A una semana del regreso de Donald Trump a la oficina oval, como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, la agenda en los medios se mantiene marcada por las decisiones, acciones y medidas anunciadas por el inquilino de la Casablanca.
Desde el discurso escenográfico, y el mensaje leído por Trump al menos tres profundas señales nos invadieron: Trump se instaló con el respaldo y compañía de la oligarquía estadounidense, de los viejos y los jovenes dueños de las nuevas formas de explotación digital; Trump expidió a su llegada un escopetazo de decretos para cumplir puntualmente con sus promesas de campaña; Trump indultó a los procesados por el asalto a la Casa Blanca.
La vuelta de Trump a la presidencia da para muchos estudios, análisis y tesis que eventualmente profundizarán en cada uno de los aspectos que al parecer seguirá profundizando: plutocracia, populismo, demagogia y narcisismo.
Aunque mi conocimiento de la política internacional es escaso, en las próximas semanas acercare algunos elementos me ayudarán a explicar estos conceptos y su implicación en los gobiernos latinoamericanos. Hoy quiero tocar un aspecto que me parece sustancial en cualquier análisis que se realice respecto de la llegada de Trump.
¿Quién votó por Trump? ¿Qué proyecto se votó?
Las estadounidenses y los estadounidenses que, frente a la posibilidad de que el país fuera gobernado por una mujer, decidieron por el hombre qué representaba de manera casi fotográfica los deseos del norteamericano promedio.
Pero como el deseo siempre es el deseo del otro, el del capital; el promedio de los norteamericanos no vive en Beverly Hills o en Manhattan, ni apuesta todas la noches en Las Vegas. La mayoría vive al día, pagan la hipoteca de un auto, una casa de materiales casi desechables y consumen alimentos congelados de bajo precio y contenido nutricio.
Entre ellos están los norteamericanos más pobres, 37 millones de personas que viven en el umbral de la pobreza.
Desde ahí se construye el imaginario de una sociedad donde el 8% de la población disfruta del 50% de las de las riquezas, ese imaginario toma cuerpo, y se simboliza de manera perfecta en el líder que se autoproclama el mesías del pueblo, el defensor de la patria americana.
La apología holliwoodense de un pueblo superior, del americano dueño del mundo, la asumen sin titubeos, los que creen en la supremacía blanca, aunque estén lejos de ella, porque saben que de cada dólar de riqueza de las familias blancas, las familias negras ganan apenas 24 centavos y las familias hispanas, 23 centavos, una diferencia que no ha cambiado desde hace mas de 50 años.
Sin distinguir entre las características de cada sector poblacional, sin aventurarnos a mirar el voto por edades, sexo, o ingreso económico. Podemos afirmar que Trump fue votado por dos bloques de la población: las clases medias bajas y bajas, con menos nivel de educativo, con más necesidades de formación económica y por la oligarquía.
América para los americanos, el mensaje central utilizado por los norteamericanos para apropiarse de las riquezas del desde finales del siglo XIX, construyó un discurso bajo el que se cobijaron todos aquellos que paulatinamente iban obteniendo la nacionalidad estadounidense.
Donald Trump encarna un significante que cada tres o cuatro generaciones, en cada crisis, las mujeres y los hombres asumen como propio: Una fuerza divina les otorgó el poder de cuidar la democracia del mundo, en la más abyecta de las interpretaciones naturalistas, el estado salvaje que viven los pueblos del mundo debe ser ordenado por un soberano. Así Trump y el pueblo que lo eligió se cree con el derecho de reclamar la soberanía de los pueblos para sí mismos, para salvarlos de las crisis económicas, sociales y cultural de este siglo XXI.
Habrá que estar pendientes, tomar las medidas suficientes y necesarias para contrarrestar los decretos y medidas que ponga en práctica efectiva el gobierno norteamericano, y habrá que tenerlas en las mesas de discusión y análisis permanente.
Pero no hay que olvidar, no hay que desdeñar el imaginario que ha empezado a fortalecerse desde el pueblo más pobre de Estados Unidos, y que alimenta la derecha radical, que tiene una ética que no es la ética de todos, la ética con la que asesinos y bandidos que llegaron a las 13 colonias fundaron y construyeron el New Deal Americano.
Por supuesto no hay que aventurarse ni asumir las interpretaciones simbólicas de manera automática, pero cuando hay la identificación de un líder que se considera asimismo el señalado por Dios, el salvado por la divina providencia, el puro de sangre, con un pueblo pobre, ignorante, violento y necesitado de un gran padre…ocurren hechos históricos como el que encabezo Adolfo Hitler en el siglo pasado.