Eso lo coreaba Karen Ortiz, Jefa Andromeda, una mujer con 20 años de experiencia en los grupos policiacos de la Ciudad de México. Las manifestantes la aplaudieron, a ella y a las otras policías que también marcharon.

Se impuso la civilidad, y qué bueno. Lo que sigue es más trabajo para que la causa feminista, más allá de las movilizaciones, verdaderamente conduzca a la instrumentación de políticas públicas que sí apoyen a las mujeres.

En España la titular del Ministerio de Igualdad, Irene Montero, anunció un Plan Estratégico para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres dotado de un presupuesto de más de 400 mil millones de pesos. No es poca cosa, merece una felicitación el gobierno de ese país.

Como tal dinero dobla el presupuesto anual del Ministerio de Defensa, a la derecha española le ha parecido escandaloso:

En México no estamos en ese debate, todavía no. Pero en algún momento se tendrá que plantear con seriedad la necesidad de destinar muchos más recursos a apoyar a las mujeres.

Las columnas más leídas de hoy

La guerra se gana con dinero, dinero y más dinero, dijo Napoleón. La igualdad también es un asunto presupuestal, y en esto el Estado mexicano está en falta.

Andrés Manuel hizo algo muy importante al convocar a tantas mujeres al gobierno —nunca antes se les había tomado realmente en cuenta en la cúpula de la administración pública—. Pero no es suficiente. En el futuro tendrá que hacerse mucho más; ojalá sean ellas las que, desde el poder, tomen las decisiones relevantes. Ellas, sí: es lo justo.

AMLO ha realizado grandes transformaciones, que contribuirán a hacer de México un país más justo y competitivo. Pero dejará pendientes. Uno de ellos, tal vez el principal, programas de gran magnitud para caminar hacia la meta de la igualdad entre hombres y mujeres. Pero, para alcanzarla, son ellas quienes deberán emprender los proyectos adecuados; eso sí, financiados generosamente con un manejo eficaz —y sobre todo honesto— de los recursos públicos.

Mujeres competentes sobran para ir más allá del discurso y aplicarse en esa tarea. Ellas militan en todos los partidos, sí. Ahí están, entre muchas otras, Margarita Zavala, digna, íntegra siempre, preparada sin poses, lo que no puedo decir de su marido; Xóchitl Gálvez, ejecutiva y carismática, triunfadora en todo lo que ha emprendido; Claudia Sheinbaum, sapiente como científica, leal a sus principios y sagaz para moverse en la selva de la política; Rosa Icela Rodríguez, una señora que me encanta por decente, lista y valiente; Margarita Ríos-Farjat, Loreta Ortiz y Yazmím Esquivel, tres juristas valientes que en muy poco tiempo han higienizado el rostro de la corte, y Beatriz Gutiérrez Müller, quien ha resistido demasiados ataques canallas y brilla por culta y por su desinteresada entrega a la izquierda mexicana —por cierto, hace un par de días voló a Buenos Aires en Aeroméxico; algunos pasajeros que iban en el mismo avión, así me lo comentaron, quedaron gratamente impresionados porque viajaba sin la parafernalia del poder, es decir, por actuar como la arrogancia de las de antes—.