Tal vez injustamente, pero el periodista más lastimado en su prestigio por el arresto de Genaro García Luna en Estados Unidos es Carlos Loret de Mola, colaborador de El Universal y conductor de un noticiero en W Radio.

En general, las cosas no le han salido a Loret en el último año. En mi opinión por una combinación de obsesiones y ambiciones, que tienen que ver con lo mismo, el periodismo heroico: decidió desde la llegada de Andrés Manuel a Palacio Nacional cuestionarlo —con objetividad o sin ella— un día sí y otro también.

Loret es muy buen periodista, pero no está al nivel de Carmen Aristegui. Como otros colegas —Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín, Pablo Hiriart, Raymundo Riva Palacio— buscó ser la Aristegui de este sexenio, es decir, la figura mediática que le generara verdaderos problemas al presidente de México. El problema es que ninguno de ellos tiene lo que le sobra a Carmen: una trayectoria de muchos años de jamás transigir ni con el poder político ni con el poder económico, y sin siquiera ubicarse plenamente al servicio de las empresas de medios en las que ha participado.

Dado lo anterior hay que tomar con precaución sus opiniones, especialmente si trata de presentarlas como hechos. Hoy Carlos Loret ha publicado en El Universal una columna que sería interesante si incluyera mayor profundidad analítica, “Cómo el gobierno está generando una crisis económica”.

Lejos está de ser análisis el solo hecho de apilar juicios subjetivos y repetir las listas de proyectos que, desde el punto de vista de Loret no han funcionado en la 4T —aburre ya esa lista que todos los columnistas críticos publican casi a diario: la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la renegociación de los gasoductos, el nuevo modelo para el sector energético, blablablá.

En tal lista Loret incluye este jueves un elemento que merecería, ya no se diga una reflexión mucho más detallada, sino al menos una explicación mínima: que “la dinámica” de la Unidad de Inteligencia Financiera encabezada por Santiago Nieto se “percibe por los inversionistas como muestra de un odio al capital privado”.

El tema de la UIF es muy muy importante y Loret, hombre inteligente, pudo haber hecho el análisis correcto, esto es, el que realmente sirva para que el papel de Santiago Nieto, particularmente en su relación con los empresarios, sea un motor de desarrollo, que es la meta de todos.

¿Qué ha hecho el señor Nieto? Su trabajo, nada más. Ha exhibido pillos, que abundan en México. ¿o alguien lo duda? Y, por otra parte, la dependencia que dirige ha investigado más denuncias de operaciones financieras sospechosas que en el pasado.

Ni un solo caso ha habido en el que la UIF haya molestado a un hombre de negocios honrado.

¿Hay gente en el sector empresarial a la que preocupe lo que hace Santiago Nieto? Seguramente, sí: la que no puede justificar plenamente sus recursos monetarios en instituciones de México o del extranjero. Aplica el dicho de que, el que nada tiene nada debe.

Pura mala conciencia empresarial, pues.

Hay algo en los negocios actuales que no es una moda, sino una exigencia social: la ética empresarial, que una persona cuyo nombre no recuerdo sintetizó con esta frase: “No todo es ganancia o el sonido de la caja registradora, además hay que respetar los valores morales y las leyes”.

Quizá sobran inversionistas asustados porque en el pasado muy corrupto de México hicieron lo que mucha gente hacía y que, en los hechos, estaba permitido: violar las leyes financieras.

Si Santiago Nieto se pusiera de verdad exigente, tal vez nadie quedaría a salvo, ni empresarios ni políticos de ningún partido, ni periodistas ni deportistas, ni cineastas ni líderes religiosos.

En ese sentido el llamado periodístico a Nieto tendría que ser no a dejar de cumplir con sus responsabilidades, como implícitamente propone Loret, sino simplemente a establecer límites claros para la comunidad empresarial, vale decir, combatir las conductas financieras irregulares a partir de un punto, de una fecha, de un nuevo arreglo social para dejar en el olvido la cultura de violar las leyes sin consecuencias para nadie.

Creo que es lo que está haciendo Santiago Nieto. Quizá con el único pecado de hablar un poco de más, el hecho es que solo hemos conocido de parte de él casos de verdaderos lavadores de dinero, no de generadores de empleos perseguidos porque se equivocaron o excedieron en un contexto que invitaba a la ilegalidad.

Por lo demás, combatir a partir de un nuevo acuerdo la inmoralidad financiera debiera ser una incentivo para invertir mucho más en una sociedad en búsqueda de reglas sanas para el desarrollo de los negocios, que solo serán realmente productivos si se basan en la ética empresarial y ya nunca, como antes —como siempre— en la transa.