“Los moribundos nunca deben dar consejos”, dijo Paul Auster, novelista recientemente fallecido. Quizá lo pensaba porque, como sostiene el refrán, lo difícil —por lo tanto, lo verdaderamente valioso— no es aconsejar, sino ejecutar. Y quien está muy cercano a fallecer no tiene tiempo para emprender nada. Hizo lo que pudo durante su vida y se acabó.

Esa frase de Auster la he leído hace un rato en la web de La Vanguardia, de Barcelona, España. Por supuesto, tal expresión es un consejo, pero no se contradice a sí mismo el escritor ya que cuando la pronunció no era un hombre agónico.

En esta temporada, en México, hay comentócratas agonizantes que no entienden y aconsejan. Porque se saben perdidos y muy pronto extintos insisten en una acción desesperada confiando en la aparición de un milagro que no ocurrirá: la de enviar a la candidatura evidentemente derrotada a una derrota todavía mayor.

Eso no sería problema si las sugerencias suicidas de columnistas, estrategas e intelectuales en fase terminal solo afectaran a la mujer que no llegará a la presidencia. El asunto preocupa por el contenido de los consejos que reciben la aspirante X y su equipo de activistas: ir a la guerra, pero ya no solo a combatir a la líder CS con descalificaciones basadas en falsedades, sino atacar con movilizaciones callejeras antes del proceso electoral.

La comentocracia se entusiasmó porque su abanderada atacó y atacó —y atacó y atacó y ataco y atacó— en el segundo debate presidencial. Lo hizo con mentiras y hasta ofensas y quienes la apoyan quieren creer que ella ha avanzado. No es verdad, pero el autoengaño les motiva. Entonces, aconsejan a Xóchitl Gálvez y a sus estrategas ir a la guerra con todo —lo permitido y lo prohibido— en el tercer debate.

Se planean ya marchas opositoras en distintas ciudades de México para el día del último encuentro entre las candidatas y el candidato —curioso que a Máynez ya no se le desprecie como irrelevante—. Tales manifestaciones a realizarse en la vía pública son una provocación tan irresponsable como socialmente riesgosa de parte del equipo de la aspirante X en la que no debe caer Claudia Sheinbaum.

Paul Auster no se atribuyó la invención de la soledad, aunque ese sea el título de uno de sus libros. Él simple y sencillamente se sintió solo y desamparado cuando murió su padre y escribió. Muy bien, por cierto.

La orfandad duele y reta. La gente débil se hunde cuando se sabe abandonada, pero las personas de carácter crecen cuando les hiere la sensación espantosa del desvalimiento.

El escritor que ha muerto descubrió que no hay nada tan terrible como enfrentarse a las pertenencias de quien se ha ido, particularmente si se trata del padre: “Los objetos son inertes y solo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales”. Y así, de repente, “se revelan cosas que uno no quiere ver, no quiere saber”. Pero hay que verlas y comprenderlas, por más que lastimen.

Auster dijo que en los primeros tiempos después de la partida de su padre “cada vez que abría un cajón o metía la cabeza en uno de sus armarios, me sentía como un intruso, un ladrón saqueando los lugares secretos de la mente de un hombre”. El artista pensaba que invadía la vida privada de otro. Pero el otro ya no tenía vida, así que ¿cuál invasión?

En tal situación de desamparo lo único que puede hacerse es seguir adelante. La mejor manera de hacerlo es continuar, para perfeccionarlo, lo que hacía quien ya no está.

Claudia Sheinbaum debe haber sentido el abandono por la pérdida de personas queridas. Todos y todas al llegar a cierta edad conocemos tan lacerante experiencia. Ahora, la futura presidenta de México debe estar sintiendo una soledad que pocas gentes conocen, la del poder.

El hombre a quien Claudia debe todo en la política —el único dirigente que ha tenido—, Andrés Manuel, ahí está…, pero ya se va. No es un moribundo porque vivirá en la historia que lo tratará con generosidad. Digan lo que digan las campañas de difamaciones tal es el destino del presidente que ha construido un nuevo sistema político.

AMLO, en efecto, todavía aconseja, pero no hará mucho más. Lo complicado, vuelvo al refrán, no es dar el consejo, sino ejecutarlo. Y la futura ejecutiva se apellida Sheinbaum. Ya todo es su responsabilidad y solo de ella.

Claudia se sabe sola en la etapa final de la contienda electoral que me gusta comparar con las vueltas ciclistas de tres semanas. Viene un puerto de montaña lleno de trampas, el del tercer debate en un contexto de agresiones callejeras en su contra. ¿Qué debe hacer? Atender los consejos de la gente en que confíe, pero tomar en soledad sus decisiones. Sola con su firmeza, con su preparación, con su biografía, con su sentido común.

Tiene un equipo calificado y deberá utilizarlo correctamente. Tiene todavía un guía moral, el presidente López Obrador, y deberá escucharlo. Pero la dirección es de Claudia, de nadie más.

Sobre su equipo me gustaría aconsejar desde aquí. Como, ya lo dije, en mi opinión la competencia presidencial solo puede ser comparada con una vuelta ciclista, entonces le sugeriré respetuosamente a Sheinbaum que revise lo que hacen los buenos gregarios en el Tour de Francia, la Vuelta a España y el Giro de Italia.

El gregario, dice la RAE, es el “corredor encargado de ayudar al cabeza de equipo o a otro ciclista de categoría superior a la suya”. El buen gregario se sacrifica por el líder inclusive abasteciéndolo de agua y alimentos en las durísimas etapas. El buen gregario no hace nada para sí mismo.

Los gregarios de Claudia ya deben empezar a actuar para contener el golpismo callejero de la derecha que culminará el día del tercer debate. E inmediatamente después de este encuentro, deberán salir a los medios a defender a la líder.

En ese sentido no debe permitirse ya la participación de un gregario que, en el pasado debate, no defendió a Claudia porque tuvo que defenderse a sí mismo. Hablo de Arturo Zaldívar, exministro de la SCJN, investigado en el alto tribunal por acusaciones que no mencionaré aquí, pero que lo hacen absolutamente vulnerable.

En el pasado debate, en la TV, en la influyente Imagen TV, un panista mediocre, Roberto Gil Zuarth, acorraló a Arturo Zaldívar solo por recordarle lo que en la corte suprema se le reprocha. Y como estaba obligado a defender su honor, Zaldívar gastó su tiempo en esa batalla que ahora mismo tiene perdida ante la opinión pública. Entonces, Claudia se quedó sin su gregario en ese espacio televisivo.

Claudia debe ir desde ahora mismo y hasta el final de la contienda con su equipo de gregarios completo y decidido al sacrificio por ella y solo por ella. Quien tenga otros problemas no debe participar porque no se trata de defender agendas ajenas a la de la líder Claudia Sheinbaum, quien será presidenta de México.