A mi hermano, el Gordo

En un contexto de confrontación entre Ricardo Salinas Pliego y Andrés Manuel López Obrador, la candidata opositora a la presidencia de México, Xóchitl Gálvez, dijo una verdad absoluta: los empresarios tienen miedo.

Es totalmente cierto que durante este sexenio la iniciativa privada ha sido cobarde ante el poder.

Las consecuencias de esa cobardía son nefastas y notorias.

Si el capital no hubiese temido a debatir con el gobierno, no se hubiera prohibido la subcontratación. Tampoco se hubiese salido con la suya la tropa oficialista imponiendo desde la ignorancia más días de vacaciones obligatorios, cuando lo que ocupan los trabajadores es un aumento a la prima vacacional para poder disponer de recursos durante sus periodos vacacionales. Pero el oficialismo ha destacado por autoritario, intolerante e iletrado.

Es tanto el terror que tienen las cámaras empresariales que se antoja inevitable que también, desde el poder, se obligue a los patrones a pagar el doble de aguinaldo y reducir las jornadas laborales a cuarenta horas a la semana.

Esta perturbación que han mostrado los representantes del empresariado en el país ha traicionado uno de los principios fundamentales para el equilibrio entre trabajo y capital, que es la negociación colectiva e individual en el ámbito laboral.

Esa mezcla entre ignorancia de los legisladores y horror de las patronales acabará significando un problema.

Entiendo que las y los diputados y senadores del oficialismo sean ignaros en materia laboral. Si han demostrado no entender nada en seis años, no sorprende que no comprendan la complejidad de las relaciones de trabajo entre las y los mexicanos.

Lo que molesta es el sometimiento de los empresarios. Y digo molesta, porque en este caso también lo entiendo.

Porque todo parte de la negritud de sus conciencias. Porque algo se han de saber que les saben. Los resultados están a la vista.

Por eso en redes sociales y ahora también en el Zócalo se exhiben demócratas y opositores. Pero, yo me pregunto: ¿y en lo capitalista?

En México los dueños del dinero tienen muy clara su ideología. Sin embargo, a la hora de apoyar realmente, las ideas políticas se vuelven sumamente selectivas y recelosas.