Parece un galimatías, pero la revocación de mandato -que no es revocación porque pretende ser ratificación– se encuentra aplazada indefinidamente, a pesar de que debiéndose realizar por precepto constitucional -sujeta a que se cumplan los requisitos para ello- enfrenta la limitante de la indisposición de los recursos necesarios en el cumplimento de la tarea, pues la asignación presupuestal al órgano encargado de llevarla a efecto, el INE, no cubre el monto que se requiere para el caso. Completa la paradoja que los interesados en que la consulta sobre la revocación mandato tenga lugar, decidieron no satisfacer las necesidades presupuestales que ella implica.

Lo anterior a pesar de que el propio gobierno y su partido dominan la elaboración y aprobación del presupuesto; es así que son contradictorios en sus intenciones y actos, entre querer la consulta de la revocación, pero, al mismo tiempo, negar los recursos necesarios para hacerlo posible y ni siquiera plantear una revisión de necesidades y disponibilidad presupuestal a fin de presentar un arreglo resolutivo.

La situación exhibe varias paradojas y contradicciones; lo primero es que entre los requisitos para llevar a la práctica la consulta, no se contempla el que se le asigne al INE el presupuesto que implica; lo segundo es que la mutación que pretende convertir a la revocación en confirmación o ratificación de mandato no es sólo semántica, pues corrompe el móvil y propósito que la anima, ya que así deviene en un instrumento de gobierno para confirmar y exhibir políticamente el respaldo de que dispone, a la manera de un evento electoral destinado a consolidar su popularidad; pues la posibilidad de deponer a un gobierno mediante un procedimiento constitucional que evita la fractura y que se realiza en condiciones excepcionales, se erige en medio de campaña política para lo contrario, no para deponer sino para apoyar.

Tal vez ratificar a un gobierno sea una medida positiva en la lógica de la gobernabilidad, del éxito y consolidación de las políticas públicas, pero expuesto como campaña política por el propio gobierno y con los afanes de su partido, a través de un recurso constitucional que se pervierte, termina por afectar la competencia política y la pluralidad. De esa manera, la llamada revocación de mandato se traslada a burdo instrumento absorbido por un régimen populista que se acredita por su prioridad de construir, en cada acción, popularidad, debilitando así la democracia.

Dentro de esa transfiguración, el gobierno pretende infligir un revés a los partidos que disputan la conquista del poder, para hacerlo fuera de la etapa de las campañas políticas y perfilarse ganador incontrastable en las próximas contiendas.

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Ahí encuentra su lógica ese mar de confusiones, al mostrar, cómo una medida diseñada para propiciar una eventual deposición del gobierno en funciones, se reconfigura en lo contrario, al tiempo que se impulsa una polémica encaminada a arribar al debilitamiento de uno de los órganos autónomos más emblemáticos, pues así coloca en una polémica extrema, al INE, en el sentido de realizar una consulta a la que, de reunirse los requisitos para detonarla, debe llevar a feliz puerto; pero careciendo de los medios necesarios para hacerlo, por las propias restricciones presupuestales que impone el gobierno y su partido.

En la perspectiva de los propósitos que animan la revocación de mandato, el gobierno al que se le aplica debiera estar preocupado porque la medida podría suponer su relevo anticipado del poder, pero en este caso el propio gobierno y su partido la impulsa como una forma de hacer campaña fuera de la etapa electoral y, de paso, comprometer el desempeño a un órgano electoral que se le interpone a sus ansias de poder incontrastable. Recuérdese que, en efecto, el gobierno se planteó como la mejor garantía de las elecciones, desplazando mediante lo dicho en su discurso e intenciones al INE, al tiempo de exhibir una propensión, encubierta o no, de volver a la etapa en la que era el propio gobierno quien organizaba los comicios a través de una instancia que dependía de él.

Por lo pronto, y para bien, se encuentra transitoriamente revocada la revocación de mandato, pues ha dejado ser tal y se muda a otra figura… la provocación del mandato.