En medio de toda esta incertidumbre jurídica que se ha presentado en México, Estados Unidos, y en muchos países del Mundo, incluyendo Israel (ver SDP Noticias sobre el Juicio de Netanyahu: 14 de Mayo/2019), me llamó mucho la atención que recientemente en entrevista con Carmen Aristegui el Ministro José Ramón Cossio Díaz haya mencionado el caso Dreyfus, ocurrido en 1897.

Resulta que en esa época con el auge económico y político del Imperio Austro-Húngaro en Europa que coincide casual o causalmente con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo en México y el retorno de su esposa Carlota a esas tierras, las grandes potencias del Este europeo, hasta ahora, Inglaterra y Francia, tenían que encontrar un pretexto para desestabilizar a dicho Imperio de alguna manera, y, una de sus estrategias fue, acusar, sin pruebas, a Alfred Dreyfus de alta traición a la patria francesa, humillándolo públicamente y encarcelándolo, con el fin de que la Comunidad Judía a la que pertenecía comenzara a actuar y, así, competir con sus correligionarios alemanes, austriacos, húngaros, e, inclusive, rusos, pero, para su decepción imperialista, la mayoría de los judíos franceses e ingleses no hicieron nada por defender a Alfred Dreyfus culpado falsamente de espionaje; esa fue la principal razón por la que posteriormente, Teodoro Herzl, que acudió a las audiencias de Dreyfus, haya decidido convertirse en el primer sionista moderno y defender la causa judía, por estar en contra de esos correligionarios; pero, por obra del Destino, yo digo, un hombre alzó la voz y cambió la Historia: Emile Edouard Charles Antoine Zola, quien realmente no buscaba defender a Dreyfus publicando su imponentemente majestuoso ensayo: “Yo acuso”, lo que realmente pretendió Zola fue defender a la Verdad, a la Realidad, y consecuentemente, a la Justicia.

“Yo acuso”, de Emile Zola, se leyó en todo el Mundo a finales del siglo XIX y principios del XX, cambió la manera de pensar de la Humanidad, y, honrosamente, su cuerpo descansa en Francia junto a Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Sadi Carnot, los esposos Curie y Alejandro Dumas.

Es lo que necesita la Justicia mundial actual: Un Emile Zola.

 

Finalmente, el pretexto que consiguieron los países del Este europeo para frenar al Imperio Austro-Húngaro fue el asesinato del heredero de dicho Imperio: Francisco Fernando de Austria, el 28 de Junio de 1914.