La muerte de dos sacerdotes jesuitas, un guía turístico y otros cuatro desaparecidos en la sierra Tarahumara, en Chihuahua, es indignante y lástima a toda la sociedad, incluso el mayor líder de la iglesia católica, el Papa Francisco, se refirió a la tragedia que vivimos en Mexico: “Expreso mi dolor y tristeza por el asesinato del otro día de dos religiosos, hermanos míos jesuitas, y un laico.”
¡Cuántos asesinatos en México!
No podemos ser indiferentes al desgobierno, y falta de atención que nos está matando.
Hasta dónde llega nuestra apatía. Hasta cuándo reaccionaremos y abandonaremos la sumisión. Cuál es el alcance del poder mediático y del poder fáctico que nos tiene secuestrados como sociedad, callados por temor y enceguecidos por el odio que algunos han sabido capitalizar a su conveniencia.
¡Gritó desesperado a la acción!
¿Qué esperamos? ¿Tenemos que ver secuestrados a nuestros hijos? ¿Qué esperamos? ¿Tener que pagar una “cuota” a una persona para que se vaya de nuestra casa o de nuestros negocios, de nuestros templos y nuestras iglesias o de nuestras vidas? ¿Qué tiene que pasar para que despertemos y digamos ¡ya basta!? ¿Qué tiene que pasar para que el México que hoy parece sumiso, conforme y agachado despierte y exija la seguridad y la paz que merecemos?
Queremos paz
Sin duda es triste y lamentable cualquier muerte, sin embargo, tal parece que a los mexicanos se nos está haciendo la piel dura, porque a cualquier hora nos enteramos de sucesos cada vez más terribles, pero hemos aprendido a ser capaces de desviar la mirada y, mientras “no nos toque”, hacer como que no pasa nada.
Pero, todo tiene un límite y ya es el colmo que, con esa impunidad, con esa deshumanización maten niños, maten curas, maten activistas sociales, maten a periodistas, asesinen a mujeres e invadan comunidades enteras que acaban siendo tierra de nadie, donde la única ley que se aplica sea la de las armas con las que los grupos armados amenazan. Donde no hay paz para nadie.
México tiene que despertar, no podemos dar abrazos a quien nos está disparando, no podemos estar de acuerdo con que las autoridades “cuiden” a los delincuentes porque “también son seres humanos y merecen nuestro respeto”, mientras desaparecen o asesinan a quien se les pega la gana.
Sobre todo, no podemos seguir repitiendo el discurso aprendido y mil veces repetido de aplaudir una estrategia fallida porque “somos diferentes”. No, no podemos voltear simple y sencillamente hacia otro lado mientras lo que pase no nos afecte, no nos llegue a nuestra casa y no toque a nuestras comunidades.
México tiene que despertar
Tenemos que elevar la voz, salir a las calles y convencer a otros de que hay otra manera de hacer las cosas, de decir que estamos hartos de vivir con miedo y desconfianza y que queremos paz. Hay que salir y convencer de que, si por todos los resentimientos del pasado solapan los nulos resultados de este gobierno, lo único estamos haciendo es sentarnos a contemplar nuestra propia muerte, porque para estar muertos no necesitan darnos un balazo, para estar muertos basta con nuestra propia apatía, porque nos está matando y poco a poco fortalece la sumisión, nos están matando al promover el conformismo como una forma de vida. Nos están matando al dividirnos hasta el punto del odio y la intolerancia, nos matan las manos que esperan dádivas y que no son un buen ejemplo para nada, menos para que las futuras generaciones crezcan y sean productivas y capaces de dar amor y promover verdaderos valores sociales.
Urge un cambio, una vuelta drástica, lo necesitamos cómo sociedad, como humanidad y particularmente en México, que parece estar inmerso en la displicencia, somos testigos de la invasión a un país y del sufrimiento de su pueblo y no pasa nada; no nos importa que nuestros hermanos centroamericanos viajen miles de kilómetros impulsados por el hambre, no nos importan las enormes injusticias y desigualdades, no nos importa hacer absolutamente nada.
Lo único que parece que importa es ver quién discrepa para acusarlo de todo, repetir todos los días quién es más idiota por apoyar o no apoyar a una persona. Tenemos que poner un alto. Tenemos que parar la polarización porque nada bueno ha resultado de ese enfrentamiento.
Esto tiene que empezar ahora mismo, tenemos que despertar la conciencia de ese México solidario y amoroso que sabemos que existe, debe haber puntos que nos unan y son esos en los que debemos enfocarnos. Hay que parar los ataques en contra de cualquiera que levanta la voz, porque hasta ahora de un lado y otro, lo primero que se busca es el ataque, si te opones te buscan a ver qué tienes solo para denostarte, todo por el falso protagonismo de unos cuantos.
Debemos empezar cada uno desde su trinchera, tu casa, tu comunidad, tu escuela, tu trabajo, tus redes sociales. Hay que parar de normalizar la violencia y de castigar la diferencia de opiniones.
Si estás en un partido político y ves la forma en que los dirigentes aprovechan para ir por su ambición personal de poder, hay que decirles ¡ya basta! Hay que reclamar a las autoridades de los tres niveles que cuiden y velen por la ciudadanía, que nuestra seguridad está por encima de cualquier grupo de delincuentes. Hay que exigir a los gobernantes que gobiernen, que hagan su trabajo y no solapen la delincuencia, la violencia y la injusticia.
¿Hasta cuándo nos vamos a quedar callados? ¿Qué tiene que pasar para que despertemos?