La analogía del título de la columna es en alusión al personaje histórico de Mario Moreno, que protagonizó un sinfín de películas. Una de ellas, claro está, personificando la figura del pueblo con las características ideales para convertirse en diputado.

Sabemos que hay seis propuestas que el presidente López Obrador avaló para competir en una elección interna y, con base en una evaluación, el mandatario se apoyará para tomar decisiones.

Si nos guiamos por los antecedentes históricos del método de la encuesta, quizá se vuelva un enigma lo que resulte de esa ponderación. Lo que quiero decir es que, la determinación final, es muy probable salga de la propia oficina del presidente Obrador. Incluso, esa ha sido la constante en los procesos democráticos en México. Tal vez la encuesta sirva para legitimar un poco a quien surja ungido y, claro está, para evitar divisiones internas. Por desgracia, todo lo que envolvió el proceso sucesorio anticipado fue la prueba más irrefutable que, en más de dos años, nos demostró que no había piso parejo.

La promoción y los actos anticipados de campaña, por ejemplo, fueron el pan de cada día. Muchos actos tuvieron que haber sido calificados como faltas flagrantes que, ni el partido de Morena, ni el propio árbitro electoral, fueron capaces de dar un juicio al respecto. Por ello, resulta paradójico hablar de democracia participativa a estas alturas.

Y, a unas horas de que la Comisión de Encuestas saque a la luz los resultados, el presidente Obrador puede cambiar de decisión. No sé qué pase por la mente del mandatario federal, pero sea la determinación que sea, lo hará bajo una profunda reflexión de quién es, para los próximos seis años, el perfil que profundizará el proceso de transformación en el país.

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Si yo fuera el presidente, me inclinaría por Ricardo Monreal. Su caso, a comparación de los demás, tiene una gran diferencia. Digamos que su experiencia y madurez política, son las mejores credenciales para conducir las riendas del territorio nacional. No se diga frente a los grandes retos que enfrentará el país después del 2024. En ese sentido, es mucha la diferencia en oficio y capacidad, lo mismo que la personalidad para sortear los inmensos desafíos. Esa comparación, claro está, es en los años de servicio público del zacatecano.

Además de ello, Monreal es el único que ha sido tres veces diputado federal; tres ocasiones Senador de la República; lo mismo gobernador y alcalde de la Cuauhtémoc. A lo que voy es que, ese bagaje, no lo tiene nadie de las corcholatas. Su probada capacidad, por ejemplo, es otra de las grandes virtudes de Monreal, especialmente después de haber sacado todo el trabajo legislativo en la Cámara Alta donde hizo posible lo imposible.

Y, si yo fuera presidente, mi decisión sería por Ricardo Monreal. Él, de los cinco aspirantes que acompañan la lista, es el único que construyó un proyecto de nación que conviene revisar minuciosamente. De hecho, cada uno de los rubros abre el abanico para proponer alternativas que, a la postre, fortalecerán el progreso del país. Recuerdo que, entre ellas, está un mejor acceso a los sectores de salud y educación; lo mismo, mejorar el desarrollo de espacios cruciales como el campo y la seguridad, sin olvidar la ciencia y la tecnológica, así como el medio ambiente.

Otra que me ha llamado poderosamente la atención, es la propuesta de reformar las instituciones de justicia. Por ello, si eso es lo que busca el presidente para su reemplazo, tiene un compás muy amplio de alternativas con Ricardo Monreal. Es, además de conciliador y negociador, un perfil que entiende perfectamente la concepción de justicia social y democracia.

Y para un proceso electoral, la experiencia de Monreal sería clave para encarar a la oposición aglutinada en la imagen de Xóchitl Gálvez. Entonces, si yo fuera presidente, no hay duda de que me inclino por Ricardo Monreal. En vista de su potencial político, es el personaje ideal que encaja en las características de un presidenciable para ocupar la vacante que deje el mandatario federal. Y si nos guiamos por la elocuencia y sagacidad, en un debate público el zacatecano tiene más capacidad de raciocinio y argumentación; además, maneja perfectamente el lenguaje corporal. Está claro que, en estos ambientes, es lo que denominamos un animal político. Es decir, el que más sobresale de todos.

A menos de que, en Palacio Nacional, después de una plática privada, el presidente Obrador le haya propuesto la Ciudad de México. No sería un premio de consolación, sino el derecho que mereció en vísperas del 2018. Es como la justicia que a veces tarda, pero que al final siempre llega. A la larga, ese momento, después del 2018, quizá ha llegado. Vale la pena esperar los tiempos para atestiguar este hecho y, mientras eso pasa, si yo fuera el presidente, no hay duda de ello, me inclino por Ricardo Monreal para mandatario constitucional de México.