Aclaremos primero una diferencia fundamental entre el confabulador y el mentiroso: el segundo intenta engañar, mientras que el primero simple y sencillamente inventa su realidad.

La confabulación es una disfunción neuropsicológica. Para entenderla recomiendo consultar el libro The Confabulating Mind: How the brain creates reality, escrito por Armin Schnider, profesor de la Universidad de Ginebra, en Suiza.

El autor explica por qué algunas personas —pacientes de confabulación— viven en realidades falsas. Para lograr su propósito usó electroencefalografía de alta resolución. Demostró que la gente con daños en ciertas partes del cerebro llega a perder la capacidad de distinguir lo real de lo imaginario.

Por fortuna, en las investigaciones del doctor Armin Schnider casi todos los pacientes de confabulación han recuperado el sentido de la realidad.

Es lo que le deseo a una cantidad de articulistas que de plano, en el caso de los estudiantes de Ayotzinapa, se han inventado su propia verdad.

Es el caso de Jorge Fernández Menéndez, muy talentoso periodista quien este lunes, de plano se ha visto desorientado: en su columna del diario Excélsior hizo un diagnóstico absolutamente preocupante por falso: que la divulgación del informe Ayotzinapa por el subsecretario Alejandro Encinas “ha dividido opiniones como nunca” al interior del gobierno del presidente López Obrador.

Si Jorge hubiera dicho que el informe de Encinas enfrentó como nunca a la 4T y a la comentocracia, estaría en lo correcto. Pero, ¿afirmar que el gobierno se ha dividido? Esto último ya es inventar una realidad.

Es cierto, a un integrante del equipo gobernante de la Ciudad de México —el jefe de policía Omar García Harfuch— le molestó que un testigo protegido le hubiese involucrado en una pequeña, casi insignificante parte del informe Ayotzinapa y demostró que ello fue injusto. Pero estoy seguro de que ni Harfuch piensa que la investigación realizada por Alejandro Encinas llegó, en lo fundamental, a conclusiones falsas.

Jorge Fernández no cree en el informe de Alejandro Encinas; está bien, se vale. El columnista de Excélsior está convencido de la solidez de la verdad histórica de Jesús Murillo Karam —Jorge hasta un documental hizo para defender esa versión, La noche de Iguala—. Es su derecho, sin duda.

Pero, ¿a partir de ahí a sostener que la 4T se dividió solo porque la nueva investigación contradice a la que él dio a conocer en su documental? Jorge ha caído en la confabulación, que se presenta cuando persona “rellena las lagunas de su memoria con experiencias inventadas que en realidad nunca han ocurrido” —cito una nota de un portal de internet—.

Por fortuna, la confabulación tiene curación. En el caso de alguien tan inteligente como Jorge Fernández Menéndez el remedio llegará cuando él mismo entienda que en la 4T —integrada por el grupo quienes verdaderamente han ayudado a AMLO en la construcción de su movimiento— es generalizado el aplauso al informe de Alejandro Encinas.

Decir otra cosa es puro invento, generado por una disfunción neuropsicológica, que afortunadamente en la mayoría de los casos se supera sin dejar daños graves.