¿Tenía el debate presidencial alguna posibilidad de competir en rating con el partido de futbol entre Monarcas y Tigres, programado para transmitirse a la misma hora? Quizá ninguna hasta que se produjo la polémica por la decisión de TV Azteca y se aderezó con los comentarios arrogantes de su dueño. Al calor de la discusión fue que el debate ganó cierta audiencia. La percepción de que una de las televisoras intentaba reducirle público al debate y que distintos actores públicos se pronunciaran sobre el tema produjo algo de interés.

 

Sin duda hubo falta de sensibilidad política de Salinas Pliego, muy probablemente intentó aprovechar el partido de futbol para castigar al IFE por las múltiples ocasiones en que la autoridad electoral ha multado a su empresa intentando deslucir uno de los programas estelares del IFE como es el debate. Finalmente reculó y decidió transmitir la confrontación de propuestas de los candidatos presidenciales por el Canal 40.

 

Subsiste sin embargo la pertinencia de la pregunta: ¿las premisas de Salinas Pliego estaban equivocadas? Todo mundo asumió que el público vería el partido y no el debate. Sin importar la situación económica, el desempleo, el clima de inseguridad, los múltiples problemas que presenta la educación, la falta de carreteras, el deterioro en la infraestructura urbana de muchas ciudades, el crecimiento desmedido del empleo informal y la violencia, especialmente preocupante por la reciente arremetida contra periodistas se esperaba que los mexicanos optaran por ver un partido de futbol y no el debate que le proveería de información para definir su voto.

 

Tenemos que admitir que Salinas Pliego no estaba equivocado en su cálculo. La política no es tema prioritario para el público abierto. Si bien las preguntas anunciadas por el IFE permitieron aplicar una cierta direccionalidad temática, no garantizaron la apertura necesaria para hacerlo un programa de interés, claro y entendible para la ciudadanía.

 

El mayor atractivo del debate radicó, para el gran público, no en identificar las mejores propuestas o la que más se acercaba a sus intereses o necesidades, sino “quien ganó” el debate, ¿quién pudo asestarle mejor la zancadilla a su contrincante? ¿Josefina Vázquez recriminándole a Peña Nieto el caso de la niña Paulette? ¿Peña Nieto descalificando la fuente de datos de Josefina? ¿Andrés Manuel intentando exhibir el aspecto político-partidista como determinante en la toma de decisiones? ¿Gabriel Quadri que aprovechó su autodenominación de ciudadano contraria a la forma de conducirse de los políticos tradicionales? Tal como se desarrolló el programa, se puede decir que hubo algunas propuestas, poco debate y mucha confrontación. Es difícil decir quién ganó, pero es claro que perdió el público.

 

El formato del debate resultó una camisa de fuerza que convirtió las dos horas de transmisión en un encadenamiento de argumentos y reproches; candidatos que intentaban mostrar documentos y fotos sin saber dónde estaba la cámara, lo que marginaba al espectador; puyas cruzadas entre Peña Nieto y Josefina o entre López Obrador y Peña, lo que dio a Gabriel Quadri el mejor tiempo y espacio para sus propuestas porque los otros tres lo ignoraban; escasísimo tiempo para abordar temas vitales para el país que los candidatos invertían en tratar de denostar al contrincante y la muy inexplicable sonrisa permanente de la moderadora.

 

El debate no fue muy diferente de lo que se podía esperar, a pesar de que los nuevos tiempos de la política exigirían otras formas de debatir, pero que hace especialmente urgente una nueva ciudadanía, cuya voz casi no se escuchó en la polémica desatada por la transmisión del debate. Un concesionario la señaló como apática y no respondió; cuatro candidatos la ignoraron porque se concentraron en confrontarse con sus adversarios. Falta saber si la ciudadanía desea hacer algo al respecto. Las redes sociales no abordaron este aspecto del debate.

 

El boicot contra los autobuses en la ciudad de Montgomery, del estado de Alabama, en 1955, como protesta por el arresto de Rosa Parks quien se negó a dejarle el asiento a un blanco, lo ganó la población negra. Los transportistas resintieron en sus bolsillos el boicot porque la gente prefería caminar en lugar de tomar un autobús; la solidaridad y la firmeza en la exigencia de justicia doblegó no sólo a un grupo de empresarios sino también a la Corte Suprema de Justicia y la llevó a declarar inconstitucionales las leyes de segregación en los autobuses. Algo similar ocurrió en 1960 con la protesta pacífica de cuatro estudiantes negros contra la empresa Woolworth que se negaba a darles servicio en los asientos, porque éstos se reservaban a los blancos, mientras que ellos sólo podían estar de pie, la protesta de cuatro terminó involucrando a más de 70 mil personas y haciendo ceder a la empresa. Movimientos sociales donde fue determinante la firme de la acción ciudadana.

 

Se dirá que es distinto, pero se trata, sin embargo, de elegir a quien decidirá muchos aspectos de nuestra vida, algunos de ellos cruciales. A pesar de la importancia que tiene informarnos qué nos espera con cada candidato, se nos doblega fácilmente con un partido de futbol o con una confrontación que no permite analizar la pertinencia de las propuestas. Es inaplazable construir una ciudadanía política que vele de mejor manera por sus intereses. 

 

ramirez.pilar@gmail.com