Nuestro personaje, dijo de arranque la colaboradora del diario Reforma, “es un antihéroe de manual”. Vanessa Romero Rocha explicó por qué:
- Porque Ricardo Benjamín Salinas Pliego es “un hombre de negocios que no cree que los patrones deben contribuir al retiro de sus trabajadores”.
- También por ser un “solitario que usa su músculo mediático para propósitos deshonestos”.
- Además, por “narciso”.
- Asimismo porque, “en medio de una pandemia mortal obligó a sus empleados a presentarse”.
- Necesariamente debe ser antihéroe, dice la articulista, “un millonario apalancado en el esfuerzo de quienes tienen poco”.
- Si Robin Hood es un héroe porque robaba a los ricos para mantener a los pobres, un Robin Hood de cabeza lógicamente debe ser considerado un antihéroe.
Pero, antes de llegar al final de su texto, la abogada Romero Rocha rectifica: “Voy cerrando y me doy cuenta de que me he equivocado. Nuestro personaje no es un antihéroe. Ni mucho menos un tipo común. El antihéroe —como aquel hombre del subsuelo de Dostoyevski— puede ser oscuro, solitario y desagradable. Pero no es malvado”.
Si no es antihéroe, ¿qué es el empresario Salinas Pliego? Un villano, “un mercenario, un hombre con deseos económicos ilimitados y sin virtudes morales que actúen como freno”.
Ante la posibilidad de que, como me ocurrió a mí, don Ricardo no sea capaz de entender cabalmente la diferencia entre un antihéroe y un villano, pregunté a la inteligencia artificial de Google. Esto respondió:
“La diferencia principal entre un antihéroe y un villano radica en sus motivaciones y acciones. Un antihéroe es un personaje que, aunque realiza acciones cuestionables o carece de las virtudes tradicionales de un héroe, suele tener motivaciones justificables o incluso nobles, a menudo buscando proteger a otros o hacer lo que considera correcto, aunque sus métodos no sean convencionales. Un villano, por otro lado, actúa motivado por el egoísmo, la maldad o la búsqueda de poder, y sus acciones suelen ser perjudiciales para los demás”.
Si el SAT le cobra, y le cobrará, los impuestos que debe —ya suman 74 mil millones de pesos—, se deberá en gran medida a juristas a quienes hoy se cuestiona bastante en redes sociales y medios de comunicación, pero que si hacen su trabajo obligarán al señor Salinas Pliego a que pague, y entonces serán héroes y heroínas.
Hablo de cinco ministras y cuatro ministros de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación. Será, para estas personas especializadas en derecho —cito de nuevo a la articulista Romero Rocha— “un atajo hacia la justicia y hacia la legitimidad popular”, que son dos “conceptos que no siempre están ligados pero que esta vez caminan a la par”.
Menciono por último a los cobradores y cobradoras de la nueva SCJN —con la cantidad de votos que consiguieron en la pasada elección y que serán la fuerza para que no les tiemble la mano al enfrentar a tan temible villano—:
- Hugo Aguilar Ortiz, ministro presidente: 5 millones 900 mil 789 votos.
- Lenia Batres Guadarrama: 5 millones 534 mil 681 votos.
- Yasmín Esquivel Mossa: 4 millones 985 mil 925 votos.
- Loretta Ortiz Ahlf: 4 millones 736 mil 571 votos.
- María Estela Ríos González: 4 millones 440 mil 634 votos.
- Giovanni Azael Figueroa Mejía: 3 millones 411 mil 191 votos.
- Irving Espinosa Betanzo: 3 millones 354 mil 485 votos.
- Arístides Rodrigo Guerrero García: 3 millones 278 mil 988 votos.
- Sara Irene Herrerías Guerra: 3 millones 053 mil 788 votos.