La selección mexicana quedó eliminada, para no perder la costumbre, en los octavos de final del Mundial de Brasil 2014. Por sexta ocasión consecutiva, México se mete al grupo de los dieciséis mejores del balompié global, pero de ahí no pasa, se sigue sin poder dar el salto de calidad para lograr trascender en un torneo de importancia como lo es la Copa del Mundo. Esta vez, el verdugo encargada de vencer al tricolor y terminar con sus esperanzas fue Holanda, una de las selecciones más sólidas de la actual competición.

 

Quizá esta sea la eliminación más dolorosa en la historia mundialista de nuestra selección, y es que se estuvo tan cerca, como nunca, de poder pasar a cuartos de final, hasta el minuto 88 México ganaba… y en cinco minutos Holanda dio la vuelta al partido.

 

Mucha inconformidad ha existido debido al arbitraje, bajo la premisa de que Robben se dejó caer y el árbitro marcó un penal inexistente en la jugada que dio paso al segundo gol holandés. “Nos robaron”, dijeron unos y siguen diciendo muchos (“nos Robbaron”, dicen otros). Pero México no perdió por ese motivo. El hecho de echarles la culpa a los árbitros sólo nos habla de la mediocridad a la que estamos acostumbrados en el balompié mexicano.

 

Es cierto, la jugada es muy polémica, existe un contacto muy leve y una actuación exageradísima del atacante holandés. Quizá en otro momento, en un partido distinto, ningún árbitro hubiese marcado un penal en una jugada así. No obstante, en el primer tiempo existe una doble falta sobre el mismo delantero, primero de Márquez y después de Moreno (quien irónicamente salió lesionado en esa jugada), y el árbitro no la pitó, se comió un penal del tamaño del mundo, un penal que hubiese significado el uno a cero a favor de Holanda y el partido hubiese sido muy diferente, con el conjunto europeo aprovechando los espacios que, por lógica, México hubiese dejado atrás. Pero de esa jugada, de la polémica y del grave error arbitral en ese momento, nadie habla, nadie dice nada, nadie posteó en Facebook o en Twitter.

 

México no perdió por el arbitraje que, es cierto, fue malo. México pierde porque la historia se repitió y el técnico, esta vez Herrera, se equivocó. Cuando mejor jugaba Giovanni decidió sacarlo y meter a Aquino, un jugador que se mostró muy incómodo con la posición que le indicaron, quiso improvisar poniendo al mejor jugador mexicano, Héctor Herrera, como enganche y se perdió en el campo. Nunca se generó un contragolpe de peligro, simplemente los tricolores se echaron hacia atrás y dejaron que Holanda se creciera. Al final esto salió demasiado caro.

Pero México también pierde porque se sigue faltando “un centavo para el peso”.  El partido era para los tricolores, lo tenían en las manos pero no supieron demostrar la superioridad, no supieron aniquilar a su rival y la historia todos la conocemos.

Tan acostumbrados estamos a la mediocridad en nuestro fútbol, como comento en líneas anteriores, que para nosotros es muy fácil: el árbitro nos robó el partido. La FIFA conspiró en nuestra contra. Qué equivocados estamos.

Si en verdad México quiere dar el salto de calidad, no sólo debe aprender a jugar estos partidos y a matar a sus contrarios en el momento adecuado. También se debe de cambiar de mentalidad, de reconocer al rival cuando te supera, como pasó en los últimos 15 minutos en los que Van Gaal le dio clases al Piojo. Se debe de aceptar que nos equivocamos y corregir eso para, ahora sí, aspirar a más en una competición.

 Miguel Herrera seguirá como técnico hasta Rusia 2018, eso seguro. Ahora tiene que entender que un entrenador no sólo es un estratega, también es un guía para sus pupilos. Pero cada vez que hay algún infortunio para el equipo mexicano él se lava las manos y le echa la culpa al arbitraje o a otros factores. Así  no se puede. Estamos a nada de trascender dentro de este deporte, hay que cambiar la mentalidad, aceptar responsabilidades y trabajar para lograrlo. De que es posible, lo es. Aunque se enoje Federico Arreola, México no perdió por el arbitraje. Así entonces.