30 de abril de 2024 | 07:15 a.m.

Un Murciélago para fin y principio de año

En su columna, para este fin de año e inicio de 2023, Héctor Palacio destaca la opereta El Murciélago, cuyo título tiene que ver con la trama, el argumento de esta suerte de “comedia de equivocaciones”.
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Obertura

Junto con La viuda alegre, de Franz Lehár, El Murciélago (Die Fledermaus) de Johann Strauss II (1825-1899), es la opereta que más se representa en el mundo. Y de hecho, es probable que se ponga más esta que la primera, al asegurar su reposición porque cada año tiene fin y principio; así ha dividido el tiempo, lo ha organizado “la humanidad”, “el hombre”; se ha auto formateado. Y qué se le va hacer, cumplimos años, acumulamos celebraciones, decenios, centenarios, bicentenarios, milenios: todo es tiempo. Y se mide el tiempo para más o menos tener un sentido de control, para tratar de capturarlo en términos conceptuales. Así pues, la opereta de Strauss, aunque estrenada un 5 de abril de 1874, es quizá, después del ballet El cascanueces, de Chaikovski, la obra que más revive en escena cada fin y principio de año.

La Ópera de Viena, la sociedad vienesa tiene que recrearla los 31 de diciembre. En cambio, el Metropolitan Opera House de Nueva York, la sociedad neoyorquina, que celebra de preferencia la tarde noche del primer día del año nuevo, la ofrece al público asimismo este día. En realidad, ambas compañías hacen temporadas que incluyen fin y principio del año. Para que haya múltiples ocasiones de ver, escuchar y sentir El murciélago.

Ahora quiero hacer en estas páginas una representación combinando números principales con elenco y producciones distintas de la quintaesencia de la opereta vienesa; oportunidad que nos brinda la virtualidad. Un Murciélago personalizado, nuestro. Aunque en México –donde muy poco se presenta y las orquestas vacacionan en el tiempo entre años- se festeje el 31 y muchos estén adormilados y crudos el primero.

Empecemos con una de las más bellas oberturas de todo el repertorio, incluyendo el operístico y zarzuelero. Y qué mejor, una ejecución de la Filarmónica de Viena, para darle sabor apropiado. Sólo agrego que hay muchas versiones agradables de esta obertura que, dependiendo del director de orquesta, dura entre 8 y 9 minutos, de acuerdo al pulso, al tempo. Hay algunos que bajan de 8 minutos. No obstante, la articulación de las cuerdas y alientos, los detalles finos requieren de precisión a la vez que de flexibilidad y amplitud. Un director como Carlos Kleiber puede pasar ensayando esa obertura por casi una hora para lograr su interpretación; otros, dejan que los músicos la toquen como salga y ahí se ven al final.

Pero aquí está, dirigida por Karl Böhm; Viena, 1972, de la película dirigida por Otto Schenk:

Habiendo escuchado varias veces la obertura, porque es irresistible, y antes de continuar, me hago algunas preguntas; y espero poder ir colocando entre las respuestas los fragmentos de nuestra representación; o al revés.

1. ¿Por qué se llama El Murciélago?

2. ¿Por qué el príncipe ruso Orlofsky lo interpreta una mujer o un falsetista (también llamado contratenor), un travestido, un papel de hombre en cuerpo y voz de mujer; o en una voz “amujerada” de hombre?

3. ¿Por qué se representa en fin o principio de año, 31 o 1º, si se estrenó un 5 de abril de 1874?

4. ¿Por qué ha tenido tanto éxito?

5. ¿Qué filosofía subyace tras El Murciélago?

Preguntas y representación

1. ¿Por qué se llama El Murciélago?

El título tiene que ver con la trama, el argumento de esta suerte de “comedia de equivocaciones”. Se trata de una revancha entre amigos. Dr. Falke busca vengarse de Gabriel Eisenstein porque tres años atrás ambos fueron a una fiesta de disfraces. Gabriel como mariposa, Falke de murciélago. Al amanecer, ya borrachos, el primero deja abandonado a su amigo en un mercado público con su disfraz de “batman”, de hombre murciélago, provocando la burla de transeúntes y quedándole el apodo de “murciélago” (quizá habría sido peor si el burlado fuera el hombre mariposa, ¿no?). Ha pasado el tiempo y ahora Falke usa la presencia del Príncipe Orlofsky en Viena, un rico que se aburre infinitamente, para entretenerlo, ganar su simpatía y a la vez desagraviar el rencor guardado con sutileza. Entonces trama una representación confusa –durante una cena en la Villa del ruso- que llama La venganza del Murciélago.

Ya casado Gabriel con Rosalinda, Falke convoca a ambos a la fiesta por separado; también a la criada o sirvienta de estos, Adele, aspirante a artista. Asimismo invita al director de la prisión, porque al día siguiente Eisenstein debe ser encerrado para cumplir una pena de 8 días. Todos llegan por separado y sin saber uno del otro. El atractivo principal es que llegará una condesa húngara que ha aceptado con la condición de llevar máscara y no mostrar su rostro.

Me concentraré en el segundo acto, el de la fiesta, pues el primero sirve sólo para establecer la trama, y aunque tiene números muy graciosos y lindas melodías, ya nos urge llegar a la fiesta. Entre los personajes está Alfred, tenor y antiguo enamorado de Rosalinda que aún anda tras ella no obstante estar casada. Le corresponde el papel de víctima, pues al estar indebidamente donde los Eisenstein, el comisario lo arresta pensando que es el “señor de la casa”; este carácter, representado como un tenor enamorado de su propia voz regresará hasta el tercer acto, en la cárcel, para seguir masturbándose con su sonido o con la inconciencia. Así, del primer acto sólo compartiré un trío en que Rosalinda, Adele y Gabriel apenas pueden simular sus verdaderas y alegres intenciones. La primera, el reencuentro con su examante, el tenor; los otros dos, la de irse de fiesta, una diciendo que a visitar a la tía agonizante, otro que va a prisión, en realidad planeando encontrarse con las chicas invitadas por Falke donde el príncipe.

Aquí va el trio “So muss allein ich bleiben…” (Así que debo quedarme sola ocho días sin ti). De una producción de 1999 de la Ópera de Viena con la soprano austriaca Silvana Dussmann, Wolfgang Brendel e Isabel Rey; dirige, Nikolaus Harnoncourt; escena, Jürgen Flimm:

Fiesta y cena

Ya en la fiesta, Adele cae en cuenta de que no fue invitada por su hermana; en realidad es parte de la trama de Falke. Es introducida como Olga, aspirante a artista, y una vez que llega Eisenstein, disfrazado de Marqués Renard, son presentados y, naturalmente, se reconocen pero simulan. El Marqués le dice a Olga, no obstante, que le recuerda a su criada. La artista se ofende reprochándole al cantar “Mein Herr Marquis, ein Mann wie Sie Sollt’ besser das verstehn… (”Mi señor Marqués, un hombre como usted debiera entender mejor...”), destacando sus cualidades frente a las características propias de una criada. Orlofsky ha comenzado a divertirse; la noche comienza y lo mejor está por venir.

Entre las muchas muy buenas versiones de esta aria, aquí la soprano suiza Regula Mülemann; con la Ópera de Viena también el 31 de diciembre de 2020. Dirige Cornelius Meister:

2. ¿Por qué el príncipe ruso Orlofsky lo interpreta una mujer o un falsetista (también llamado contratenor), un travestido, un papel de hombre en cuerpo y voz de mujer; o en una voz “amujerada” de hombre?

Ya que estamos en la Villa de Orlofsky, es oportuno responder. Strauss señala en su reparto que este personaje debe interpretarlo una mezzosoprano. ¿Por qué una mujer para encarnar a un príncipe ruso? Y “peor”, hoy día muchas producciones dan el personaje a falsetistas -es decir, a un hombre cantando como mujer representando a un hombre; o a un hombre representando a un hombre cantando como mujer- en sustitución de castrados que ya no existen excepto por verdadero accidente (no como los inventos de los tiempos de Farinelli: caídas de caballo, mordidas de puerco en los testículos) o por no descenso de testículo. ¿Quiso vengarse de algo Strauss? Me parece que mujer u hombre cantando como mujer, debilita el carácter del personaje. La versión de la película vienesa de 1972 utiliza como Orlofsky a un tenor viejo y decrépito, incluso desagradable. Y me parece más aproximado de alguien rico, aburrido que busca diversión a costilla de otros; tiene fuerza esa versión del príncipe ruso.

En fin, cuando Falke percibe que su plan está funcionando y que el príncipe se divierte, envía un mensaje a Rosalinda para que venga a la fiesta, a descubrir lo que sucede a sus espaldas. Al llegar enmascarada y anunciada como condesa húngara, descubre el coqueteo entre su marido y su sirvienta; esta usa un vestido suyo. El marqués queda prendado de la condesa y trata de seducirla; cantan el encantador “Dueto de las horas”. Ella necesita una prueba de la traición del marido y logra despojarlo del reloj con que él ha vivido su propia carrera donjuanesca. Aquí la versión que más me agrada de ese dueto; sobre todo por la actuación. ¡También de la Ópera de Viena!; Gundula Janovitz y Eberhard Wächter; del filme de 1972 referido:

En este punto Rosalinda es cuestionada, sobre todo por las mujeres, pues al negarse a quitar de la máscara (tiene una espinilla en la nariz, argumenta) no creen que sea bella ni una condesa húngara. Entonces decide interpretar un canto de su tierra, Hungría; “Klänge der Heimat”; célebres Czárdás, baile húngaro tradicional. Y lo siento, presentaré dos versiones. Mi favorita, durante un ensayo probablemente, de Julia Migenes (la soprano que protagonizó la ópera Carmen como película junto a Plácido Domingo); por la emocionalidad que imprime y el hecho de sostener, más allá de lo señalado en la partitura, el agudo final. Es un aria difícil, porque la soprano debe tener voz poderosa (lo que se conoce como “lírico spinto”) y a la vez agilidad, florituras y sobreagudo; empresa nada sencilla. Va con Migenes en 1984:

Y aquí completa con Rachel Willis-Sørensen en Dresde.

Ya que la venganza de Falke está en marcha y la diversión de Orlofski asegurada, este ordena servir champaña “el rey de los vinos”, “la esencia de la esencia”; mientras se canta una polka. Y para que no acusen de menosprecio a la Met de Nueva York, aquí va su versión de la temporada 2013-2014; ensayo general. Dirige James Levine antes de su caída en desgracia por el #MeToo:

3. ¿Por qué se representa en fin o principio de año, 31 o 1º, si se estrenó un 5 de abril de 1874? Sitio oportuno para una respuesta, entre copas espumantes.

Esta opereta de Strauss tiene un libreto de Karl Haffner y Richard Genée a partir de una comedia alemana de Julius Riderich Benedix, Das Gefängnis (La prisión), basada a su vez en un vodevil francés, Le Réveillon, que Henri Meilhac y Ludovic Halévy –autores asimismo del libreto de la ópera Carmen, de Bizet- habían escrito para Offenbach, quien no lo usó. Según Wikipedia, “réveillon” es una tradicional y prolongada cena/fiesta francesa que empieza un día y termina en otro; celebrada tanto el 24 como el 31 de diciembre. Aunque, como sabemos, en algunos países sajones la celebración es más bien el 25 y el 1º. Así que ello explica con facilidad la transferencia del día del estreno, un 5 de abril, a las celebraciones de principio y fin de año. Y lo cierto es que Strauss logró transformar una fiesta parisina en vienesa.

4. ¿Por qué ha tenido tanto éxito? Es complejo explicar una obra de arte. Son múltiples las variantes para tratar de entender su permanencia y presencia en el tiempo. Resultan de una suerte de decantación y síntesis de las mejores expresiones de algún género que expresa las razones y las íntimas emociones humanas. Más que identidad, existe resonancia entre obra y valores universales. Esto va más allá de las bellas melodías, romanzas, duetos, tríos, coros, concertantes de que se compone esta opereta vienesa. Y como se ha atribuido al músico y compositor F. von Weingartner, El Murciélago no es la mejor opereta: es la opereta; su quintaesencia.

Y ya que es breve el número de la champaña (o el champaña o el champán), veamos cómo la recrean los vieneses. La versión de Malena Ernman; por cierto ¿saben quién es esta mezzosoprano?: la mamá de la polémica activista Greta Thunberg, que ha de andar por allí en un velero cruzando océanos a pesar del invierno.

De los invitados a la fiesta

A continuación y en orden progresivo de la obra, viene la escena más conmovedora para mí, “Brüderlein und schwesterlein”, hacia el final del segundo acto (quizá se traduzca como “hermandad” con hermanos y hermanas; pero esta escena va más allá de ello). En algunas producciones, después de esta escena aparecen artistas invitados externos a El Murciélago para cantar o interpretar instrumentos. Entonces aprovecharé la ocasión para la entrada de dos de ellos. Pero lo haré un poco antes; es decir, entre el brindis y la escena conmovedora a que me refiero. Y primero quiero invitar a Giuseppe di Stefano, que el 31 de diciembre de 1960, bajo la batuta de Herbert von Karajan cantó dos piezas como invitado en la producción de Viena: “O’ sole mio” y “Dein ist mein ganzes Hertz”. Aquí están:

“O’ sole mio”; de Capurro y E. di Capua:

“Dein ist mein ganzes Hertz”, de la opereta El país de las sonrisas, de Lehár:

Sé que este Murciélago se ha prolongado, pero vale la pena un primero de enero de 2023 y en domingo; aún entre sábanas y un gorro para el frío; la bebida ya es a elección. Entonces, entra una invitada ahora. Me habría gustado encontrar de ella, una cantante actriz encantadora, alguna versión en vivo interpretando a Adele o Rosalinda, mas sólo hay de audio o estudio. Por tanto, aquí la extraordinaria interpretación de Diana Damrau de “Glitter and be Gay”, de la ópera Candide, de Leonard Bernstein; 2007, Nueva York:

Final y reflexión

Y ahora sí, nos aproximamos al final; porque ya no asistiremos a prisión, donde se desarrolla el tercer acto y se develará la trampa y la venganza del murciélago, autor de todo el enredo de la noche. Pero antes y como explicación de la conmoción que produce esa música respondo a…

5. ¿Qué filosofía subyace tras El Murciélago? Trataré de afinar y sintetizar mi percepción: más que el texto de la escena en referencia -”Brüderlein und schwesterlein”-, es la música que acompaña este concertante lo que produce una sensación de vulnerabilidad ante al paso del tiempo. Frente a la eternidad, que es tiempo. El individuo, conociendo, sintiendo la finitud, vive unos instantes de esa eternidad como presente, como instante inasible pero en el cual aún puede tener raptos de sensualidad y amor, de esperanza para el día siguiente; todavía puede besar, amar, tomar champaña.

Esto es lo que me produce la escena siguiente casi al final del segundo acto, que junto a la obertura, es la música más bella de Strauss en esta obra. Al ver que todos los invitados están en pareja, en un espíritu de hermandad Falke (interpretado por Heinz Holecek) les solicita tomar copa en mano y después voltear al vecino y cantar juntos algo así como:

¡Hermanitos,

hermanitos y hermanitas,

tuteémonos fraternalmente,

por la eternidad,

siempre así, como hoy, si es que

mañana aún nos acordamos!

¡Primero un beso,

luego un tú, tú, tú, tú,

para siempre!

Comparto la estética de la filmación de 1972 – escena, Schenk; música, Böhm- a partir de 1:27:13 y hasta 1:32:22; hasta ahí termina mi responsabilidad de esta representación personalizada. Pueden proseguir hasta el final de ese acto que, después de esa íntima escena, retorna a la fiesta, a la locura y cierra de bella manera con el tema de la obertura; mas es su decisión. Lo que sigue es el tercer acto; pero debieran detener allí el video, para otra ocasión (claro, pueden hacer lo que les dé la gana). Porque es el sentido de melancolía, vulnerabilidad, ilusión, finitud, eternidad y belleza la que debiera prevalecer; aunque sea por unas horas, por un breve tiempo, por un instante un primero de enero de 2023:

Héctor Palacio en Twitter: @NietscheAristo