Inevitablemente en el mes de febrero se habla de amor. Y aunque siempre me ha parecido frívola la celebración por el Día del Amor y la Amistad, me quedé reflexionando en que hace años no recibo ni escribo una carta de amor. Pero recordando cuando lo hacía, me regresó la maravillosa emoción que sentía.
Tocar la hoja en blanco y la pluma, temblándome la mano para escribir un “te amo”. Y así de intensa que he sido toda mi vida, las cartas de amor que escribía no eran cortas… eran unos pergaminos eternos. Siempre amé escribir, de cualquier manera y de cualquier modo.vEscribía para otro pero al mismo tiempo escribía para mi.
Imposible recodar tampoco cuando fue la ultima vez que recibí una carta de amor. Ya no digamos de amor: una carta.
Recordé con qué emoción la sacaba del sobre, o a veces venía el papel nada más doblado en cuatro partes… aún las conservo todas. Son mis joyas más preciadas.
Cartas de amor, cartas de mis amigas, de esos papelitos que atravesaban todo el salón de mano en mano en la secundaria o en la preparatoria.
Ayer platicaba con un hombre de la tercera edad. Me decía que no le gustaba recibir mensajes por WhatsApp. Incluso no los leía . Me comentaba que le parecía frío y distante mandar un mensaje, porque la gente de esta manera se ahorraba marcarle por teléfono y visitarlo. Se quedó viudo hace poco y me dijo que nadie le llama.
Me pidió que le ayudara a usar su celular… pero realmente era enemigo de él. Él quería hablar… quería sentirse acompañado, amado, mirado. Pensé que yo también quería sentir eso también .
Me recordó mucho a mi padre, quien tampoco quiso saber nada de la la tecnología. Él llamaba por teléfono. No correos. No mensajes.
Él escribía cartas, constantemente cartas. Tenía sensibilidad para redactarlas. Era como leer poesía.
A veces a estas alturas de la vida uno cree que ya lo dijo todo. Y entonces se acaban las cartas. Tal vez este mundo digital tan voraz algún día haga una pausa y retomemos escribirnos cartas… que siempre sean de amor, pero también de finales. Lo que cuenta es expresarse y escribir…
Quizá con esta columna ya les sumergí en los recuerdos de aquellos años felices cuando recibíamos o escribíamos cartas.
La juventud no está preparada para vivir esa experiencia. Pero no estaría de más enseñarles cómo expresábamos el amor.
Hoy que me lees, escribe. Escribe una carta. A quien tu ames, a quien no olvides… escribe perdón, escribe amor… escribe y libérate…
Ya casi es 14 de febrero. Al releer lo que aquí escribo creo que ya fui presa fácil de la cursilería. Pero en medio de tanto horror y odio nos viene bien de vez en cuando recordar que amar y ser amados es nuestra función principal en este mundo. A eso venimos y nada más .
Es cuánto.