A corta distancia de la mágica comunidad de Bacalar, en el sur de Quintana Roo se encuentra un verdadero tesoro escondido: La antigua ciudad de Ichkabal, considerada por expertos una de las más importantes de la región, con edificaciones de hasta 200 metros de altura, y cuatro veces el tamaño de la pirámide Kukulcán en Chichén Itzá.

Desde que fue descubierta en 1995, se pensó que podría atraer turismo de manera masiva al sur de Quintana Roo, de la misma manera que Chichen Itzá o que Tikal.

Lo que vendría a solucionar el desequilibrado desarrollo de Quintana Roo, que tiene fuertes destinos turísticos en el norte, como Cancún y Playa del Carmen, pero escasas oportunidades económicas en el sur, incluido a Chetumal, en donde trabajar en una dependencia de gobierno es la mejor alternativa para muchos.

Pensar en esto como una solución de corto plazo era imposible, pues todavía debían explorar todo el sitio, introducir infraestructura para que pueda ser visitada, solucionar los problemas de tenencia de tierra y más.

Sin embargo, pese a las promesas, la falta de verdadero interés político retrasó este proceso a décadas.

Hasta la fecha, esta maravilla arquitectónica y cultural continúa oculta, privando a Chetumal y a la región de potencialmente decenas de miles de visitantes, sin temor a exagerar.

Hace seis años, la apertura de estos vestigios se veía como una posibilidad, luego que el nuevo gobierno estatal en Quintana Roo, encabezado por Carlos Joaquín González, lo incluyera como parte de su plan integral para la reactivación económica de Chetumal.

El gobernador entrante, quien antes fue subsecretario de la Secretaría de Turismo federal, sabía de sobra la importancia de este atractivo para la región.

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No cabe duda que a nivel estatal se hicieron todos los esfuerzos para lograr que esta apertura fuera una realidad, al gestionar una partida de 11 millones de pesos al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para la clasificación y rescate de objetos, además de cerca de 24 millones de pesos, para la construcción de un camino de acceso.

Tristemente, la fecha de apertura, para mediados de 2017, se pospuso una y otra vez, hasta que ya se dejó de hablar del tema. Incluso, el dinero destinado a esta zona tuvo que ser llevado a otras obras, para evitar un subejercicio.

Los factores son muchos, pero principalmente pueden achacarse al Gobierno Federal de Enrique Peña Nieto, que al igual que los anteriores no le dio suficiente importancia al tema.

Por una parte, la entonces delegada del INAH, Adriana Velázquez Morlet, inamovible desde hace 20 años en ese mismo cargo, estaba más enfocada en negociar con las inmobiliarias los permisos para devastar selva, marcando la ausencia de vestigios arqueológicos, fuera esto verdad o no.

Por otra, la Federación mantenía una relación hostil y de constante desprecio hacia los ejidatarios, tanto en Bacalar como en toda la Península de Yucatán, negándose a ceder en compensaciones e intentando imponer un área natural protegida como forma de arrebatarles derechos.

En una de sus últimas entrevistas en Quintana Roo, la eterna delegada culpó a los ejidatarios por la falta de un acuerdo en Ichkabal, pese a que ellos la acusaban a ella de prepotencia y de ignorarles.

También, de forma contradictoria señaló que la apertura de estos vestigios no estaba en los planes porque los trabajos de investigación no estaban listos, pese a que desde años atrás el gobierno había fijado una fecha de apertura.

Esto ocurrió en 2018, año en donde vino un cambio radical, por la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, no solo con otra ideología, sino con fuertes proyectos para el históricamente olvidado Sureste mexicano, incluido el Tren Maya.

En cuestión de unos pocos años, los recurrentes bloqueos de carreteras por ejidatarios exigiendo el pago por expropiaciones de hace 10, 20 o hasta 30 años prácticamente desaparecieron, al atenderse todas estas demandas.

La delegada que permitió toda la depredación vista en Quintana Roo sin hallar jamás vestigios nuevos fue trasladada de su puesto, y “coincidentemente”, nuevas estructuras han sido halladas en el tramo del Tren Maya, las que serán un atractivo adicional para este proyecto.

Uno de los principales atractivos, sin embargo, aunque poco se hable de él, será sin duda Ichkabal, tema del que pregunté al presidente Andrés Manuel López Obrador en fecha reciente en una conferencia “mañanera” y que él confirmó que será una realidad, finalmente, a casi 25 años de su descubrimiento.

Las circunstancias no pueden ser más auspiciosas, no solo por el Tren Maya, sino porque también se dará con el arranque de una nueva administración estatal, con Mara Lezama Espinosa, que desde que recibió su constancia como ganadora de la pasada contienda electoral, afirmó directamente que el impulso a la zona sur será uno de las prioridades de su gobierno.

En ella, el Gobierno Federal encontrará un aliado para la promoción de este nuevo atractivo.

Todavía queda por verse si no se repite la triste historia de hace seis años, pero a diferencia de entonces, ahora sí hay voluntad transversal, en los tres niveles de gobierno, para arrancar la que pudiera ser la clave para la consolidación turística de la región.

Twitter: @AmirIbrahimQRoo