Xóchitl Gálvez se vende como un producto ciudadano, auténtico y hasta supuestamente indígena, pero basta hacer un recuento de sus declaraciones para comprobar que toda su candidatura está construida sobre pilares de mentiras y posturas erráticas, torpes y clasistas.

Lo único auténtico que hay en Xóchitl es su pasión por el Cruz Azul, pero no así cuando se trata de pagar apuestas. En octubre de 2015, al asumir el cargo de jefa delegacional en Miguel Hidalgo, prometió que si no terminaba su encargo de tres años, vendería su departamento y donaría el dinero a una escuela.

En 2018, abandonó la jefatura delegacional para “chapulinear” a una senaduría. El departamento lo vendió “…Motivo: Mi palabra sí vale. (Deposítenle al Salasiano)”, escribió el 18 de febrero de 2018, en su cuenta de Twitter, en ese entonces.

Todo iba bien, hasta que en septiembre de 2023, se filtró que ni había donado todo el dinero que le pagaron por el departamento y que la compradora era la también política Mariana Gómez Del Campo, sobrina del ex presidente Felipe Calderón.

“Yo le puedo vender la casa a quien quiera, ¿no? Y no tiene que ser público a quién se la vendí. Esa información es confidencial. Entonces, se vendió la casa. Una parte se donó y otra parte fue para mí, pero ese es un tema privado. ¿Sale?, gracias”, respondió a la prensa.

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Xóchitl como mala política está acostumbrada a mentir. Fue más lejos cuando dentro del círculo más cerrado de panistas y en convivencias con reporteros en su departamento de Kamerun 62, en Lomas de Chapultepec, soltó que Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum la habían buscado para convencerla de migrar a las filas de Morena. De estos supuestos encuentros no hay registro y la propia Sheinbaum ha desmentido estas aseveraciones de Gálvez.

Pero, esto es lo de menos porque la hidalguense consiguió lo que se propuso: un escaño en el Senado para seguir sirviéndose del presupuesto público y de las relaciones construidas como política y no como la ciudadana que dice ser.

Según en las propias palabras de Xóchitl, como funcionaria pública no está impedida para venderle servicios a alguna dependencia del gobierno, siempre y cuando no se auto venda en la dependencia que encabece, y porque cuando no es funcionaria pública tampoco nada le impide en participar en licitaciones del gobierno de México y ganarlas.

“Aclaro, tener conflictos de interés no es delito, lo que sí se vuelve grave es no declararlos”, dijo ante la tribuna en el Senado.

En entrevistas ha cuestionado si se le puede llamar millonaria por 2 millones de pesos en contratos que le dio la Conagua, pero luego en otras declaraciones menciona que han sido 17 millones de pesos que ha obtenido por vender sus servicios al gobierno, “claro que hay contratos con el sector privado y los que tengo con el sector público son mínimo, son 80 millones en 10 años, 8 millones por año”.

Pero, para su conveniencia se le olvidó lo que dijo en 2005, que por principio ético su empresa High Tech, proveedora de tecnología para edificios inteligentes, no le vendía servicios al gobierno. Hasta dejó la dirección general de su compañía para ser titular de la Coordinación Nacional de Pueblos Indígenas y no tener conflictos de interés.

“En la ética tienes que dedicarte al gobierno al 100 por ciento”, decía hace 19 años, pero mientras era senadora seguía siendo la cabeza de sus dos empresas OMEI y High Tech.

De las cuales después aclaró que su esposo y su hija eran los que llevaban las riendas de sus negocios y ella ya no tenía ningún poder de decisión.

Y así como ha cambiado sus posturas a lo largo de los años para acomodar todo a su favor y dar la impresión de que es un ejemplo de ética, también ha trastabillado con la situación de su hermana, quien se encuentra en la cárcel por el delito de secuestro. En palabras de Gálvez, su hermana está acusada de cuidar una persona secuestrada y quién supuestamente fue torturada por Genaro García Luna, el secretario de Seguridad del presidente Felipe Calderón acusado de narcotráfico.

“No me avergüenzo de mi hermana porque si hizo algo indebido habrá pagado, si no hizo algo indebido me solidaricé con ella”, declaró en junio del año pasado.

Las pocas convicciones y autenticidad de Xóchitl Gálvez han quedado reducidas a nada. Sin importarle que su hermana haya sido torturada por Genaro García Luna, enarbola una candidatura por el PAN, el PRI y el PRD, los mismos partidos que tienen a su familiar presa.

Ahora no se cansa de repetir que no va a quitar los programas sociales, pero en noviembre de 2022, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara dijo “lo que tenemos que hacer es que estos apoyos sean temporales, darles habilidades, educación, certificación laboral, competencias laborales, generar fuentes de empleos para que la gente pueda salir adelante”.

Lo mismo ha criticado al PRI que al PAN, pero la abanderan junto con el PRD, por más que insista en falsear y decir que su candidatura es ciudadana.

El poder la ha corrompido tanto que ahora se retracta de sus dichos sobre Andrés Manuel López Obrador.

-”¿Nos equivocamos al elegirlo?”, se le cuestionó el 31 de julio.

-”30 millones no pueden estar equivocados”, respondió.

Muy reveladora ha resultado su respuesta cuando se le preguntó si siente que ha aprendido a mentir mejor, “no, se me sigue notando. Me pongo roja”.

-”¿No miente?”, se le insistió.

-”Seguramente, sí. A mí marido”.