La visita de AMLO a Washington, aparte de ser un acto eminentemente electorero, también marcó una reconfiguración del fortalecimiento geopolítico regional y ambos mandatarios coincidieron en señalarlo.

Según AMLO la región de Norteamérica antes generaba más del 40% del PIB mundial y hoy sólo participa con poco más del 27%, lo que significa que la región perdió la hegemonía alcanzada en las épocas de William Clinton y Ernesto Zedillo, cuando la llamada teoría de la Tercera Vía, del Sociólogo Anthony Giddens sobre el liberalismo social, permitió a la región ser la más importante del mundo,económica, comercial y políticamente.

Actualmente los factores que marcan el cambio y la reconfiguración de alianzas y flujos económicos y comerciales están determinados por los avances tecnológicos y científicos que cambian radicalmente el comercio mundial y obligan a un reposicionamiento de los principales bloques comerciales y económicos,donde destacan tres grupos: Europa, Asia y Norteamérica.

 

La crítica es grilla

Muchos críticos de la relación México-Estados Unidos y de la visita de AMLO a Trump parecen no percatarse de esta nueva realidad en la que los tres mandatarios firmantes del T-MEC buscan fortalecer la región.

Nos guste o no, México es vecino del país más poderoso del mundo y sería un grave error pelear o no buscar una alianza con ellos, del mismo modo que, para los gringos, sería un terrible error confrontar a su vecino del sur y poner en riesgo su “patio trasero”.

 

Nuestros mercados

México depende considerablemente de sus relaciones comerciales con EE. UU., que representanmás de tres cuartas partes de las exportaciones del país (casi 80%) Otros destinos para las exportaciones de México son la UE 4,7% y Canadá 3,1%. A nivel de las importaciones, se originan principalmente en EE. UU., con 46,6%, China 18%, la UE 11,4% y Japón 3,9%.

 

El sector energético

Otro punto muy importante que se tiene que atender, es el proceso de transición energética que ocurre a nivel mundial y en el que México ha estado presente.

Durante las dos administraciones anteriores México se sumó a la transición energética, es decir, pasar de energías fósiles a renovables y lo hizo con al menos 11 tratados comerciales y más de 40 acuerdos comerciales con más de 60 naciones alrededor del mundo.

En esta lógica, la relación comercial de México con Estados Unidos decreció, principalmente en el sector energético, donde desde 1999 a la fecha, el 78% de la inversión extranjera en el rubro provenía de Europa. Básicamente en lo que se refiere a generación, transmisión y distribución de energía eléctrica y en suministro de gas por ducto al consumidor final.

 

No solo contra China

De ahí el ataque que a diario lanza AMLO a empresas de generación eléctrica y transporte y distribución de gas natural. El golpe va dirigido a la inversión europea.

El ejemplo más claro se dio, justo en los momentos en que se daba la grandiosa cena de empresarios y gobiernos en la Casa Blanca, cuando Sempra Energy, una de las mayores empresas estadounidenses de energía, anunció una mega inversión en Baja California para la generación de electricidad, lo que echa abajo las propuestas de cambio en la ley que pretenden Rocío Nahle y Manuel Bartlett.

En este contexto, en la relación entre México y Estados Unidos en el marco del T-MEC, destacan al menos cinco puntos:

1) Reconocer la inversión en el comercio de Estados Unidos sobre todo en materia de manufacturas y servicios.

2) Hay que considerar que, en el marco de la globalidad, China era uno de los principales beneficiarios para entrar en el mercado gringo a través de México, con una balanza comercial deficitaria con el gigante asiático de 20 a 1.

3) El T-MEC permite la regionalización y la certificación de origen que implica un beneficio para la producción que se haga en cualquiera de los tres países de la región y se evite el salto arancelario que sólo beneficiaba a China que se aprovechaba desde México para invadir el mercado estadounidense.

4) La firma del T-MEC en este nuevo contexto, implica el fin de la globalización para dar paso a la regionalización, lo que permite mejores condiciones para México y aprovechar la fortaleza de su principal socio comercial.

 

Dios mediante, Dios proveerá

Hay un factor determinante, tanto en la corriente de regionalización como en las alianzas políticas, un tema que quizá no se daba desde la revolución industrial: la religión como factor determinante para configurar alianzas y conquistas.

En el actual contexto, el factor clave de unión es el conservadurismo que une a Trump con AMLO y el compartir una misma religión o creencia a través de la iglesia evangélica.

Como lo mencionó Trump en su encuentro con AMLO, hoy los une la fe.

Pareciera incluso, que las tres regiones económicas más importantes también se verán enfrentadas por la religión. Mientras en Norteamérica predomina la iglesia evangélica, en Europa la cristiana y en Asia la Musulmana, los criterios comerciales, de producción, movilidad y consumo podrían ser determinados y defendidos por criterios religiosos.

El gran reto para AMLO y Trump será poder avanzar, pese a su conservadurismo, hacia la modernidad y el desarrollo y evitar regresar a la producción a través del trapiche.

En otras palabras, que su Fe evangélica no nos regrese a un oscurantismo donde la ciencia y el desarrollo tecnológico sean considerados como “obra del demonio”. La educación y la cultura tienen que ser parte del T-MEC y no de la CNTE y de las universidades Benito Juárez, que son un freno al desarrollo y la educación.