Llegan los Juegos Paralímpicos Londres 2012 y con ellos las reflexiones sobre discriminación, las historias desgarradoras y el pequeño rato de cada cuatro años en el que elevamos a nuestros connacionales con alguna discapacidad a nivel de héroes. Y la verdad es que cada cuatro años la cabeza de algunos como yo se siguen preguntando si realmente hemos superado nuestra ancestral forma de ver por encima del hombro al que consideramos inferior. Creo que, lastimosamente, todavía no.

El ámbito deportivo siempre refleja nuestras virtudes y defectos como sociedad. No quiero demeritar de entrada lo que han crecido y avanzado los Paralímpicos; sin embargo, me sigue conflictuando que tengan que ser procesos que nos cuesten tanto trabajo. ¿Por qué tenemos, para integrar a todo ciudadano por igual, pasar por un proceso? Somos o no somos.

Con este principio, les dejo dos reflexiones en cuanto a los Juegos Paralímpicos.

Primero, el nombrecito. Si somos iguales, sin distinto, que se llamen también Olímpicos y, por lo tanto, que compitan en los mismos Juegos. Ojo, no estoy diciendo que revueltos, no nos confundamos, tiene que ser en igualdad de circunstancias también. Así como hay ramas varonil y femenil, que estos atletas conserven sus categorías, simplemente digo que sean parte de una misma fiesta a las que llamamos ‘universal’ y hoy es cuando nos damos cuenta que ni tanto. Que gocen de los mismos beneficios y atención mediática que los deportistas ‘convecionales’. Se supone que de eso se trata la no discriminación.

Obviamente, esto tiene implicaciones logísticas y económicas. Desde el tamaño de la villa, los horarios de competencia y un calendario que tendría que incrementarse a tres semanas o un mes de duración. Yo no le veo problema. Quiero pensar que no hay intereses económicos que impidan algo así; quiero decir, ojalá que no haya algún patrocinador que prefiera no estar alrededor de los discapacitados, que le de ‘asquito’.

La otra reflexión tiene que ver con aquella declaración que hiciera Ana Guevara durante los Paralímpicos de Atenas 2004. Palabras más, palabras menos, dijo que era más sencillo ganar una medalla Paralímpica que una Olímpica, todo, porque le hizo ruido que los medios empezáramos a comparar los logros de una delegación y otra en términos de número de medallas. En parte tenía razón, pues el argumento era que en los discapacitados compiten en tal cantidad de categorías diferentes en una misma disciplina, que se diluye el número de participantes, pero yo digo: Ser el mejor del mundo, o uno de los tres mejores, es igual de meritorio en cualquier cosa que hagas. ¿O no?.

Entonces, si combinamos ambas reflexiones, una vez que hayamos superado ambas barreras, ¿se imaginan cuantas medallas sumaría México, y cada país, gracias a esa representación deportiva de nuestra sociedad? En realidad, no importan si cambian mucho las posiciones en un medallero, lo importante sería que de verdad dejáramos de discriminar y punto.

Para los asustados del doping

En tema completamente aparte, cada vez me parece más increíble de los que es capaz el ser humano, los límites que está dispuesto a cruzar, para ganar.

Muchos se desgarran las vestiduras por las sustancias prohibidas, que, según yo, llámenme mal pensado , siguen existiendo y le llevan mucha ventaja al antidoping, pero lo que hacen los deportistas Paralímpicos para mejorar su rendimiento, es una barrera completamente distinta.

Se llama Boosting y consiste, nada más y nada menos, que en infringirse tal nivel de dolor que las pulsaciones del corazón y la descarga de adrenalina hagan mejorar su rendimiento. Estamos hablando de romperse un hueso, hacerse una herida o beber tanta agua que la vejiga esté a punto de reventar.

Esta es una práctica que me cuesta mucho más trabajo de digerir que la ingesta de pastillas, inyecciones, transfusiones, pomadas y quien sabe qué más. Ambos métodos tiene repercusiones físicas a mediano y largo plazo, ninguna es recomendable,  pero, seguramente por mi poca tolerancia al dolor, el Boosting causa más conflicto en mi cabeza. ¡Ay dolor!