Realmente me entristece que una política joven, inteligente, carismática y con tanto futuro en la política haya violado la ley.

Por ignorancia, sin duda —pero la ignorancia no la justifica—, cayó en una falta legal la ley la presidenta municipal de Tepic, Nayarit, María Geraldine Ponce Méndez.

Qué bueno que María Geraldine no sufriera mayores daños en su reciente accidente de avioneta.

Pero ella, ni hablar, violó la ley al aceptar y aun confesar que la avioneta —por lo visto en mal estado— se la prestó “un amigo”.

La legislación mexicana es contundente: prohibe a los funcionarios y a las funcionarias de los distintos niveles de gobierno recibir regales costosos —y un vuelo en avioneta lo es—.

La ley no hace excepciones, es decir, no dice que la burocracia sí pueden aceptar regalos de parte de amistades cercanas.

Para la ley resulta irrelevante que el amigo de la presidenta municipal de Tepic actuara desinteresadamente, algo por lo demás muy difícil de determinar.

La ley más bien parte del supuesto de que, en política, son una rareza, inclusive una imposible anomalía, las amistades tan filantrópicas que hacen regalos a funcionarios y funcionarias a cambio de nada.

Si para Tepic era absolutamente necesario que la alcaldesa realizara un viaje en avioneta, la tesorería municipal lo debió haber pagado.

Mejor ese gasto, por elevado que sea, que pisotear la norma.

Claro está, si no era absolutamente necesario el vuelo en la avioneta, la joven María Geraldine Ponce Méndez debió haber viajado en automóvil o camioneta.

La presidenta municipal de Tepic violó la ley y no hay necesidad de probarlo: ella misma confesó. Deberá castigársele al menos con una multa y una amonestación.

Violó también, por cierto, el código de ética de la 4T que prohibe a la gente del gobierno utilizar aeronaves privadas.

Geraldine merece la tarjeta amarilla para que quede advertida que, en caso de reincidir, la que sigue es la tarjeta roja: la de expulsión.