“Vámonos al chairo-fest”, me dice mi prima terminando de cerrar la maleta y más que apuntada para subirse al camión que la llevará, junto con otras personas, a la Ciudad de México.

En esta ocasión me tuve que quedar debido a un tema personal, pero no pude evitar mientras la veía partir recordar todas las veces que hemos viajado juntas para acompañar a nuestro presidente en alguno de los eventos que organiza en la emblemática (y muy peleada) plancha del Zócalo capitalino.

El término “chairo-fest” me da mucha risa.

Recuerdo cuando antes alguien me decía en tono peyorativo que yo era “chaira” y me enojaba alegando que era seguidora y simpatizante de Andrés Manuel pero no “chaira” y hoy, si se usa el término para describir a quienes asistirán al festival que tendrá lugar más tarde en el Zócalo capitalino, diré con orgullo que sí, soy chaira.

Lo de hoy es un festejo, una fiesta, un huateque, pues.

Desde el pasado 25 de enero el presidente López Obrador invitó a las personas que quisieran asistir a conmemorar el 85 aniversario de la Expropiación Petrolera de nuestro país y advirtió que sería un día de fiesta, con cantantes, con música, porque es una fecha importante para los mexicanos.

Estamos hablando, pues, de una concentración en el Zócalo, no una “marcha” , pues siempre hemos entendido el término como “protesta”, “queja” reclamo o inconformidad por algo o hacia alguien.

Lo aclaro porque los mal informados y quejumbrosos alegan que el festejo es una “revancha” posterior a la marcha (esa sí, marcha) que hubo el pasado mes de febrero por un montón de “próceres” de la democracia que salieron a la calle a defender el INE.

Insisto, mal informados porque la convocatoria para el evento del día de hoy se hizo desde enero, casi dos meses antes de la fecha de la Expropiación y casi uno de la defensa de los indignados que defendían a Lorenzo Córdova y sus secuaces.

En este caso es un festival en el cual las personas que asistan podrán celebrar en familia, con amigos, compañeros o con quien les plazca. Nada raro, nada nuevo en México, donde nos encanta el mitote y el bailongo.

Pero ya sabe usted, que como dice el clásico, “ningún chile les embona” y desde ayer en las redes sociales y portales noticiosos el tema dominante respecto a la celebración era el “acarreo” , los camiones, la movilización de los estados para llenar el Zócalo. Como si AMLO lo necesitara o, peor aún, como si la gente viniera forzada u obligada a una fiesta donde, repito, lo que va a imperar es la sana diversión.

Vamos entendiendo.

Se ha grabado en la memoria colectiva que si se contrata un camión para trasladar a personas de un estado de la república al Zócalo de la Ciudad de México, entonces vienen de “acarreados”.

La Real Academia Española define este término de la siguiente manera : “Dicho de una persona: Que es llevada a un lugar para que participe en una manifestación o para que vote en un determinado sentido”.

El término, así como se lee, nos habla de trasladar a un grupo de personas para asistir a un lugar, lejos de su ciudad, con algún fin político y hasta ahí, todo bien, todo se entiende, pues si vienen diez, veinte o cuarenta de algún lugar lejano difícilmente lo harán caminando; eso es más común en quienes asisten a un evento religioso como la Basílica de Guadalupe, cuyos peregrinos, cargados de fe, dejan de lado el hambre y el cansancio para pagar una manda o pedir algún favor a la morenita.

Hoy la gente se reúne a celebrar, a manifestar apoyo al presidente, a convivir y a distraerse y se trasladan en camiones, que a veces rentan ellos mismos, o que a veces pagan personas del partido político, porque no pueden viajar de otro modo, ¿o sí?

Pero acostumbrados a las viejas prácticas de otros partidos, donde sí eran obligados y hasta les daban el tradicional refrigerio ven camiones y piensan en acarreo. El león cree que todos son de su condición.

A lo largo de mis años, que no son pocos, he asistido a casi todas las concentraciones en el Zócalo capitalino y he visto de todo: personas que contratan camiones, personas que viajan aparte en autobús, personas que viajan en su propio automóvil y aunque sé que no me creerán, jamás he visto a nadie que le den dinero o que lo trasladen con amenazas.

Todo es un mito urbano.

Tan falso como quien asegura que “todos los hombres son iguales” o “todas las mujeres son frívolas”.

Andrés Manuel es un personaje, quizá el único en la historia moderna de nuestro país, que puede hacer que alguien viaje desde el último rincón del país al Zócalo capitalino porque quiere mostrarle su apoyo, porque quiere verlo de lejos, porque quiere ir, porque lo sigue de años, porque lo admira. Punto.

Los “fachos” no lo entienden porque ninguno es capaz de despertar ese cariño sincero que le tienen al actual presidente.

Y el Zócalo se va a llenar.

Olvidemos por un rato a los malquerientes y sus fantasías de acarreados y disfrutemos de la fiesta a la que nos invita Andrés Manuel.

En este mundo caótico y lleno de tragedias que miles se concentren en el Zócalo a celebrar es una buena noticia pues nos habla de unión, de solidaridad, de alegría.

¿No cree?

Por cierto...

Claudia Sheinbaum también está “más que puesta” para asistir hoy a la concentración del Zócalo capitalino y a través de sus redes sociales hizo la invitación a todos y todas a que acompañen al presidente “a defender nuestra soberanía”.

No podía faltar, por supuesto que no.

Una mujer tan cercana a López Obrador y que goza de tanta simpatía entre los capitalinos (y gran parte de los habitantes del resto del país) tiene que estar en el evento, pese a que no falta quien asegura que aprovechará para “hacer campaña”.

La mandataria capitalina no necesita colgarse de nada para seguir subiendo en las encuestas, pues sigue siendo puntera y casi podemos asegurar, será la candidata de Morena a la presidencia de la República.

Más allá de eso, Claudia también va y estará atenta a lo que ocurra en la ciudad que gobierna.

Que empiece la fiesta, pues. El hecho que una mujer encabece las encuestas para ser la futura presidenta del país también es motivo de celebración, ¿qué no?