El PRD ha sido el proyecto de unidad más relevante de la izquierda mexicana de los últimos 50 años, pero la democracia y la justicia que propugna en sus documentos básicos es mero discurso y los hechos lo demuestran, es el Partido de la Revolución Defraudada. Nunca antes en la historia de México, los diversos partidos y grupos políticos de este espectro político, habían tenido un espacio real para disputar de tú a tú el poder al viejo partido de Estado, el Revolucionario Institucional.

Pero la unidad siempre estuvo y está plagada del virus de la desconfianza. La desconfianza es el origen del mal; confiar es una virtud que reclama toda forma de asociación, especialmente la política, si desconfías de tu socios es mejor no asociarse. En el naciente PRD de 1989, el primer debate, como aún hoy en día, no fue sobre el rumbo que el partido propondría a la Nación, sino sobre las formas burocráticas de organización, particularmente sobre quién debe mandar o dirigir al partido.

Si bien todos respetábamos y admirábamos al Ingeniero Cárdenas, incluso Heberto Castillo, nadie estaba dispuesto a ceder un milímetro de poder en aras de mantener a flote una visión de candados y llaves; por lo que la democracia partidista nacía colapsada bajo el imperio de las facciones que instituyeron el régimen corporativo de las corrientes políticas.

Es un hecho que el PRD es un partido de corrientes sin ideología y sin proyecto de País; una organización de grupos de presión, un partido que asumió en la realidad material el modelo autoritario de corrientes o facciones. ¿Qué genera incentivos para la formación de corrientes?  

 Afirma bien Igor Vivero (Partidos Políticos de América Latina, Universidad de Salamanca): “Una de las críticas que recibe el PRD, es la de ser un partido que padece un faccionalismo crónico representado por la heterogeneidad de grupos y corrientes con diversos orígenes”.

 El incentivo fundamental de la formación de corrientes en el PRD ha sido y es la participación política en facciones, en grupos de presión. Se trata, no de grupos que se reúnen para analizar la realidad y construir ideas respecto de esa realidad desde una posible orientación programática del partido, sino de grupos cuyo objetivo es dominar la institución y hacer que su gobierno responda a los intereses que representa cada facción. 

 Una facción es un grupo organizado que opera conscientemente durante un largo período de tiempo, en donde los miembros están vinculados más por un conjunto de actitudes que por una orientación política. De las diversas categorizaciones que la Ciencia Política hace de las facciones en los partidos políticos (facciones constituidas por desacuerdo ideológico o de principios y facciones por conveniencia de intereses), el PRD es un partido de facciones  por cuotas mínimas de interés (migajas).

En el PRD la creación de corrientes o expresiones es consecuencia de los incentivos o desincentivos que proporciona el sistema político mexicano y particularmente su sistema electoral corporativo y no institucional: el priismo bien casado con el centralismo democrático. La fuente de oportunidades deviene fundamentalmente del sistema de representación proporcional que se extiende como enfermedad a todas las estructuras del partido. Cuanto más proporcional es el sistema electoral, hay mayores estímulos para la formación de facciones (corrientes); en inversa, si el sistema es puramente mayoritario habrá menos conformación de facciones (Sartori).

 La vida y actuación de las corrientes en el PRD, se constituye por una mezcla de clientelismo y patrimonialismo que se enfatiza al momento en que el partido es capaz de ganar electoralmente posiciones de poder. La pertenencia a una corriente del PRD, surge del incentivo que tenemos los militantes de hacer carrera política de salón, pertenecer a la burocracia del partido u obtener puestos de elección, nunca de transformar la vida política, social o económica de México.

La decadencia que viene arrastrando el partido desde su fundación, se concentra en el único acuerdo en el que todos hemos convergido: mantener un sistema organizativo que genera más incentivos a la formación y organización de corrientes, hasta el extremo de que se trasformen en mini partidos o partidos ficción (grupos de presión con derechos plenos).

El debate al que los diversos personajes del PRD se han opuesto (porque lo consideran irrelevante o carente de sentido), versa entre decidir por la regularización formal del corporativismo mexicano (corporativismo de caciques burócratas) o la construcción de un sistema racional de organización que elimine de tajo a las corrientes y privilegie el crecimiento del PRD como una organización de personas libres.    

 ¿Cuál ha sido la realidad organizativa del PRD? Un sistema de representación proporcional pura, propio de los sistemas parlamentarios, pero que preserva la rigidez del sistema presidencialista a la mexicana combinado con el corporativismo centralista de facciones. El resultado: un gobierno partidista en la inestabilidad permanente con crisis de desconfianza crónica. Un partido donde la legalidad siempre está sujeta al interés de las facciones que lo controlan y no a su contrato social fundacional.