Uno de los grandes talentos políticos de AMLO ha sido su extraordinaria capacidad de influir en la opinión pública favorable, y, desde luego, en su amplia base electoral.

El lector seguramente recordará aquella célebre frase de Donald Trump cuando aseguraba que podía tirar contra una persona en las calles de Nueva York y que no perdería ni un voto. Muy seguro de su popularidad y de su capacidad de manipulación frente al electorado, Trump persigue aún sus deseos de volver a la Casa Blanca.

Otro recuerdo que vuelve a la mente es la otra casa blanca, la de Angelica Rivera; escándalo revelado por Carmen Aristegui que sepultó para siempre la credibilidad y popularidad de Enrique Peña Nieto. A pesar del éxito de algunas de sus reformas, el presidente priista terminó sus días en Los Pinos hundido en el mayor descrédito público sufrido por un jefe de Estado mexicano en su último año de gobierno.

AMLO se parece más a Trump que a su antecesor. A diferencia de Peña, que no fue capaz de rescatar su presidencia del escándalo de la casa de las Lomas, el tabasqueño ha hecho un magnífico uso de su magia comunicativa para desviar magistralmente la atención de los escándalos que pesan sobre morenistas conspicuos y miembros de su propia familia.

En relación con los reportajes de Latinos y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad relacionados con Segalmex y las entrega de contratos millonarios a los hijos del presidente, AMLO he defendido exitosamente la integridad de sus hijos.

Las columnas más leídas de hoy

Apenas el lunes pasado en su mañanera desafió a sus adversarios a mostrar las pruebas sobre la posible corrupción de sus hijos. Loret respondió inútilmente.

En todo caso, sin el ánimo de especular en torno a la veracidad o falsedad de los audios y documentos mostrados por Loret, AMLO, respaldado por el poder del Estado, pero sobre todo, por su extraordinaria capacidad de comunicación, ha desviado la atención y detenido el devastador golpe mediático que un escándalo de esa magnitud habría tenido sobre otro presidente.

A menos de dos semanas de elegir a su sucesora, AMLO, ufano, aparece en sus mañaneras dispuesto a continuar su reiterada campaña de denuesto contra sus opositores; sabedor, también, de que Claudia Sheinbaum resultará electa presidente.

En este contexto, uno se pregunta: ¿Soportará eventualmente Claudia Sheinbaum, una vez en Palacio, un escándalo de corrupción protagonizado por otra Rocío Nahle, otro Manuel Bartlett, otra Irma Eréndira o miembros de su círculo cercano?

No es novedad para nadie que Sheinbaum dista enormemente de contar con el carisma del tabasqueño, y que su liderazgo al frente de Morena quedará pronto en entredicho. Su capacidad de proteger su presidencia, su credibilidad y su popularidad serán reducidas.

AMLO ha sido exitoso sorteando reportajes que, por si mismos, habrían ya destruido su narrativa “transformadora” si no se tratase del gran salvador de la nación ¿Lo podrá hacer Claudia? Veremos.