Cuando el río suena, agua lleva. Si comienza a sonar en redes sociales una versión que señala que podría evaluarse la posible sustitución de Xóchitl Gálvez como candidata presidencial de Claudio X. González Jr. y la alianza PRI-PAN-PRD es porque la figura de la senadora -que se rehúsa a renunciar al curul- se está desgastando demasiado rápido.
Al escándalo de plagio en su reporte final para titularse como “ingeniera” mediante el esquema de experiencia laboral, le ha seguido una defensa pésima, no exenta de patetismo, en donde la ocurrente empresaria de las gelatinas y los edificios inteligentes aparece leyendo con aparentes dificultades un guión mal hecho por sus asesores.
A su vulgaridad y falta de luces intelectuales (“La pendejié”(sic)), se suma un comentario sumamente ofensivo y transfóbico, en donde Xóchitl dice que probablemente “van a decir que no soy mujer, porque tengo huevos y vaya que muchos”.
La realidad es que Xóchitl, el producto chatarra de la política mexicana, no sabe qué es lo que quiere. Si hace unas semanas hice un análisis duro de los errores de la primera mitad de la estrategia comunicacional de Marcelo Ebrard, la estrategia de Gálvez es mucho peor.
Xóchitl no sabe bien lo que quiere, a veces es progre, a veces racista, a veces incluyente con la comunidad LGTBQ, a veces transfóbica. Supuestamente, este fin de semana Gálvez aparecerá en un foro libertario fascistoide que se llevará a cabo en Argentina para darle más realce entre los votantes de extrema derecha. Quién sabe si funcione. El principal enemigo de la senadora Gálvez es su propia lengua, su vocabulario soez y sus constantes mentiras. Quién sabe si el falso “fenómeno político” aguante.