De acuerdo al calendario electoral nos encontramos en la denominada veda, un tiempo donde no se pueden hacer actos de proselitismo, tampoco aparecer en spots publicitarios ni invitar al voto. Me parece absurdo que las campañas tengan que esperar a finales de marzo para, ahora sí, arrancar de manera formal. La veda solo servirá para confundir y desinformar al electorado acerca de los candidatos y sus propuestas, esto porque los partidos políticos continúan su campaña en radio y televisión.

 

Cuando el periodo de intercampaña finalice, tendremos tan solo tres meses para observar cómo inician, desarrollan y concluyen las campañas de los cuatro contendientes a la Presidencia de la República. De seguir por esta línea triunfará la presencia en medios y el manejo del contenido multimedia, elementos válidos y muy útiles para que las propuestas viajen a la velocidad de la luz. Sí, la tecnología ha facilitado la difusión de contenidos rápidos y apantallantes pero ha provocado que se nos olvide la sustancia del mensaje.

 

Hasta ahora hemos sido captados por los candidatos con “compromisos por México”, “un México que sí es posible” y con “Repúblicas Amorosas” pero la mayoría de los ciudadanos no van más allá de las frases que pretenden resumir un proyecto tan complejo como el de gobernar adecuadamente a un país como el nuestro. Un corto tiempo de campaña, aunado a las condiciones de competencia en las que vivimos y la falta de enfoques adecuados a la información tratada en los medios solo propiciará que se caiga en las seducciones simplistas de los candidatos.

 

AMLO ha propuesto la realización de 12 debates temáticos que ayuden a la población a no caer en los engaños que pueden producir los spots de radio y televisión, así como a razonar mejor el voto a emitirse el próximo mes de julio. Claro que a Andrés Manuel le conviene debatir, no así a Peña Nieto y sus constantes errores cuando es expuesto a ambientes no controlados. Por donde se le vea, aunque beneficie más a unos candidatos que a otros, un debate semanal no puede tener negativos para la sociedad.

 

En el reciente proceso electoral de España veía con envidia la cantidad y la calidad de los debates realizados en aquel país, permitiendo que los españoles pudieran estar  mejor informados y poder razonar su voto a beneficio de la patria. Nuestra democracia es aún poco madura como para decir que los debates no son necesarios para que se elija al mejor candidato o candidata, pero si no empezamos a trabajar por mecanismos más demócratas nos quedaremos en el mismo lugar en el que seguimos desde hace doce años, en esa pequeña raya entre democracia y partidocracia.

 

Lo más conveniente es realizar debates donde se puedan exponer amplia y claramente todas las ideas que se proponen para determinados temas. Imaginemos la respuesta a ¿Cómo combatiría el actual problema del narcotráfico? Dos minutos dan tiempo exacto para enunciar propuestas, no así para explicar la realización de cada una de ellas. ¿En verdad sabemos cómo los candidatos llevarán a cabo las propuestas que en teoría suenan seductoras? Es muy complicado que el IFE dé el visto bueno a los 12 debates, así de complicado es que todos los candidatos los vean con buenos ojos.

 

Lo óptimo sería que si el IFE, como es casi seguro, da un no como respuesta a la petición del candidato de la izquierda los demás partidos y aspirantes propusieran espacios para debatir y participar en otros ejercicios periodísticos. Esperemos que Peña Nieto no se dedique a jugar la típica estrategia del puntero, esa donde se atrincheran solo con su ventaja y luchan con todo para mantenerla. Los 4 aspirantes deberían considerar someterse a un debate ciudadano, al final de cuentas son los ciudadanos los que elegirán el próximo primero de julio.