta (todas sus modalidades) desde los 7 años de edad. Un instrumento de aliento que le propició aprender el manejo del aire durante 8 años, antes de iniciar a cantar, además de conocimiento musical, musicalidad, fraseo, seguridad, consistencia.

Pasar de esa base sólida como estudiante de flauta al canto fue, en su caso, un acto casi natural, poco complicado. Esta característica la subrayé desde que ella cantara el difícil papel de “La Condesa” en Las bodas de Fígaro, de Mozart, en la producción de Bellas Artes de 1993, trayéndome no pocas críticas y aun ataques del entorno de Jaso Mendoza. Pero es una verdad irrefutable. Ahora bien, le corresponde a este profesor el mérito de haber percibido el talento vocal y escénico de la joven soprano. Y así fue como inició a cantar como una “estrella” dentro de su grupo. Condición que alimentaría y alentaría en beneficio de la seguridad psíquica y escénica de la cantante; aunque no pocas veces hayan caído en el exceso.

Fallecimiento

III.

Desafortunadamente, el potencial temprano de Dávalos no logró desarrollarse del todo. Antes de los treinta años dejó de crecer y sorprender. No obstante, a su repertorio básico y estándar -y a la nula posibilidad de extenderlo dadas las características limitadas de la ópera en México-, a su casi inexistente roce internacional -debido posiblemente a la falta de un refinamiento técnico vocal requerido en la escena extranjera así como a la inexistencia de esa estructura pública y personal externa como la tenida en el país-, hay que agregar un elemento más de valor.

Se trata de la interpretación y la grabación de algunas obras mexicanas rescatadas del olvido y de otras que fueron estreno. Así, dentro de las primeras, Ildegonda, de Melesio Morales, y Tata Vasco, de Miguel Bernal Jiménez. De las segundas, Ambrosio, de José Antonio Guzmán, y Alicia, de Federico Ibarra, entre otras.

Violeta Dávalos ha fallecido a los 51 años y meses. El tono de su existencia marcado por la precocidad, y aun por la tragedia, se ha expresado también, desgraciadamente, en el fin prematuro de sus días. Cantante, artista, mujer precoz, logró prácticamente todo lo que puede alcanzar un cantante nacional dentro de las limitaciones del género operístico y de concierto en el país. El tiempo permitirá establecer su lugar correspondiente en el ámbito artístico e histórico del género en México.