Dicen que es en la adversidad en donde quedan al desnudo las aptitudes y carencias de cada quien. De ser así, cuando consideremos quién debiera asumir la responsabilidad de un cargo público, en el que se definen el destino de comunidades, ciudades o hasta un estado, debiera analizarse no los triunfos, no los momentos de gloria, sino los reveses y, principalmente, la forma en que éstos fueron superados.

Visto desde esta óptica, los ciudadanos de Quintana Roo ya tenían una garantía de buen gobierno con el gobernador Carlos Joaquín González, que en un par de días pondrá fin a su sexenio, pues él debió luchar contra mil adversidades para poder llegar a este cargo, respondiendo a un llamado clamoroso por alternancia y por poner a un fin a más de una década de corrupción y abusos de poder.

Carlos Joaquín González, quien sin pausa continuará luchando, ahora representando a su nación en tierras extranjeras, podría incluso ser llamado el “gobernador de la adversidad”, al tener que superar un boicot y luego una campaña negra en su contra, para recibir un gobierno en la quiera y sumido en corrupción, además de lidiar con la pandemia del COVID-19, que golpeó a este estado más fuerte que a ninguno, para finalmente concluir este movido sexenio con cifras récord en economía y arribo de visitantes.

En estos momentos de conclusiones y de resúmenes, es fácil para muchos ver los problemas que todavía quedan por resolver, principalmente en transporte y en seguridad, para criticar una gestión que inició cargada de esperanzas y por ende de expectativas imposibles de cumplir. Aquí muchos olvidan, no obstante, de cómo se encontraba la entidad hace seis años: último lugar en transparencia, con la mayor deuda per cápita de la nación, con una Fiscalía General del Estado al servicio del crimen organizado, con entrega de placas de taxis o patentes de notarios para amigos, y con quema de vehículos y cierre de negocios para los enemigos.

Lo anterior, debido a las circunstancias únicas de Quintana Roo, un estado sumamente joven, y por tanto con instituciones nuevas y débiles, todavía dominado por caciques y clanes, pero también extremadamente dinámico, con un enorme crecimiento poblacional y un flujo constante de divisas, gracias al turismo. El resultado fue una mafia política enquistada en el poder, entrelazada con grupos del crimen organizado y enfocados únicamente en el lucro propio y en perpetuarse en el poder.

Las columnas más leídas de hoy

Por ello, la sola llegada de Carlos Joaquín a la gubernatura fue un hito. Antes, dentro del PRI, debió enfrentar las presiones, tanto hacia él como a sus seguidores, de quienes buscaban frenar su camino político. Cuando quedó claro que no existía diálogo ni “piso parejo” en el Tricolor, Carlos Joaquín brincó a la oposición y de inmediato fue sometido a un ataque incansable de los medios de comunicación pagados, que duró meses, mientras quienes lo apoyaban eran víctimas del terrorismo fiscal, al grado que varios huyeron a Yucatán.

Pese a lo anterior, contendió por la gubernatura y ganó con un amplio margen, venciendo todo el dinero vertido por Roberto Borge en favor de su “delfín”. La euforia duró poco, pues al más puro estilo del “año de Hidalgo”, la administración saliente terminó de saquear las arcas, privatizó lo más que pudo e incluso aprobó un “paquete de impunidad”, con cargos claves heredados, como el fiscal y el auditor superior.

“Contra viento y marea” fue el mensaje de Carlos Joaquín en su acto inaugural, lo que se refería no solo a lo anecdótico, a las adversidades superadas para triunfar, sino al largo camino que quedaba por delante, de reconstrucción, de rescate y de mucha limpieza.

No fue una labor realizada en paciente tranquilidad. La mafia había sido expulsada del Palacio de Gobierno, pero seguía muy viva, a pesar de tener a su líder político tras las rejas y muchos de sus operadores prófugos. De inmediato recrudeció la violencia, con un ataque directo a la Fiscalía General del Estado, un autoatentado con bomba en la naviera de Borge, entre muchos otros hechos a menudo olvidados, pero que remecieron a la entidad en aquellos primeros meses del nuevo sexenio.

En el frente político, esbirros borgistas como Raymundo King intentaron levantar un “conaguito” entre los gobiernos municipales, mayormente priistas, además de rogarle a la Federación para que los delegados sean para gente de este grupo, para cerrar este “cerco”.

Afortunadamente, se implementó mano dura en el saneamiento de la Fiscalía y cuerpos policiacos, incluso a nivel municipal, logrando cortar los nexos con esta mafia criminal, en tanto que el “cerco” de las fantasías borgistas nunca se concretó, al quedar solos, repudiados por la sociedad y exhibidos sus robos y excesos.

Lo que siguió fue una tarea dura, colocando los cimientos de la nueva institucionalidad, que por tratarse de la base, a menudo era invisible, pero con cambios a la larga notorios, en favor de la legalidad, la transparencia, hacia el fin de la discrecionalidad en entrega de permisos o patentes. Otra gran diferencia, y que afortunadamente se ve que continuará con el nuevo gobierno, es que se actuó alejado de partidismos, con un gabinete enfocado en el trabajo, no en cuotas o en buscar algún otro cargo político.

Esto, desde luego, no pasó desapercibido, y por ello Carlos Joaquín González continuará sirviendo a sus conciudadanos, como embajador de Canadá (una vez ratificado por el Senado), en donde también le tocan difíciles retos, por las diferencias surgidas en el Tratado de Libre Comercio, por las inversiones provenientes de ese país, y por sus turistas, que aunque ya son considerables hacia algunos destinos, como la Riviera Maya, todavía faltan ser adecuadamente detonados.

Nuevo gabinete

La sucesora de Carlos Joaquín González, la morenista Mara Lezama Espinosa, ha iniciado bien su futuro mandato, al designar a un gabinete de gente preparada y conocedora del área que les corresponde, provenientes de todas partes de Quintana Roo, con la excepción de Seguridad Pública, quizá el área más sensible de todas, en donde se recurrió a una figura de experiencia nacional, Manelich Castilla Craviotto, que sin duda tendrá mucho que aportar para cambiar la percepción de inseguridad.

(Hay que recalcar que las cifras en materia de inseguridad han ido a la baja desde hace años, en gran parte gracias a la instalación de cámaras y al saneamiento de los cuerpos policiacos, pero la percepción de inseguridad sigue sin cambio. Es allí donde tocará enfocar esfuerzos).

El mensaje de la futura gobernadora fue clarísimo: transparencia total, con la presentación del 3 de 3 por parte de todos los integrantes de su gabinete, y acción directa en las calles, nada de “funcionarios de gabinete”.

Las expectativas son altas, queda ver si estas futuras secretarias y secretarios pueden con la encomienda.

Twitter: @AmiribrahimQRoo